29 de abril de 2014

Este blog se la banca

Llueve en la ciudad, y todo parece indicar que va a seguir así. Estoy leyendo el ensayo de Beatriz Sarlo, "Kirchner: La audacia y el cálculo" (publicado en 2011). Lo había comprado cuando recién apareció en las librerías, pero me pareció un poco difícil de entender y se quedó "durmiendo" en la biblioteca. Ahora, con más tranquilidad y tiempo, lo voy leyendo de a poco. La autora hace un análisis del rol de los medios de comunicación, de las estrategias de marketing de los candidatos, de la ríspida relación de los funcionarios K con el periodismo. Pero quizás lo más interesante es que hace foco en las redes sociales como Facebook y Twitter y cómo ambas son utilizadas para hacer militancia política. 

La vedad es que estoy un poco harto de Facebook, de los "cartelitos", de las fotitos, de las frases atribuidas a Einstein o Lennon que proliferan en la red. Lo uso, más que nada, para chatear con mis contactos, que como dije una vez, conozco personalmente en el común de los casos. No acepto ninguna "solicitud de amistad" de un desconocido, primero porque no lo conozco y segundo porque no tengo ninguna intención de ser su amigo virtual. Por supuesto, cada uno tiene toda la libertad de hacer lo que quiera en la Web. Pero lo alentador es que en un corto plazo se les acabará la joda para muchos, dado que habrá que pagar para registrar un dominio de Internet y no va a estar al alcance de cualquier gil que quiera estafar gente. Hace unos días me preguntaba si, aquellos que tienen dinero para hacerlo, no deberían pagar por bajar música. Definitivamente estoy convencido de que así debería hacer, pero es un tema muy discutible. En fin, voy a seguir trabajando un rato más y luego a dormir escuchando a The Doors. Punto final.

24 de abril de 2014

La biblioteca inconclusa

Hace más de dos años, le presté un libro de Cortázar a una chica que estudiaba conmigo. No es un ejemplar fácil de conseguir: se trata de una antología, de la colección "Biblioteca personal Jorge Luis Borges", impreso en España en 1985, tapa dura, y editado por Hyspamérica (que creo que no existe más). Todavía no sé qué me motivó a prestarle aquel libro, supongo que el hecho de que me manifestó su interés por la literatura. El libro en cuestión tiene mucho valor, dado que tiene un prólogo del propio Borges en el cual explica la impresión que le produjo conocer a Cortázar y sus primeros escritos. 

El hecho es mi "amiga", que habitaba en una casa alquilada en la calle Ameghino, por un buen tiempo se ausentó sin dejar rastros. Era secretaria de un consultorio ginecológico. Meses después la vi en la calle y me comentó que padecía algunos problemas psiquiátricos que por supuesto mantendré en reserva. Me dijo además que a consecuencia de ello, debió dejar su trabajo, no tuvo dinero para seguir pagando el alquiler y se mudó a la casa de sus padres en Empalme. Lo último que supe de ella es que está en tratamiento en un Hospital de La Plata. Debido a la situación que me planteó, no puse demasiado énfasis en reclamarle el libro, simplemente le dije si se acordaba de él, y me aseguró que me lo iba a devolver como corresponde. El tiempo pasó, y el libro nunca apareció. 

Con los hechos consumados, aprendí la lección: no prestar más libros o discos, excepto a personas de extrema confianza y que se pueda dar ciertamente con su paradero. Tengo un amigo con quien intercambiamos regularmente CD's, y me los ha devuelto en tiempo y forma, en el estado en el cual se encontraban, más allá de algún rayón que no afecta en nada poder seguir escuchándolos. Pero me quedé con la biblioteca inconclusa. No me interesan las Obras Completas de Cortázar (si es que las hay), sino aquellos cuentos que reunía el libro y que me fascinaban. Y hay algo que nunca hice ni pienso hacer, que es presta plata. Eso sí que no, por más que sea un amigo de toda la vida. Se vuelve un problema, y termina siendo uno el malo de la película cuando tiene que reclamar con justicia el dinero que prestó en su momento. Además, con mis modestos ingresos, no estoy en condiciones de hacer un préstamo con nadie, al menos  por ahora. Punto final.


