Sábado 23/3 por la noche. Recapitulando: Dediqué buena parte del día a tareas domésticas, que me gustaría dejar de lado, pero que son necesarias para el mantenimiento de cualquier casa, antes de que todo termine de venirse abajo. Lijé las persianas de madera de las habitaciones, la parte exterior, que ha sido la más castigada por el impiadoso sol veraniego y por las lluvias más recientes. Luego habrá que aplicar el barniz y todo lo demás. Si sólo se tratara de pintar, no me produciría gran problema, porque es relativamente sencillo. En fin, hay diversos quehaceres que surgen a diario, al igual que tenemos algún espacio para destinar a aquello que nos provoca placer.
Mientras tanto, ni bien desayuné, fui organizando la agenda para tratar de estar presente en la mayor cantidad de eventos que habrá este fin de semana. Había mucho para hacer, con horarios superpuestos, y por ese motivo tuve que priorizar o elegir algunos en particular. Cada uno se maneja como mejor le parece, pero en mi caso, sólo le pediría a un colega que me facilite su material si se trata de algo realmente importante y yo no pude asistir. De lo contrario, me las arreglo solo.
Nunca voy a entender por qué no hay una mínima planificación para
evitar que esto pase. Es decir, hay fines de semana anodinos que transcurren sin
pena ni gloria, y otros donde te encontrás con una avalancha. Visto que –al
parecer- a esto nadie parece importarle, tampoco voy a preocuparme si no puedo
estar en todos lados.
El lector no se dedica, obviamente, a leer, sino también a mirar, por esa razón las fotos son el complemento esencial de toda nota. Y estuvo bueno haber compartido esta movida itinerante, conocida como “LATA” (Lobos Arde, Talleres Abiertos), en su octava edición. Lo que me sucedió es que como llegué a los primeros espacios cuando todo recién estaba comenzando, en las imágenes no se aprecia la afluencia de público que se registró una o dos horas después. Si vos organizás algo y querés que tenga repercusión mediática, deberías pensar no sólo en el público, sino también en la prensa.
Ahora bien, suponiendo que la cobertura periodística no te interese, está okey, porque uno se da cuenta, a escasos minutos de llegar a un lugar cualquiera, si sos bien recibido o si te miran como si fueras un bicho molesto que cayó de casualidad para cortarles la joda de la bohemia, y esa onda de hippies que se dicen progresistas, ambas cosas totalmente decadentes y demodé.
¿Para
qué molestarse en redactar una nota que ni siquiera los propios protagonistas
van a leer? ¿Por qué no se juntan en una quinta a chupar vino, recitar poesías,
o tocar la guitarra, si eso es todo lo que tienen para ofrecer? No lo digo por nadie en concreto: "A buen entendedor..."
Aunque no tengas ganas o entusiasmo para ir desandando lo que a priori parece ser un día complicado, yo comprobé que una vez que te zambullís, ya dejás de hacer esas especulaciones o conjeturas. Dos o tres entrevistas cortas, un par de fotos, y listo. Con la experiencia, también podés pasar por alto lo que sería una crónica extensa (de nulo interés para el común de la gente). No es tan complicado advertir si un determinado hecho merece una cobertura amplia y generosa, o si no da para más que dos párrafos.
Hay ocasiones en que el periodista se convierte en un outsider : Estás ahí porque te invitaron, pero nadie te da bola. No obstante, ya estás “metido en el baile”, como decían antes, así que le das para adelante.
La verdad es que, si intento recordar ahora algún momento
desagradable en 22 años de profesión, no se me viene a la mente ninguno. Sé que los ha
habido, no me caben dudas, pero no han sido traumáticos. Quizás te vas olvidando de esos
papelones porque funciona como un mecanismo de defensa. Si lo recordaras todo
el tiempo, esos episodios vergonzantes que datan de hace varios años te conducirían a la inseguridad y el estacionamiento.
Creo plenamente que lo fundamental en esta vida es no perder la capacidad de maravillarnos por las pequeñas cosas: Conservar la curiosidad, la sorpresa. Tener margen para la experimentación. Descubrir qué se esconde detrás de una simple anécdota, dado que por lo general está situada en un contexto que es lo que le otorga valor.
Estoy convencido de que pasarán los años, pero
la gente tendrá que seguir comunicándose personalmente como ha sido hasta
ahora. Ni el celular ni la Inteligencia Artificial nos van a doblegar. Vamos a continuar haciendo sobremesa, o sentándonos a tomar un café cada tanto, ya sea hablando de bueyes perdidos, o de asuntos más
serios. Tenemos que seguir saludándonos por la calle, y no importa lo apurado
que estés, darle un abrazo a un amigo. Es lo que distingue a la idiosincrasia
pueblerina.
Por eso, reitero que recuperar el placer asentarse en lo cotidiano, nos hace valorar más lo poco o mucho que tenemos, y nos pone en perspectiva: Somos un grano de arena en medio del desierto. Creerse en un sitial superior no sólo en una insensatez, es una estupidez. Punto final.
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