2 de noviembre de 2020

Que la esperanza de la vacuna no nos quite una "dosis" de responsabilidad

Lunes por la noche en la ciudad. Ayer estuve cubriendo periodísticamente una movilización feminista contra el amparo y encubrimiento a abusos sexuales en Lobos. De más está decir que el tema es de mi interés, aunque no comulgue del todo con el ideario feminista. Acá lo que está en juego son las vidas y la salud de niñas y adolescentes que fueron víctimas de violaciones o vejámenes durante mucho tiempo, mientras la sociedad hipócrita miraba con desdén lo que iba sucediendo. En este sentido, nos seguimos comportando de un modo bastante conservador, casi medieval, donde los victimarios parecen tener más aprobación que las víctimas. 

Es importante que se siga avanzando, porque por lo que se pudo escuchar en la protesta, ni la Comisaría de la Mujer, ni el Servicio de Niñez y Adolescencia, brindan respuestas apropiadas ante una situación de emergencia como es el abuso sexual de menores. Son cuestiones que no se pueden relativizar porque la Ley debe caer con todo su peso contra estos sujetos. Para ello está tipificado el delito, de lo contrario no tendría razón de ser. Podemos afirmar que sí hay una mayor tolerancia hacia las minorías sexuales (gays, lesbianas, travestis, trans), que tienen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos en definir su identidad. Pero a la gente se la sigue juzgando por su apariencia y no por su idoneidad, sobre todo para puestos de trabajo. 

Tema dos: Estuve viendo las últimas noticias sobre la vacuna para el COVID, y la posibilidad de que ésta comience a aplicarse masivamente en Argentina. Hay mucha expectativa de terminar con esta peste. El Gobierno debe garantizar que el costo de las dosis sea accesible para todos en el caso de que no pueda administrarse gratuitamente. Hasta ahora, el acceso masivo de una droga eficaz no se ha logrado, porque falta una fase de testeos en distintas franjas etarias. Pero es el mismo procedimiento para aprobar el uso de cualquier remedio.

Lo atípico que ha sido este año por la pandemia quedará en la memoria de quienes sobrevivimos a un desastre sin precedentes. Quizás parezca exagerado plantearlo en esos términos, pero las pérdidas humanas, además del estrago económico que causó, marcarán además a las generaciones futuras. Un niño que tuvo que pasar 7 meses en un estado de confinamiento probablemente tenga secuelas mayores a las de los adultos. Tuvimos que pasar a un régimen de libertad restringida, y aún resta por ver cómo se comporta la gente que asuma el riesgo de vacacionar. Hay que actuar con racionalidad, y eso implica saber que, aunque llegue la vacuna, no significa que el virus desaparecerá. El único antecedente que he vivido fue la gripe porcina o gripe "A", en 2009, pero el medicamento para curarla apareció bastante rápido, y el impacto que tuvo no fue tan devastador como el COVID. Nunca nos sentimos tan indefensos como ahora, tal vez porque desde las instituciones se apela a la responsabilidad individual, el famoso "nos cuidamos entre todos", y sin embargo quedó demostrado que cada cual se cuida su pellejo y poco le importa no joder al otro. De no ser así, el Estado no tendría que gastar recursos en controlar que no haya reuniones masivas, o fiestas clandestinas. Este verano promete ser distinto, y lo iremos transitando juntos. Punto final.



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