20 de abril de 2014

Ultimo post de Semana Santa

Ana Gabriel es, de algún modo, la versión mexicana de Valeria Lynch. Todas sus canciones son sobre amores y desengaños, pero aún así da gusto escucharla. Tiene una voz muy particular, y alcanzó popularidad en su país natal a mediados de la década del '80. En México la apodan "la reina de los karaokes", dado que sus canciones son las más elegidas para quienes desean despuntar el vicio del canto. La cuestión es que estuve escuchando su último disco, en vivo, grabado en República Dominicana. Lo que sucede es que en varias canciones deja que cante el público, muy entusiasta por cierto, y nunca me gustó demasiado esa actitud de los artistas. Pero de todos modos lo recomiendo. 

Hoy es Domingo de Pascua, lo cual no significa mucho para mí, pero sé que muchas personas de bien manifiestan una genuina devoción respecto de la liturgia y yo no soy quién para juzgarlos. En lo personal, fue un día tranquilo, me levanté demasiado tarde, y me lamenté por haber perdido buena parte de la mañana. Compré el diario, y fui un rato al Parque a sacar fotos. Es increíble que teniendo un espacio verde tan cerca del centro de la ciudad no lo sepamos apreciar y cuidar. Lo digo yo, que viví casi 30 años frente a la entrada del Parque y supe disfrutar de las caminatas y de la frondosa arboleda. En fin, luego de esta Semana Santa, mañana la ciudad se despertará del letargo y todo comenzará a girar de nuevo. Punto final.

16 de abril de 2014

Hagámonos cargo del infame 2001

Recuerdo que en 2001, más allá de la crisis y de la recesión, la mayoría de la sociedad permanecía indiferente ante lo que estaba ocurriendo. Como bien me dijo un amigo, "los argentinos sólo reaccionamos cuando nos tocan el bolsillo". Cuando asumió nuevamente Cavallo como Ministro de Economía, yo pensé: "Bueno, este tipo nos metió en esto, vamos a ver cómo nos saca adelante". Pero ni Cavallo, FMI, eran los mismos que en la década del 90. Mientras aquí seguíamos viviendo como si nada sucediera, con la mayoría de la clase media fascinada con el flamante reality "Gran Hermano", todo empezaba a derrumbarse. Tanto La Nación como Clarín se cuidaron muy bien de ser mesurados y hasta complacientes con el gobierno de De la Rúa, hasta el desenlace que todos recordamos. Ya no se podía tapar el sol con una mano. 

En su libro "Pecado original", la periodista Graciela Mochkosfky, sostiene que José Claudio Escribano, Editor de La Nación, le dijo a De la Rúa que, a cambio de apoyar desde el diario su efímero Gobierno, debía romper relaciones diplomáticas con Cuba. Los hechos demuestran que así fue, y que también intervino en el pedido el Embajador de EE. UU.
Una de las cosas que me provocó mayor vergüenza de aquel 2001 ocurrió en septiembre. Yo trabajaba en una escuela rural, como suplente. Por orden de De la Rúa, la Bandera Nacional fue izada a media asta en "solidaridad" con los atentados ocurridos en EE. UU. Los chicos no entendían el motivo, y yo no me lo podía explicar. Un país que siempre nos traicionó, nos cagó, y apoyó al Reino Unido en la Guerra de Malvinas, recibió ese "gesto" totalmente fuera de lugar. En cambio, cuando ocurrieron los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, ningún edificio público de EE. UU. tuvo sus banderas a media asta. Una muestra más de la genuflexión de De la Rúa. 

