Comenzamos un nuevo mes, con expectativas obviamente renovadas. Tratando, en primer lugar, de que nos alcance el dinero para que llegar al 31 de la mejor forma posible, lo cual no es nada fácil en la coyuntura actual. Hoy tengo entusiasmo por escribir, nos cobija un cielo diáfano, y el día no se presenta tan frío como sus antecesores. Todo parece indicar que se mantendrá así durante el resto de la jornada.
Es fundamental
prestar atención a lo que está pasando desde el plano económico. Las recetas
nefastas del apodado “Messi de las finanzas”, el Ministro estrella de Milei,
están naufragando irremediablemente. El FMI pide devaluar: Una abrupta devaluación traerá consigo el
aumento en los precios de los alimentos, y posiblemente de los combustibles. El
gobierno apunta a revertir el atraso cambiario y reducir la brecha entre el
dólar oficial y los financieros. Lo que pasa es que una cosa es lo que indica
la ortodoxia, y otra lo que se padece en el bolsillo. El Banco Central no puede hacerse de reservas en dólares porque el campo no liquida los granos que siguen prolijamente
almacenados en los silobolsas. Hay una clara especulación, lo cual es una
práctica habitual entre los grandes terratenientes que deben estar agradecidos
hasta la eternidad de que se hayan inventado esas bolsas para mantener la
cosecha a resguardo.
Pero hay algo
más: Este viraje puede tener un impacto en las tasas de interés que pagan los
bancos por los plazos fijos. En tal caso, al subir las tasas, volverían a ser
un refugio razonable para preservar los ahorros de la clase media. Eso haría
que no todos los pesos vayan a parar al dólar informal, y se desalentaría parte de la demanda febril por el billete. Pero lo que se maneja por ahora son meras hipótesis. El gobierno está desconcertado porque las
recetas que prometió cumplir a rajatabla no les están dando resultado. Y cerrar
el grifo de la emisión monetaria no es la mejor solución, porque habrá aún menos
plata para gastar y para consumir.
La recesión lleva ya 6 meses, un tiempo considerable, aunque quizás podemos conceder que venía de arrastre de los últimos meses de Alberto F. Pero las políticas de shock traen como consecuencia inmediata la incapacidad de la sociedad de adaptarse al nuevo orden económico. Es lógico, ya que los salarios quedan muy rezagados ante cada nuevo ajuste. Por ese motivo el poder de compra se redujo drásticamente. Los quesos, la carne, los panificados, están a valores siderales.
Se debe avanzar en la apertura de
la importación de comestibles porque –hoy por hoy- es el único paliativo para
fomentar una competencia donde los precios domésticos están muy inflados.
Tenemos el ejemplo del pan lactal de una empresa líder del mercado, casi la
única existente, que salía casi un 50 % más que el mismo producto elaborado en
Brasil (y con trigo argentino). Eso es inadmisible, y en algún momento, aunque
se nieguen rotundamente a hacerlo, habrá que implementar un esquema de control
de precios. Sentarse a la misma mesa con los empresarios y llegar a acuerdos
para que la canasta básica no se dispare. Como decía un ex funcionario, los productos que son “premium”, aumentalos todo lo que quieras. Pero no nos dejen sin milanesas con
papas fritas. Si vamos al caso, el anarcocapitalismo es tanto o más nocivo que el populismo que se ejerció con desmesura durante 12 años. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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