25 de noviembre de 2020

Y un día dijo adiós...

Si bien la noticia no deja de impactar, debo decir que no me sorprendió excesivamente la muerte de Maradona. Ojalá lo estuviera, pero cuando todos vimos las imágenes del homenaje que le hicieron al cumplir 60 años, supimos que algo no andaba bien. Que algún día no habría milagro que lo rescatara de los excesos, que no era eterno. Es, sigue siendo, la persona más famosa del país. En lo personal, sufrí una gran decepción con él por el doping positivo en el Mundial de 1994, más allá de que la sustancia haya sido cocaína o no. A partir de allí, perdí todo interés por saber de su vida, aunque era inevitable dado que Maradona siempre fue noticia y los medios informaban cualquier gansada que hacía. Esto nos demuestra, además, que los años de adicción a la cocaína le pasaron factura. Al igual que Charly García, que por suerte sigue vivo y es una de las grandes leyendas de la música. Se dice que a Diego lo fue matando el entorno, pero es él quien eligió rodearse de esas personas que estaban a su lado sólo por la guita. Se viene una gran batalla judicial por la herencia de El Diez, que se dirimirá entre los hijos ya reconocidos y aquellos que quizás tuvo en Cuba o en otros lugar. Vivió como quiso, pero también como pudo, pese a que tuvo el mundo a sus pies.

Bocón, promiscuo, tramposo, talentoso, insolente...todos esos calificativos (y muchos más) caben para Maradona. Es probable que durante varios días el periodismo deportivo le dedique un generoso espacio en las páginas de los diarios. Bien podríamos decir que es la última gran figura que dio el fútbol argentino. Sin contar a Messi, porque, como se sabe, las comparaciones son odiosas.

Los últimos años de su vida lo encontraron con la salud quebrantada, su físico privilegiado acusó recibo de años de adicciones, primero a la cocaína y luego al alcohol y las pastillas. No tengo demasiados recuerdos del Mundial de México '86 porque era muy chico, sí tengo más presente en la memoria la hazaña de llegar a la final el Mundial Italia '90. Pero nunca me pareció ni un ídolo ni un dios, mucho menos un salvador. Fue un jugador excepcional, quizás el mejor de todos los tiempos. Y ahora es el recuerdo de una Argentina que tiene una necesidad dolorosa y patológica de tener ídolos o héroes, sobre todo en el ámbito del deporte. Punto final. 

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