Es cierto que Menem le dejó una legado muy difícil de resolver en un corto plazo. Pero también es cierto que, en lugar de afrontar el costo político de una devaluación que era a todas luces necesaria, aquel Presidente autista mantuvo la Convertibilidad hasta que la situación no dio para más por la fuga de dólares que se produjo y que resultó incontenible. También es verdad que no contó con un salvataje financiero del FMI como lo tiene Macri, para sostener la economía. Pasaron los ministros, uno más inútil que el otro, entre ellos Patricia Bullrich (primero menemista, luego delarruista, y ahora macrista o no se qué). Pero el tiempo se iba agotando. Como todo en la vida, nada es eterno. Punto final. 


14 de abril de 2014

La figurita nueva

Parece ser que el "Indio" Solari se ha convertido en el artista más convocante del rock nacional, tal como lo definió Clarín en su edición de ayer. Para empezar "más convocante" no significa "el mejor". De todas maneras, ello implica que se ha ganado el reconocimiento masivo de los medios de comunicación.

Solari, sé que nunca vas a leer esto, pero me causás gracia. Me hubiera gustado verte a los 21 años componiendo "Canción para mi muerte", como lo hizo Charly García con Sui Generis. Lo que hiciste siempre fue una bazofia, apelando a pseudometáforas y gansadas escritas para cierto público supuestamente progre. ¡Hasta hay un libro de filosofía dedicado a desentrañar las letras de los Redonditos de Ricota! Flaco, eso es preocupante. Si la gente que te sigue necesita de un libro o de un manual de instrucciones para entender lo que decís, estás en problemas. No puedo ocultar que son fan de Charly. La diferencia con la horda que fue a ver el show de Solari es que yo no soy incondicional. Por ejemplo, el CD "Say no more" (1996), de Charly,  me pareció una porquería y lo terminé vendiendo. Partamos de la base de que Charly, Solari, o la mayoría de los músicos argentinos son adultos y por lo tanto pueden defenderse solos, no necesitan que lo hagan quienes estamos "abajo" del pedestal. Pero me parece que algo, definitivamente, no funciona bien cuando se le concede un lugar de privilegio en el "podio" del rock argentino a músicos viejos y reventados. En 1997, después del éxito comercial de "Alta suciedad", el infame Andrés Calamaro alcanzó el sitial tan deseado. Hoy se suma a esa suerte de Jardín del Edén, el Indio Solari. ¿Cuándo vendrán los rockers jóvenes (que los hay) a ocupar el lugar que les corresponde con justicia? Punto final.

11 de abril de 2014

La música como cable a tierra

Viernes por la noche en la ciudad. A riesgo de ser reiterativo, debo decir que escuchar música es una de las actividades más gratificantes. Mucho más que mirar televisión o que ver una película, a mi modesto entender. En los últimos días, casi sin darme cuenta, me encontré tarareando "Inconsciente Colectivo" y "Confesiones de Invierno", ambas de Charly García, la primera que nombré en su etapa solista y la segunda con Sui Generis. Me molesta cuando alguien dice que determinado disco o banda "es muy comercial". En primer lugar, nadie que se dedique profesionalmente a la música lo hace para perder dinero, y un contrato con una discográfica importante le garantiza una mayor difusión de su obra. Pero además están las giras, los tours, y todo lo que ello implica. Puede ser considerado comercial ¿y qué? ¿Cuál es el problema? Nadie está dispuesto a trabajar gratis, ya sea un artista o un albañil. Hace como diez años, un supervisor mío en la compañía de seguros donde yo trabajaba me contó un montón de anécdotas de Pink Floyd. Era fanático, y exhibía orgulloso todos los discos de la banda. Pero cuando le mencioné a "The Wall" (1979), el álbum más famoso del grupo, se limitó a decir: "Nunca me gustó demasiado...muy comercial". Como siempre digo, cada día aprendemos algo nuevo. Punto final.

