Cambiar la forma de pensar es posible, pero sólo sucede cuando algo nos afecta de tal manera que nos indica que no podemos seguir como antes. Digamos que éste es el momento ideal para hacerlo, con la amenaza latente de un virus y la mayoría de nosotros encerrados por la cuarentena. Implica dejar de sentirse víctima de todo, para asumir que nuestras acciones traen consecuencias, deseadas o no. Y en el ciclo biológico de un ser humano, se puede cambiar la forma de pensar infinidad de veces, porque cada situación hace que debas replantearte tus creencias, tus convicciones o aquello que ya dabas por hecho. Me parece muy valioso que nos demos a nosotros mismos la oportunidad de salir del cascarón y de "renacer", por llamarlo de algún modo.
Cada cosa que te pasa, te obliga a tomar una decisión. Pero todo es recurrente, porque... precisamente, cambiando el chip mental, vas a poder tomar decisiones acertadas. Le vas a dar bola a lo que es realmente importante, y vas a pasar por alto las cosas que son un mero estorbo. Le vas a dar valor a la gente que te quiere, y vas a darte cuenta en quién podés confiar. Y sin ser irrespetuoso, vas a aprender a reclamar por lo que te corresponde, porque para eso laburás, para que te paguen y te reconozcan lo que hacés. Cuanta más confianza tengas en lo que vos podés lograr, mejor te va a ir. No siempre 2 + 2 son 4, porque cuando hablamos de emociones es muy difícil ser tan analítico. Lo que sí es cierto es que si vos mismo no te das cuenta de lo que valés, difícilmente otra persona te lo haga saber.
En mi vida, he cambiado muchas veces la forma de pensar. En principio, porque fui creciendo, y me tuve que acostumbrar a las nuevas experiencias que trae aparejado cada ciclo. Un adolescente no piensa igual que un adulto, por ejemplo. Y tampoco sería bueno, porque cuando sos pendejo tenés que aprovechar esa etapa de libertad y descontrol. Una etapa que termina a los pocos años, cuando te pegan una patada en el culo y hay que salir a buscar un trabajo, porque el tiempo no perdona y te obliga a dejar de lado lo que suele llamase "zona de confort". Papá y mamá ya no están dispuestos a mantenerte, y tampoco sería bueno que lo hagan. El trabajo dignifica, se ha dicho innumerables veces, pero además te hace responsable de administrar la plata que ganás, por mucho o poco que sea. Y si tenés hijos, ese niño o esa criatura debe ser tu máxima prioridad. Si elegís realizar estudios terciarios o universitarios, y tenés la suerte de que tus padre te solventan ese nuevo tramo educativo, no te gastes la plata en boludeces y ahorrá hasta el último centavo, porque ese hábito te va a permitir acostumbrarte a manejar tus finanzas en el futuro. Punto final.
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