6 de abril de 2025

Un domingo con mateada

 

Me preparo unos mates. Pero el agua está muy caliente, ya me doy cuenta con el primer sorbo que me quema la lengua. Le agrego agua fría a la pava y ahora parece que sí, que le encontré el punto justo para iniciar la clásica mateada del domingo. Aclaro que no soy un eximio cebador ni un "sommellier de la yerba". 


La verdad es que estoy pensando en un relanzamiento personal. En descartar hábitos que no me hacen bien y en sumar aquellos que me ayudan a sentirme más lúcido e inspirado. Es un proceso que me parece propicio, me refiero que todos nos planteamos para encontrar un equilibrio en alguna etapa de la vida. Si no lo hacemos, el cuerpo o la mente nos pasarán factura, más tarde o más temprano. Y antes de que sea demasiado tarde, podemos activar los resortes de nuestra personalidad para adoptar nuevas conductas.

 

Los domingos no son los días que más me agradan, no lo paso muy bien, pero sé que eso tiene que cambiar en algún momento. Y el único que puede moldear su propia vida es uno mismo. No hay recetas mágicas, simplemente se trata de buscar momentos de placer porque la vida en general nos agobia con problemas y preocupaciones. Para mí, el hecho de haber elegido ser periodista es una satisfacción personal. Tuve la suerte de que mis padres y mi hermano me motivaran y apoyaran siempre, aunque en su fuero íntimo quizás hubieran deseado que yo estudiara otra carrera. Como siempre me gustó escribir, ya tenía un punto a favor. Pero, por supuesto, eso no es suficiente para redactar una buena crónica o un buen artículo. No alcanza con el voluntarismo o el entusiasmo. Es imprescindible una formación que te indique cómo resguardar tus fuentes confiables, el “off the record”, cómo brindar al lector todos los datos que necesita saber, cómo utilizar el léxico adecuado, el poder de síntesis, y tantos recursos más.


Lo que escribo siempre fluye mejor cuando hay silencio en la casa, y lo mismo cabe cuando tengo que estudiar. Puedo concentrarme mejor en lo que estoy haciendo, por eso diría que el silencio es útil para muchas cosas. También para leer. Cuando voy a un bar, aunque tengan los diarios del día y me interese hojearlos, se me hace imposible leerlos si el volumen de la música funcional está muy fuerte. Soy un poco maniático, lo sé. La ausencia de ruido nos pone en contacto con nosotros mismos. Pero vivir solo, por ejemplo, es difícil. No tenés nadie con quién conversar, no le podés echar la culpa a nadie de lo que te pasa puertas adentro porque el único habitante sos vos, y si se te quema la comida o te pegás un resbalón en el piso es responsabilidad tuya. Yo quizás antes era más independiente, hacía más cosas por mi cuenta, pero no logro recordar cuándo fue que eso cambió. Imaginate que yo vivía en Buenos Aires siendo muy joven y me iba a cualquier lado, me tomaba el subte y enseguida llegaba adonde yo quería ir. Ahora hace muchísimo que no voy a CABA, en principio porque es muy caro, y en segundo lugar porque mis amigos de antaño ya no viven en el lugar donde lo hacían antes. He perdido contacto con ellos. Para hacer compras tampoco es necesario, podés conseguir lo que necesites por Mercado Libre, o por otra plataforma de e-commerce. Lo único que está bueno es ir a un shopping de vez en cuando, para pasear un rato y despejar la cabeza, aunque posibilidad de hacer compras esté restringida porque se sabe que el valor de comprar algo allí supera holgadamente el de un negocio cualquiera que esté fuera del predio. Los trámites digitales que se están implementando también hacen que no sea necesario trasladarse a Buenos Aires para renovar o tramitar un determinado documento.


Mi interés está puesto en conseguir nuevos aprendizajes. Dicen que todos los días se aprende algo nuevo. Yo no estoy tan seguro de que sea así, pero sí creo que podemos darnos la oportunidad de abrirnos las puertas al conocimiento. No hace falta mucho, podés leer todos los días un artículo de Wikipedia, escuchar un podcast en Spotify, abrirte al mundo aunque no salgas de las cuatro paredes de tu casa. Y la soledad tiene aspectos positivos: Por ejemplo, un feriado podés quedarte a dormir hasta tarde y que nadie te rompa las bolas. Sí es cierto que hay mucha gente que vive sola y que tiene dificultad para poder socializar. En mi caso, yo vivo con mi familia, pero fuera de ese núcleo no tengo muchas oportunidades de interactuar con personas, excepto que sea por mi trabajo. Mis amigos tienen sus respectivos empleos y horarios, y rara vez coincidimos como para tomar un café o ponernos al día con nuestras vidas. Yo soy poco afecto a la virtualidad, excepto cuando no hay otra opción. Como bien decía mi viejo, cuando hay una disputa, un conflicto, o algo importante que decir, “por teléfono no arreglás nada”. Hay cosas que por su magnitud no se deberían expresar por WhatsApp, el peso que tienen hace que requieran de una conversación personal. Con mis clientes me manejo por WAP sólo para dejarles el recibo de la publicidad o bien para acordar una modificación que sea necesaria hacer en los valores. Para otros menesteres, prefiero concurrir in situ y escuchar cuál es la idea que ellos tienen para pautar un aviso, qué datos desean agregar, si les interesa replicarlo en las redes… Todo se conversa, porque aunque la palabra ya no valga más que un documento, es un instrumento fundamental de comunicación. Hay determinadas situaciones que requieren la presencialidad, por más que estemos inmersos en una etapa de despersonalización cada vez mayor. No podés separarte de tu novia por un mensajito de texto o lo que fuere. Aunque la charla no termine de la mejor manera, hay que hablarlo. Tampoco se puede cerrar un acuerdo comercial serio por mail. Por eso, como suelo decir, todo me hace pensar que somos seres analógicos en un mundo digital, pero seguimos sin entender los códigos de la comunicación ni el contexto adecuado para cada una de ellas. En la próxima nota profundizaré más sobre este punto, sobre la gente que no sabe o no quiere aprender qué herramienta utilizar para comunicarse según la sensibilidad del tema a abordar, como una ruptura sentimental, un accidente, o una pérdida. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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