Hay verdades
absurdas y mentiras solapadas. Abundan, también, los susurros estridentes y los
pájaros inquietos que brotan de la boca de los mercaderes. Todo se ha vuelto
demasiado difuso como para esbozar una conclusión, o arribar a una certeza,
porque nos invaden las dudas. Creemos que tenemos la sartén por el mango pero
estamos envueltos en la neblina. Así vivimos en la Argentina, donde para lograr
colocar un producto comercial que se compra y vende al mejor postor, abundan
las bases de datos, algunas escuchas telefónicas ilegales, casillas de mail
hackeadas y un complejo entramado de teorías conspirativas que se alimentan en
función a ese microclima. Porque, a decir verdad, la información a determinado
nivel también pasó a ser un bien comercial. El caso más simple es el de aquel
que necesita pagar para ver si una deuda no lo dejó escrachado en el Veraz, con
lo cual se hace imposible solicitar un crédito o un préstamo por ínfimo que sea
el monto.
Todo el mundo
desconfía hasta de su sombra. De esta manera, vamos mostrando nuestra
incapacidad de ser creíbles. Vamos perdiendo terreno frente a los que se
manejan bajo el pragmatismo puro y no se permiten analizar. Prefieren la acción
efectista al necesario ejercicio de causas y consecuencias. Todo esto, por
supuesto, no es nuevo. La sociedad sobrevive porque hay un puñado de leyes que
la contienen. De lo contrario, esto sería un caos, y estaríamos regidos por la
"ley del más fuerte". Las personas talentosas, que han demostrado sus virtudes en las artes y en la ciencia, van muriendo como consecuencia
inexorable del ciclo biológico y no se vislumbra en las nuevas generaciones
alguien que vaya ocupando esos espacios que quedaron vacantes.
No hablemos de
"reemplazo": cada persona es única e irrepetible. No habrá otro
Michael Jackson, otra Mercedes Sosa, otro César Milstein, otra Tita Merello, Julio Sosa, Goyeneche... y podría seguir enumerando. Hablemos de
capacidades. De desarrollo cognitivo. De madurez para afrontar situaciones
adversas, para elevarse por encima de la mediocridad general y ser como una
brújula para la manada desorientada que vive el "día a día".
Las canciones
infantiles van perfeccionándose año tras año en el arte de subestimar a los
niños. Que no por niños, son estúpidos, y se ven obligados a repetir a coro una
melodía con letras repetitivas y que difícilmente puedan contribuir a enseñar
algo. ¿Por qué algunas especies de tortugas viven más que los humanos? ¿Qué
comen los elefantes? ¿Por qué está "mal" cazar animales salvajes?
Nada de esas preguntan que nacen de la mente de cualquier chico encuentran
respuesta a su curiosidad en un sistema educativo que no es responsabilidad
única de los docentes, pues éstos se limitan a cumplir con un programa que
establece determinados contenidos. Hay muchos alumnos que, sin llegar a ser
superdotados, cuentan con una capacidad superior al promedio, y es natural que
se sientan frustrados.
Si vos a los
pibes les planteás (como docente) que deban hacer un trabajo práctico sobre
Discovery o History Channel, lo más probable es que la recepeción que obtengas
sea mejor, que consigan acceder al conocimiento dentro de un programa que no
dura más que 40 o 45 minutos y que se puede encontrar en DVD, en You Tube, o en
cualquier plataforma. Hablemos de capacidades. De desarrollo cognitivo. De
madurez para afrontar situaciones adversas, para elevarse por encima de la
mediocridad general y posicionarse de otra forma ante la manada desorientada
que vive el "día a día".
Los adultos del futuro deberán abrirse
camino ante eso. La escuela debe facilitar el acceso a la realidad, no es un
mero edificio (o artificio) con bancos, pizarrón, y afiches de colores. A
determinada edad, los estudiantes deben saber que lamentablemente existen la
maldad, la hipocresía y el engaño. De lo contrario, se darán la cabeza contra
una pared, en el supuesto de que sus padres tampoco tengan interés en
explicarles lo que les deparará la sociedad.
Sin embargo, hay que ser justos y hacer la salvedad de que los maestros no pueden hacer lo que quieren: Deben respetarse los contenidos, un plan que se llama "diseño curricular". Y cada alumno debe aprenderlos durante el transcurso del Ciclo Lectivo.
Es
difícil pensar en una sociedad mejor cuando la educación formal se encuentra en
crisis desde hace por lo menos dos décadas y se hacen cambios cosméticos que no
van de lleno a la raíz del problema, que no proponen una solución de fondo. Así
las cosas, cada vez que veamos a un chico de 16 ó 17 años debemos pensar que
cómo se insertará este adolescente en el mundo de los adultos, y qué tendrá
para aportar durante los años venideros para hacer de nuestra "aldea", un lugar con menos violencia y agresión, que merezca ser vivido. Punto final.