Esto que voy a
relatar ocurrió en 2006. Ante todo, disculpen los errores de tipeo, me estoy
adaptando a un nuevo teclado y a veces presiono una letra indebida.
Ibamos con dos
amigos a bordo de un Volkswagen Gol, recorriendo las calles de la ciudad, en lo
que aparentaba ser una noche de viernes aburrida y apática, pese a que en aquel
entonces la gente todavía tenía guita como para gastar un viernes cualquiera,
aunque más no sea para tomar algo. Estábamos en pleno julio, y una densa niebla
impedía distinguir a cierta distancia los contornos de los objetos más
elementales, como una columna de alumbrado o la silueta de un árbol. Los
vidrios del auto no tardaron en empañarse y uno de mis amigos, a falta de algo
mejor, empezó a dibujar boludeces en la ventanilla con el dedo. Recorrimos las
principales calles del Centro, con la calefacción del auto a pleno para paliar
las gélidas temperaturas y observando el panorama desolador que se presentaba
ante nuestra vista.
Si bien hace varios años que permanecía así,
me impactó el enorme predio desierto ubicado en la esquina de Salgado y Pedro
Goyena, en el cual solía haber una estación de servicio YPF y tiempo después,
durante años, yació una Rambler Rural que cada día parecía estar está más cerca
del desguace.
No pude evitar
pensar que aquella estación de servicio tan elegante y bien provista (o
"gasolinera", como dicen en otros países) le daba vida a una esquina
de nuestra que inevitablemente veía cada vez que iba a la escuela porque desde
mi casa le pegaba derecho por la Salgado hasta doblar en dirección a la calle
San Martín y de esta forma llegar puntual al Colegio Comercial. En fin, como
les mencionaba sin temor a equivocarme podría decir que pasaron más de 15 años durante los cuales la
otrora YPF quedó está sumida en la decadencia y en el abandono. Lo que más
recuerdo es que había una especie de Free Shop, con CD´s importados,
cigarrillos de todo tipo de marcas chetas, y hasta un videoclub. Ya no queda nada de eso porque, como todos
sabemos, se construyó un edificio de departamentos.
Pero casi de
inmediato vino a mi mente otra reflexión, más abarcativa que la anterior.
Descubrí, sin demasiado esfuerzo, aun en 2006 y teniendo en cuenta lo que
comentaba antes sobre la plata que se podía gastar, que la noche de Lobos se
fue reduyendo o acortando a su mínima expresión. Recuerdo las épocas, no tan lejanas, en
las que El Club Café solía abrir los jueves. Era “la previa” del fin de semana,
con todo lo que ello implica, y si bien los compromisos laborales o escolares
que uno tenía en aquel momento no daban para un exceso de alcohol, uno se las
arreglaba para hacer de la noche del jueves un tranquilo pasatiempo, una
"picada" metafóricamente hablando, un plato de entrada con el cual se
iba anticipando el plato principal, la noche del sábado. Y bueno, ya que estamos,
quién no recuerda los viernes con el boliche Nivel 1 en el pico de su
popularidad, o los domingos con Kabak renaciendo de sus cenizas, a mediados de
los '90.
Lobos vivía en
2006 una suerte de “boom” comercial, tal como diéramos cuenta en un artículo
que fue publicado anteriormente. Pero esa tímida prosperidad –limitada, por
supuesto, a ciertos sectores- no tiene su correlato en los locales de
esparcimiento nocturno. La apertura de “El Cubano”, un par de años antes, había otorgado en
su momento una brisa de aire fresco y reactivó un sector del centro que había permanecido completamente relegado.
Hoy, una módica
cerveza y los nunca bien ponderados “tragos” se ofrecen a precios un tanto
desproporcionados para los magros ingresos de chicos y adultos. En 2006 con 10
pesos te tomabas en un bar dos cervezas (de 750 ml) y se acababa la joda... el
bolsillo ya no daba para más.
Para evitar
cualquier tipo de interpretación errónea, creo son varios los ingredientes que
hacen a algo tan sencillo pero tan complicado de conseguir como “pasarla bien”
un sábado a la noche. Un par de buenos amigos, ya son un buen comienzo para distender el clima. Conocer
alguna señorita si se presenta la ocasión, escuchar música que se nota que fue
seleccionada por un DJ serio y que no es la bosta que empezó a sonar en los años sucesivos, me refiero a nivel comercial.
Ahora vuelvo a
viajar en el tiempo presente, 2022: La noche de Lobos se vuelve chata y
aburrida por donde se la mire si no tenés un mango y debés quedarte guardado en
tu casa, y lo peor del caso es que no es algo que no se pueda resolver. Estoy
seguro de que la gente que en su momento llenaba las instalaciones de
“Aquelarre”, el mítico pub de Buenos Aires y Arenales para escuchar bandas buenísimas (el mismo sitio donde ahora hay una
verdulería o algo así), aún no ha encontrado un lugar que se le parezca, ni
siquiera remotamente. Vale decir que el público que se concentraba en esos
lugares “under”, por llamarlos así, no encuentra -hoy por hoy- otro sitio que
resulte afín a sus intereses y expectativas. Qué bueno sería, entonces, que
pudiera existir un bar en el cual las bandas toquen sin culpa, con músicos de
verdad y no haciéndolo sobre una pista pregrabada. Sin la amenaza de los vecinos
quejosos y hoscos que tan pronto como ven perturbado su sueño exigen el
inmediato el cese de show.
No estoy diciendo
que “Aquelarre” haya sido el lugar “under” por excelencia, porque incluso
hablar en Lobos en esos términos suena casi a chiste, a un despropósito. No fue el Palladium, Cemento, ni el Café Einstein, como en CABA. Pero era lo más cercano a eso que teníamos, por lo tanto estoy convencido de que faltan espacios como ésos, y sería muy atinado también
volver a épocas en las cuales no era necesario colocar a la entrada de los locales
tantos carteles restrictivos, al estilo de “se prohíbe el ingreso con visera o
gorra”, o el más diplomático “la casa se reserva el derecho de admisión”. Si
todos fuéramos capaces de ser centrados y ubicados, de aceptar y comprender los
códigos que imperan en cada lugar al cual vamos a ingresar, no habría necesidad de que nadie te diga por qué
se te niega la entrada al local, salvo que se trate de una actitud francamente discriminatoria. Pero eso sería tema para otra nota, que
seguramente no tardará en caer. Punto final.
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