9 de abril de 2014

Ladrillos (parte 2)

Estoy convencido de que es mejor darse cuenta de aquello que es decididamente "malo" que lo "mediocre". El diccionario de la RAE, en su primera acepción, define a mediocre como "de mediana calidad", o de calidad media. Partiendo de esta definición, uno podría aseverar que hay pocos hombres y pocas obras que alcanzan la excelencia. Por otra parte, ¿Quién se siente en la autoridad de decir que algo es excelente, cuando se trata de un juicio de valor meramente subjetivo?

Retomando las líneas iniciales, lo que es malo (una película, un programa de TV, una canción), no confunde. Es una ofensa al buen gusto y rápidamente pasará al olvido. Pero lo mediocre...es otro tema. Abunda demasiado, se consume demasiado, y (lo que es más preocupante), a menudo se "mimetiza" con algo de cierto vuelo artísitco del cual carece por completo. Hay un libro excelente que aborda esta cuestión, y es "El hombre mediocre", del filósofo positivista argentino José Ingenieros. Lo concreto es que, a riesgo de ser reiterativo, estamos rodeados de mediocridad. 

Estas consideraciones no las afirmo desde un pedestal, como si yo fuera un "iluminado", sino desde la convicción de que se van transgrediendo los límites de la calidad de un producto de consumo sin ningún sentindo, por el sólo hecho de generar rating o repercusión en las redes sociales. Ojalá que alguien se sienta identificado con lo que acabo de exponer. Punto final.

Sandro, el más grande


Estoy empezando a descubrir a artistas que antes detestaba, como Sandro. "El Gitano" fue, ni más ni menos, que el Elvis Presley argentino, y él mismo ha reconocido su influencia en muchas entrevistas. Por esas cosas del destino, ambos murieron reventados: Elvis en 1977 por un cóctel de pastillas y Sandro en 2010 por un paro cardíaco. Sandro supo, en su carrera, realizar una transición del rock a la balada romántica, protagonizó alrededor de 10 películas, tuvo su propio programa de televisión, recorrió todo el Continente hasta donde su salud se lo permitió, y luego se dedicó a vivir recluido en su casa de Banfield (una especie de "Graceland" de Elvis). Fue un grande, muy superior a Cacho Castaña o a otros que le disputan el podio. Fumaba demasiado, y por ello padecía una enfisema pulmonar. Con los años su salud se empezó a deteriorar, aunque siguió realizando shows con la ayuda de un tubo de oxígeno disimulado en el micrófono donde cantaba. Debo reconocer que las pocas películas que vi, me parecieron malísimas, pero quizás eran otras épocas, qué se yo. Sandro no es como Julio Iglesias que canta canciones pelotudas en 20 idiomas con el mismo tono monocorde y aburrido. Fue un artista único, y así lo supieron reconocer las generaciones que me precedieron. Punto final.

8 de abril de 2014

Llegamos a las 24.000 visitas

De acuerdo con las estadísticas que me proporciona Google, este blog cuenta con más de 24.000 visitas. Como es natural, uno siempre aspira a más. Pero que 24.000 personas se hayan tomado su tiempo para leer mis textos, es muy gratificante. Sobre todo, porque da fuerzas para seguir. El hecho de saber que hay gente que te elogia o te critica por un determinado post, demuestra que el blog se lee. Parafraseando a Serrat, "Nunca perseguí la gloria". Creo que tengo algunas aptitudes que otros no tienen, como escribir sin faltas de ortografía, o fundamentar una determinada posición ideológica. Pero soy uno más del montón, Internet está superpoblada de blogs. Y por otra parte, también tengo la capacidad para reconocer mis limitaciones. En fin, este hallazgo es un estímulo para seguir adelante, sobre todo en momentos donde se dice que los blogs ya soy parte del pasado y que han sido arrasados por las redes sociales. Gracias a todos los lectores, a los que conozco personalmente y a aquellos que nunca tendré el gusto de hacerlo. Punto final.


