El Gobierno está jugando con fuego. A pesar de ser distorsivo, el cepo cambiario era un mal necesario para una economía que todavía no había dado señales de despegar. El impacto de los aranceles comerciales que impuso Trump, sumado al aumento de la inflación doméstica, empujaron la cotización del dólar blue en los últimos 15 días, en los cuales la divisa no dejó de escalar. Podemos suponer que el lunes será un día complicado, habrá que ver cómo reaccionan los mercados tras la eliminación de las restricciones que implican una devaluación promedio del 30 %, una brecha que se espera poder compensar con el desembolso que hizo el FMI. El mismo ministro, en dos gobiernos diferentes, es el arquitecto de estas reformas. Estamos hablando de Luis Caputo, quien ocupaba la cartera de Finanzas durante la gestión de Macri, cuando también se levantó el cepo y la situación se le fue de las manos. Por eso vale decir que el gobierno se está enredando en su propio laberinto. Todos los bienes que tengan componentes importados subirán, y también caerán en la volteada los combustibles.
No lo estoy diciendo yo: Es un hecho que se ha sembrado una
gran incertidumbre sobre qué pasará a partir del lunes cuando se reanude la
actividad bursátil. Se podría haber avanzado de forma gradual, ir desmantelando
el cepo de a poco para evaluar el comportamiento de la economía, en lugar de
hacerlo de un modo tan abrupto. En el mejor de los casos, uno puede pronosticar
un dólar alto como el de los últimos días, un billete que ya dejó de ser barato
como lo era hasta el final de verano. Todo me hace pensar que la cotización va
a pegar un salto desde el primer día y que seguirá subiendo sostenidamente y
sin techo hasta que toque la banda de los 1.400 pesos que fijaron desde la
Rosada. A partir de ese límite, se prevé que haya una intervención del Central
como venía siendo hasta ahora, vendiendo reservas para contener la disparada.
Es un escenario
complejo, con muchos actores en juego, y tampoco será tan fácil para cualquier
persona comprar dólares como si fuera a comprar un paquete de cigarrillos. Alguna
limitación tiene que quedar en pie para disipar el riesgo de una corrida, que
está más latente que nunca. Mientras tanto, no sería extraño que haya una
remarcación masiva de precios en las góndolas, y que todo ese cóctel termine
empujando la inflación hacia arriba. Por ahora son todas conjeturas e hipótesis
que están basadas en el resultado negativo del anterior levantamiento del cepo.
Haber vuelto a pedirle plata al FMI fue un grave error, porque esa deuda, como
cualquier otra, genera intereses, y se va a refinanciar varias veces hasta que
se pueda saldar, si es que alguna vez se logra. Las similitudes con Macri ya son
más que sorprendentes. El nuevo acuerdo con el board del organismo, como
cualquiera que se suscriba, seguramente contiene varias cláusulas y una “letra
chica” que el gobierno no dará a conocer de buenas a primeras. Milei, que es
economista, debería saber que la principal preocupación de los argentinos es la
estabilidad y no su sustento ideológico. Los salarios, que ya de por sí son
bajos, perderán ante la inflación y la estampida de precios, habrá más
aumentos, y pocas recetas para morigerar el impacto desde la ortodoxia de
manual. No es tan sencillo como parece. Al establecer una banda de flotación,
el Banco Central sigue jugando un rol clave con sus intervenciones en el mercado
para evitar que el río se salga de cauce. Por supuesto que quemar reservas no merece
siquiera llamarse receta, sino que es el primer recurso al que echan mano los
gobiernos cuando el mercado no responde como ellos quisieran. La turbulencia
financiera tiene numerosas causas, y más allá de que hay una crisis
internacional, una economía fuerte se distingue por saber cómo surfear en las
olas de un mar picado.
Mientras tanto,
aquellos que no viven de la timba ni de la especulación siguen siendo los más
perjudicados. Las tarifas del transporte hacen que para viajar a laburar haya
que gastar cada vez más, que la plata no rinda, que el changuito del súper esté
cada vez más vacío, y que los precios de los medicamentos se despierten del
letargo para retomar una espiral ascendente como la de fines de 2023 y
principios de 2024. Lo único que puede decirse como novedoso es que el gobierno
se jugó a todo o nada, viendo cómo se le quemaban los papeles en un año
electoral, donde la marcha de la economía juega un rol fundamental en la
intención de voto. Un contexto de volatilidad hará que la precaria estabilidad
conseguida quede en el arcón de los recuerdos. Se terminó la ilusión del dólar
barato. Y se abre un proceso cuyos resultados condicionarán el devenir de las
próximas elecciones. A partir del lunes, ya nada será igual. Nos estamos viendo
pronto. Punto final.
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