Salvo algunas ocasionales alianzas que terminaron de la peor manera, desde el ’83 hasta la actualidad el devenir político de la Argentina ha estado signado por el bipartidismo. Radicales y peronistas se alternaron en el poder y al término de sus gestiones (aquellos que lograron completar el mandato presidencial) dejaron todo peor de lo que se encontraba antes. Hubo un momento en que apareció Cambiemos, con la irrupción de Macri que transitó por una paupérrima presidencia, y posteriormente la de Milei, aunque en el caso del Gato también fue una convergencia de partidos, entre ellos la UCR y la Coalición Cívica. La sociedad se cansó –y es natural- de estas veleidades y optó por Milei, El Loco. No importa cuán insano estuviera, ni que disparates dijera: No pertenecía a ninguna de las fuerzas políticas tradicionales y eso, quizás, fue objeto de seducción. Pensá esto: ¿Cómo la máxima autoridad del país va a proferir exabruptos, al estilo de "Me importa tres carajos", o "La economía va a subir como pedo de buzo"?
El Peluca prometió liberar el cepo cambiario para posteriormente dolarizar, pero hoy ambas iniciativas –no tan acertadas como se supone- parecen una utopía absoluta, con la abrupta caída de reservas del BCRA. Si gobierna por cuatro años más, no tardará en anunciar que implementará reformas de segunda generación, e incluirá nuevamente aquellas con las que ya hizo campaña y que pertenecen al reino de la fantasía. Hoy por hoy, es muy poco probable que Milei se quede gobernando más allá de 2027, aunque uno nunca sabe, por ahí sorprende con algún as en la manga que logre ganarse nuevamente el favor del electorado. Y ya no quiero vaticinar lo que vendrá porque mete miedo.
Lo que se puede advertir hasta el momento es que la gestión de LLA se complace en despedir empleados públicos. Es más, por momentos tiene rasgos de cinismo: El presidente y sus acólitos pareciera que disfrutaran cada vez que él o su vocero dan a conocer el desguace, sin tener en cuenta que entre los cesanteados hay mucha gente formada, que tiene varios años de antigüedad en el Estado, y que no ejercen militancia política porque cultivan un perfil técnico. Pero aun si fueran militantes de un partido, ¿Cuál es el problema, en la medida que sean indóneos?
No hay ningún
ministerio que esté funcionando de un modo ordenado y articulado, la
Cancillería es un desastre, la política económica es un calco de todo lo que ya
vimos en los años anteriores. Se trata, según Caputo, de restringir la emisión
de pesos para que -según la fábula que pregona el ministro- la gente no se
vuelque al dólar, pero a su vez hay una recesión que es palpable por la falta
de consumo, una descomunal capacidad ociosa de las industrias que deben
suspender trabajadores temporariamente para evitar despedirlos, y así los
porcentajes y guarismos que miden la actividad del sector continúan en caída
libre. Si hay una sobreoferta de determinados bienes, es obvio que la
producción de ellos se restrinja, porque ya no se vende como antes.
En cuanto a la
obra pública, nadie va a negar que históricamente ha sido terreno propicio para
sobreprecios y todo tipo de negociados, pero cortarla de cuajo deja al rubro de
la construcción a la buena de Dios. Todos se han acostumbrado a vivir de la
teta del Estado, es la fuente de financiamiento de futuras campañas, los
impuestos que paga cualquier contribuyente caen en un agujero negro, eliminaron
el Fondo de Incentivo Docente, y así estamos. Yo no quiero sonar temerario,
pero nada me hace pensar que al cabo de un tiempo la gente no vuelva a reclamar
“que se vayan todos”. Si hablamos de política fiscal, pagar el monotributo con
cuotas que crecieron exponencialmente es un verdadero despropósito, sólo
compensado con el incremento de los topes de facturación como premio consuelo.
Luego de aquella denuncia sobre el acopio de alimentos a punto de vencerse, se
avanzó poco y nada, porque esa mercadería fue entregada discrecionalmente a
determinadas provincias en detrimento de otras y con una Fundación como
intermediaria. El Conurbano recibió muy escasas partidas comparados con otros
distritos como Mendoza, por citar un caso. Y la mayor necesidad de paliar el
hambre está en el GBA.
La visita de
Milei a Bolsonaro fue lo más degradante y poco serio que he presenciado en
mucho tiempo. Dos homofóbicos confesos y con delirios místicos. Es eso le doy
la razón a Lousteau (otro pelotudo, ex ministro de Cristina). Por otra parte,
esta gente promueve un blanqueo de capitales muy difuso con la idea de que la
guita vuelva al país, pero hay que ver de dónde proviene. Milei, en el desfile
del Ejército, subido a una tanqueta con su Vice es la imagen del absurdo y de
la estupidez. Se creen populares porque saben que cuentan con un grupo de
canales ensobrados por ellos mismos, como TN y LN+. Si bien no hay pauta
directa para los medios de comunicación, Nelson Castro, el Pelado Trebucq,
Jonatan Viale, Morales Solá, Luis Majul y tantos otros del “staff” deben
recibir algún favor oculto por algún lado. ¿Convicciones? ¿Qué es eso? Acá lo
que vale es “hacer caja”. Y esto no viene desde ahora. Cómo será todo, que me
resulta más creíble Página/12 que cualquiera de los otros grandes diarios. Por
lo menos hay más notas de análisis, de opinión, pero Milei jamás les concederá
una audiencia o una entrevista a quienes allí escriben, porque quiere
mantenerse como el gatito mimoso en su zona de confort. Para finalizar: Si
continúa esta escalada diplomática con Brasil, no nos van a comprar ni una
tuerca. Ellos tienen otros mercados para abastecerse, y parece ser que para los
mileístas el Mercosur no es prioridad bajo ningún punto de vista. Nos estamos
viendo pronto, espero que con noticias más alentadoras, que sin lugar a duda
nos hacen falta. Punto final.
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