7 de abril de 2014

Prohibido quejarse

 

La realidad nos abruma y nos agobia con más frecuencia que lo habitual. Creemos que sólo aquello que vemos en los portales de noticias, o en la tele, es lo único que ocurre en el lapso de un día. O, mejor dicho, se trata de un "recorte" de lo real que hacen los grandes medios en función de distintos intereses. Hay muchísimos portales de Internet que brindan información más relevante y esclarecedora que un noticiero de tevé a las cinco de la tarde. Es cuestión de buscar, y de no quedarse en una actitud pasiva, dejando que nos den todo "masticado". Como periodista, tengo el compromiso cotidiano de brindar toda la información disponible, y no tergiversar los hechos, porque eso significaría inducir a los lectores para que piensen según lo que a mí teóricamente me conviene. Más allá de la carga de subjetividad que cada uno tenga, el que termina formándose un juicio de valor sobre ese hecho que es informado, siempre es el lector. Lo que nunca me gustó, debo decir, es que la sociedad deposite una carga bastante pesada sobre la prensa, al exigirnos que investiguemos, que chequeemos un determinado dato, porque yo no le digo a nadie cómo tiene que hacer su laburo, por lo tanto no me gusta que se metan con el mío. No es tan difícil de entender, me parece.

La mayoría de nosotros, en algún momento del día, nos quejamos de algo, ya sea porque no nos salió bien, o porque lo consideramos una injusticia, como que nos brinden un trato que –creemos- no nos merecemos. Y a medida que te vas haciendo viejo, más motivos encontrás para quejarte. A mí me pasa con frecuencia. El meollo del asunto es que nadie quiere escuchar a alguien que expone ese tipo de planteos todo el tiempo. Sólo lo hacen los psicólogos, porque les estás pagando y porque tienen una formación profesional que, en el mejor de los casos, te permite canalizar ese malhumor en una dirección distinta. Esto lo estoy diciendo ahora porque estoy tranquilo y puedo razonar mejor, pero si tengo un mal día, me vuelvo intratable. Cuando es al revés, es decir, que alguien se queja excesivamente conmigo, es una sensación similar a mirarme al espejo. Ese sujeto rompebolas soy yo, en la piel de otro.

 Debo admitir que muchas veces me quejo por hechos que no lo ameritan, y eso no es bueno, porque es una forma de inyectarse veneno uno mismo. Las noticias que veo por TV a menudo me ponen muy mal, aunque a esta altura de los acontecimientos uno se ha acostumbrado a todo, y en cierta forma, ha perdido la capacidad de asombro. Tanto los diarios como los noticieros muestran lo peor de la sociedad, y si son hechos reales es legítimo que lo hagan, pero ¿acaso nunca sucede nada bueno o ponderable digno de mención? Hay argentinos que han puesto en juego sus conocimientos y su prestigio profesional apostando a la Argentina y continúan haciéndolo pese a las sucesivas crisis que nos toca atravesar. Y que si te sirve de paliativo, pensá en la gente que la está pasando realmente mal, que no tiene un plato de comida en la mesa, o que se fundió apostando a un proyecto. Ese ejercicio mental hace que tus demandas o reclamos queden reducidos a meras nimiedades.

Mucha gente que hace grandes esfuerzos para estudiar y trabajar a la vez, personas de mediana edad que bien podrían estar sentados en el sofá y todavía tienen las ganas y la voluntad de acceder a un título, de cumplir el sueño de terminar una carrera. Si uno logra ser un poco más tolerante ante las boludeces que debemos soportar a diario. No es fácil para mí, se los aseguro, pero el resto de la sociedad no tiene la culpa de que a mí me moleste tal o cual cosa. Por supuesto, hay reglas elementales de convivencia, y cuando se transgrede ese límite, ya estamos hablando de otra cuestión, porque alguien está vulnerando nuestros derechos con el maltrato y la violencia. Pero eso ya constituye un tema que llevaría más espacio que el texto que aquí nos convoca. Punto final.


