3 de marzo de 2024

Causas y consecuencias

 

Domingo por la mañana en la ciudad. Mientras me cebo unos mates, trato de aprovechar este momento del día para dedicarme a todo lo que no pude hacer el resto de la semana, y también para despegarme transitoriamente de la “rosca”. Para escribir, aunque sea cualquier tontería, prefiero el silencio. Para leer, lo mismo. Es indistinto si vamos al caso, porque necesito un grado  de concentración en lo que estoy haciendo.

  

Si vas a dirigirte a una persona para plantearle un reclamo o una queja, es necesario que tengas argumentos sólidos. Hay gente que es muy hábil para desviar el tema, para no responder abiertamente lo que vos le estás recriminando. El arte de negar todo, de mentirte en la cara, es inaceptable. Pero pasa todo el tiempo, en las oficinas públicas, en los comerciantes que quieren venderte cualquier porquería... No hace falta abundar en detalles.

 

Cuando algo afecta mis intereses, como les puede suceder a cualquiera de ustedes, mi primer recurso es ser componedor, evitar ir al choque. Pero si no queda otra opción, voy al hueso: Tengo que confrontar a quien me está perjudicando. Yo defiendo lo mío. Claro que, ya a esta altura, no me cagaría a trompadas con nadie, eso está totalmente descartado. Incluso siendo más joven nunca me caractericé por irme al mazo. Digamos que no es la mejor solución: Pueden denunciarte y termina siendo un problema más. Llegado el caso, también podrías denunciar vos al otro, pero litigar es muy tedioso 


En resumen: Aunque que ninguna de las dos partes accione legalmente, el problema seguirá estando ahí, sin resolverse. Y eso es volver a foja cero.

 

No obstante, siempre pienso en aquella frase de El Quijote: “Ladran, Sancho”. Si la gente habla de vos, puede ser por varios motivos, pero uno de ellos es que mencionan o destacan tu trabajo, las cosas que hacés, o la creatividad que le ponés. Y por otra parte, los comentarios desfavorables surgen de la envidia o del desconocimiento.

 

Voy a explicar brevemente este punto. Me ha pasado de escuchar a gente amiga, hablar mal de un tercero. A veces me hago el gil, pero cuando ya estoy un poco podrido, le digo: “¿Pero qué te hizo Fulano, qué tenés en contra de él?”. Conclusión: No saben qué responder. Queda en evidencia que ese tipo que constituye el centro de la conversación no los perjudicó para nada. Esa malicia desplegada entre cada sorbo de café pasa por otro lado, e incluye atribuirse méritos que no son tales para restárselos al hipotético “enemigo”. Por ejemplo, afirmar que Fulano aprendió todo lo que sabe gracias a él, y que es un desagradecido, un ingrato, que no tiene capacidad para crear un estilo propio. O “no sabe escribir, ni siquiera puede redactar una necrológica”. ¡Loco, qué te importa a vos, si es así que haga su vida! En fin, la lista de pelotudeces que se dicen es bastante extensa y me demandaría varias notas. Pero tranquilos, no lo haré, porque creo que se entiende lo que pretendo expresar. 

 

Todo lo que hago a nivel laboral, tiene como premisa el profesionalismo. Puede que el resultado no sea el que yo pretendo, pero no pierdo de vista el objetivo. Así funciona. La gente no tiene la culpa de tus problemas, frustraciones o fracasos. Todo eso se elabora o se procesa otros ámbitos.  Ya sé, dicho así para muy fácil, y probablemente no lo sea, pero es lo único que se me ocurre decir en este momento.

 

Alguien me podrá ver tomando un café a las 10 de la mañana y decir: “Mirá este, es un vago”. Me ch.. un h…!!! Porque cuando vos dormís, yo trabajo, y viceversa. Porque cuando yo escribo un texto y lo corrijo 10 veces, vos no podés ni hacer la “o” con un vaso. No jodamos. Si yo te pidiera plata para tomar ese café, sería distinto. Pero como no lo hago, no tenés derecho a juzgarme, ni a mí ni a los otros que están en ese bar a la misma hora. Cuando estoy ahí, me quedo unos 30 minutos y sigo viaje. Hay algunas excepciones, pero ya mencioné en otras notas, y tienen que ver con aquellos que viven de la especulación o de la timba financiera. Están todo el día, son un mueble más.

Otra cosa: Se sigue diciendo erróneamente que los periodistas somos "formadores de opinión", como si la opinión pública fuera un trozo de plastilina que puede moldearse a su antojo. Ese modo de pensar no hace más que subestimar a los lectores o televidentes, creyendo que no tienen la capacidad de formarse un pensamiento propio, más allá de lo que uno diga o publique. Ellos tiene ideas y creencias preexistentes, y todo ello tiene un peso al momento de fijarse una postura.

Para concluir, a veces me preguntan si este blog se dedica a una temática en particular, o si tiene un estilo definido. Bueno, la verdad es que no.

Cuando empecé a escribirlo, no tenía un perfil crítico, los posteos estaba más relacionados con cosas que me provocaban curiosidad, con el hecho de observar las tendencias, cambios, o fenómenos sociales, modestamente hablando. Es como mirarse el ombligo, porque es obvio que la carga subjetiva que puede caber en un análisis de ese tipo siempre está.

 

Pero, volviendo al tema, creo que la persona que lee asiduamente un blog cualquiera (no sólo éste), ya sabe con qué se va a encontrar. En lo que a mí respecta, puede suceder que publique de buenas a primeras sobre un tema que me incentiva a escribir, y que quede medio descolgado. Esos virajes tienen que ver en que no quiero sentirme atado a escribir comentarios ácidos o irónicos todo el tiempo, como los que abundan en los memes o en Tik Tok. Te vas repitiendo sin darte cuenta, pero aun así, vos no sos el mismo. Nos estamos viendo pronto. Punto final.   


No hay comentarios.:

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...