La cuarentena ya nos está rompiendo la paciencia a todos,
quienes ya buscamos infinitas maneras de sentirnos mejor ante el miedo y la
incertidumbre. A la mayoría, estar viviendo esto nos pone de pésimo humor, lo
cual no es políticamente correcto porque estallamos de furia con gente que no
se merece nuestra ira. Nuestras familias también están padeciendo las horas
ociosas, los cambios en los horarios, el encierro forzado, la falta de dinero.
Hay momentos en que nos volvemos creativos, y otros en que tenemos ganas de
mandar todo a la mierda y acostarnos a dormir una siesta. O tirarnos en la cama
boca arriba mirando un punto fijo.
Sé que hay gente que la está pasado mucho peor que yo, pero
eso no es consuelo. Sólo quiero retomar mi ritmo de vida, porque esto ha
alterado muchos de mis hábitos. En principio, me obliga a construir una nueva
realidad, una percepción de las cosas que siguen siendo igual que siempre. Los
que tenemos que adaptarnos somos nosotros, y no sabemos cómo. Como si existiera
otro mundo en la superficie que implosionó de repente para dejarnos sin
respuestas. De toda la gente que conozco, nadie ha podido sobrellevar el estrés
y la carga emocional que ello nos trae aparejados.
Volveremos a la normalidad más gordos, desgastados y
cansados, ya con una rutina que nos regularice el devenir cotidiano, pero con
señales notorias de haber librado una batalla invisible. Pulmones tapados de
nicotina y alquitrán, cirrosis, hígado graso. Habremos sobrevivido al COVID19,
pero a un costo bastante alto.
De más está decir que nadie estaba preparado para afrontar esto, pero además, el Gobierno comete varios errores no forzados que hacen pensar que no están en sintonía con los intereses de la gente, como la liberación de presos, que en muchos casos tienen un prontuario que no justifica de ninguna manera que puedan caminar por la calle como cualquiera de nosotros sin haber cumplido su condena.El gasto político, es decir, lo que nos cuesta mantener a los ministros, diputados, senadores y embajadores, es de una magnitud tal que supera cualquier especulación. Sin embargo, salir al balcón a "cacerolear" por eso me parece una estupidez. Ellos, nuestra dirigencia política, siempre consiguen que persista la maldita grieta y que la gente pierda horas de su vida discutiendo al pedo, casi sin darse cuenta. Hay muchos idiotas útiles que contribuyen a la causa, vale decir, a que sigamos polemizando por cuestiones que no son prioritarias ante el hambre y la crisis que es el común denominador. Nos quedan 9 días más de cuarentena, y esto seguirá, lamento desilusionarlos. Hoy más que nunca, nuestra capacidad de adaptación está en juego. Punto final.