5 de abril de 2014

Clásico y moderno

Hoy por la mañana, desafiando la lluvia, fui a la panadería. Sonaba como música de fondo "Spending my time" (1991), un clásico del dúo sueco Roxette. Inmediatamente me trajo recuerdos de mi adolescencia. Mi primer (y único) disco de vinilo lo compré ese año, y me lo regaló mi papá por el Día del Niño. La elección era difícil: había en la disquería un compilado bastante interesante de FM Horizonte (hoy Radio Disney), y el álbum de Roxette. No me acuerdo ahora por qué motivo, me incliné por el disco de Horizonte. Poco tiempo después, el CD arrasó con todo. Era lo nuevo, y brindaba ventajas que el viejo LP no estaba en condiciones de ofrecer. 

El tema "Spending my time" pertenece al disco "Joyride", que se convirtió en un gran éxito en Europa y Sudamérica. No así en Estados Unidos, donde sólo algunos singles tuvieron rotación radial. A mi modesto entender, y si bien soy consciente de que estoy haciendo muchas omisiones, es una de las mejores baladas de principios de los '90. Y hasta el momento, Joyride se mantiene como el disco más vendido de Roxette. Años después, acaso arrepentido de no haberlo comprado en vinilo, lo conseguí en CD. Lo notable es que casi no tiene canciones "de relleno", todas las que forman parte del disco merecen ser escuchadas y disfrutadas. Quizás en Estocolmo, en este momento, algún sueco esté escuchando a Roxette. Punto final.

4 de abril de 2014

Basta de fútbol

Viernes con lluvia en la ciudad (dicen que el mal tiempo se extenderá hasta el lunes). Hace tiempo ya que perdí todo interés por el fútbol, en cualquiera de sus formas: torneos internacionales, partidos de Liga, fútbol europeo, o lo que sea. Recuerdo que en el Mundial anterior (Sudáfrica 2010) estaba bastante entusiasmado y trataba de estar al tanto de los resultados de los partidos. Me temo que en este Mundial no sucederá lo mismo. Por supuesto, voy a ver los partidos de la Selección, pero no mucho más que eso. 

El campeonato local (me refiero al de la AFA) es mediocre y cada día nos sorprende con algún hecho insólito, como que se corte la luz del estadio en pleno partido, que ingresen perros al campo de juego, que los hinchas del equipo rival le arrojen bombas de estruendo al arquero provocándole en muchos casos daños irreversibles en su capacidad auditiva. Todo lo que estoy exponiendo, y mucho más, es lo que los pseudoperiodistas llaman "el floklore" del fútbol. Nunca escuché estupidez semejante. Lo peor es que esa frase se ha expandido más allá de lo aconsejable y cualquier idiota la repite alegremente. El "folklore" tan mentado no es sinónimo de violencia, entiéndanlo de una vez. Seguramente, los barrabravas de la peor calaña, esos delincuentes que gozan de total impunidad, viajarán gratis al Mundial amparados por los clubes a los que dicen representar. Hasta que alguien no tome las riendas del asunto y corte por los sano, no cabe ninguna duda de que las cosas seguirán así. Hoy es mucho más seguro ver un partido por TV que hacerlo en la cancha, y es por ello que la televisación de los partidos resultó en su momento un gran negocio. En fin, me cansé de renegar. Buenas noches gente. Punto final.


