Se está yendo el
verano. Lo cual en apariencia carece de toda novedad y casi no tendría sentido mencionarlo. Pero no lo es, si tenemos en cuenta que el año pasado, la primera
quincena de marzo nos castigó con una inusitada ola de calor que como ustedes
recordarán, incluyó la suspensión de clases presenciales, y varias actividades más en
el marco de una situación excepcional.
Todo hace pensar que esta vez eso no sucederá. Hay una gran amplitud térmica. Es decir que si salís de tu casa a las 8 AM probablemente esté algo fresco, alrededor de las 10 todavía persiste el calor, y ya para la noche retrocede nuevamente en un promedio de 15 grados. Se espera, además, una cosecha aceptable ya que ha llovido mucho más que en todo 2023.
Pero lo que he notado desde hace ya largo tiempo, es que algunas
personas ligadas al “campo”, nunca están conformes con nada. Nunca los escuché decir
que les está yendo bien, aunque realmente sea así. Quizás en su momento se mostraron satisfechos con la
quita de retenciones que implementó Macri, pero siempre subyace la queja
ante cualquier cosa, cuando se sabe que muchos tienen una ganancia extraordinaria
y les pagan a los peones o caseros sumas paupérrimas o en negro (reitero, NO son
todos y por ende estarán aquellos que tendrán la consideración necesaria para
que esos empleados estén en regla).
Me fui de tema, pero pese a ello lo voy a continuar: No es el objetivo de esta nota alimentar la eterna grieta entre el campo y un gobierno en particular. De hecho, mi tío es apicultor, y en el campo trabajan también mis primos. Tiene un patrimonio austero y le apasiona lo que hace.
Sin embargo, ese
deja vu que data de 2008, está lejos de resolverse o saldarse. Es imperdonable
que hayan pergeñado una suerte de “lockout” y que hayan forzado a los
camioneros a no distribuir a los supermercados y comercios de mercadería básica.
En aquel tiempo consideraba justo el reclamo, pero mi percepción fue cambiando.
Es decir, puede que sea justo o razonable, pero haber adoptado esa medida
extrema, casi patoteril, bajo un “paraguas” que se dio en llamar Mesa de
Enlace, me resulta nefasto analizándolo en retrospectiva.
Como ninguna de
las partes (Gobierno vs. Mesa de Enlace) estaban dispuestas a ceder, el
diferendo se dirimió en aquel imborrable “voto no positivo” de Cobos, que tuvo
que desempatar y selló la suerte de la iniciativa impulsada por CFK. Previamente, Cristina
fue acrecentando la escalada de la disputa, inclusive utilizó la Cadena
Nacional para ese fin, y con los hechos consumados, todo ello fue un revés que –a
mi modo de ver- fue la primera gran crisis que tuvo el kirchnerismo. Quedaron
totalmente descolocados, precisamente por apostar “A todo o nada”. Alberto F.,
por entonces Jefe de Gabinete, tuvo que renunciar porque tenía una vocación dialoguista
y para los talibanes K eso era inaceptable. Se dejaron llevar por la soberbia,
por eso es importante ver las dos caras de la moneda. Se dice que, tras ese
mazazo, CFK acusó el golpe, se derrumbó y hasta amagó con renunciar. Hay varias
hipótesis al respecto, sin embargo, transcurridos casi 15 años no hay manera de comprobarlo.
Cobos, de haber
renunciado, y con un alto grado de popularidad (solamente sustentado en aquella
votación), podría haber hecho una carrera política interesante e incluso, ser
el candidato ideal dentro de la UCR para las elecciones que se avecinaban. Pero no lo
hizo. CFK y el Vice nunca más se dirigieron la palabra. La frialdad entre ambos
era palpable, aun cuando tenían que compartir algún inicio de sesiones y no les
quedaba más que el recurso de una distante cortesía. Néstor todavía estaba
vivo, y hubo muchas deliberaciones en la Rosada respecto a cómo seguir.
Recordemos que Cristina había asumido su primera presidencia el año anterior a que estallara todo el quilombo,
pero lo más notable es que consiguió ser reelecta. Al fallecer su marido, ya no
estaba la posibilidad de ir alternándose los mandatos recíprocamente, aquella maniobra
que se conoció como “doble comando”. Y aquellas listas testimoniales, en las
cuales aparecían como primeros candidatos gente que todos sabíamos que sólo
prestaba su nombre pero que no iban a asumir, fue una vergüenza institucional.
Para no hacerlo
demasiado extenso, ahora estamos en 2024, y yo realmente no sé si algo ha
cambiado: Me refiero a la relación que puedan tener los
libertarios con el campo, si tenemos en cuenta que el Presidente es un mono con
navaja. En una próxima nota, si me tienen paciencia para hilvanar con más precisión algunas ideas, volveré sobre este tema con un enfoque más apropiado. Nos estamos
viendo pronto. Punto final.
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