3 de abril de 2014

Postales de 2002

2002 fue, desde que tengo uso de razón, el peor año que nos tocó afrontar a los argentinos. Para decirlo sin eufemismos, tocamos fondo. Por supuesto, los empresarios siempre salen bien parados ante cualquier crisis, de modo que ni se inmutaron ante lo que ocurría. El país estaba en bancarrota, había una depresión generalizada en la sociedad, sobre todo en las personas mayores, que habiendo trabajado toda su vida,  ya no encontraba motivos para seguir adelante. Nunca habían imaginado que luego de 30 años de trabajo, el país se encontraría sumido en una crisis semejante. Toda la clase media se vio obligada a recortar gastos de la economía familiar: hubo que vender autos, comprar alimentos de las comúnmentes llamadas "segundas marcas", olvidarse de las vacaciones, y soportar el vendaval. Cada uno lo hizo a su manera. Hubo muchos que quedaron en el camino, agobiados por las deudas: murieron de un infarto o se suicidaron.

En 2002 se disputó el Mundial de Fútbol Corea-Japón. Lo recuerdo muy bien: el primer partido de la Selección lo ganamos por 1 a 0 contra Nigeria, con gol de Batistuta. Tiempo después, un amigo me digo con razón: "¿Cómo puede ser que mientras el país se caía a pedazos, estos imbéciles estaban festejando un partido?". 

Pero de a poco, la Argentina se fue recuperando, quizás porque más bajo ya no podíamos caer. Asumió la presidencia Néstor Kirchner, que con sus aciertos y errores demostró rápidamente que era más expeditivo, audaz y firme que aquella caricatura de presidente que fue De la Rúa. Fue así como nació el kirchnerismo, un movimiento que continúa hasta nuestros días y que ha sido objeto de innumerables debates y polémicas. Pero me estoy yendo de tema. Simplemente quería trazar una breve reseña de lo que significó para mí haber vivido en Argentina durante 2002.

Los linchamientos

Como es de público conocimiento, se han sucedido en los últimos días una serie de casos en los cuales, ante un robo o un arrebato, los delincuentes son ajusticiados por las propias víctimas, como así también por ocasionales transeúntes que con inusual entusiamo, le propinan un feroz paliza. Es lo que comúnmente se denomina "Justicia por mano propia". Si esto continúa así, estamos en problemas. Las fuerzas de seguridad son quienes deben reducir, detener o aprehender a los delincuentes, aunque todos sabemos que muchas veces no están presentes en el lugar del hecho y demoran más allá de lo razonable en acudir para ejercer su poder coercitivo. En la edición de Clarín de hoy, el Ministro de Seguridad, Sergio Berni, admitió que la gente reacciona de este modo porque "hay cierto hartazgo". No hace falta que el citado funcionario lo diga: hace tiempo ya que hay hartazgo social, impotencia de los ciudadanos, y la sensación de que nada está exento de ser víctima de un delito. Ahora bien, de ningún modo se puede avalar la justicia por mano propia. Estaríamos retrocediendo más de dos siglos si, con distintos argumentos, se responde a la violencia con más violencia. En este sentido, aunque algunos no estén de acuerdo, creo que vivimos en la ley de la selva. La gente ya ha perdido toda confianza en el accionar de la Policía y es por ello que ha optado por castigar a los delincuentes a su manera. Por supuesto, este preocupante fenómeno social puede revertirse, en la medida que cada uno se haga cargo de sus funciones. Recuerdo declaraciones desafortunadas del ex Gobernador Ruckauf, cuando dijo sin inmutarse que "hay que meter bala a los delincuentes". ¿Eso no es incitación a la violencia? En aquel momento, más allá de que se generó un efímero debate, esa afirmación temeraria pasó casi inadvertida. Por tal motivo, si los propios funcionarios no son capaces de tomar nota de lo que está sucediendo, estamos apagando un fuego con nafta. Punto final. 

Disco recomendado del día: 
Skay Beilinson, "A través del mar de los sargazos" (2002, edición independiente)

Hasta que el destino nos alcance

  Nos tocó otros comienzo de semana con lluvia. La verdad es que hacía tiempo que tenía ganas de escribir algo nuevo. Pero, que sea algo “nu...