Parece que
hubiera ocurrido en la prehistoria, pero ocurrió anteayer. Esto ocurre porque las noticias pierden
actualidad rápidamente. Finalmente, la Cámara de Diputados dio luz verde al DNU
del Gobierno que habilita a la negociación con el FMI. Fue en el marco de una
sesión extensa en la cual no faltaron las chicanas, los pases de factura y los
cruces entre los legisladores. Un espectáculo vergonzoso, en la misma jornada
en que se organizó una nueva protesta contra el ajuste a los jubilados. La
presencia de manifestantes fue variopinta y excedió a los integrantes del
sector pasivo. Estuvieron referentes de La Cámpora, partidos de izquierda, pero
ello no le resta legitimidad al reclamo. La concurrencia fue menor a la de la
semana anterior, y hubo algunas escaramuzas entre las fuerzas de seguridad y
los peticionantes promediando la noche. Afortunadamente, ninguno de ellos pasó
a mayores.
En lo que a mí
respecta, nunca bajé los brazos a pesar de las adversidades. He pasado por
momentos muy gratificantes y otros no tanto, pero nunca tiré la toalla. Y menos
voy a hacerlo ahora, cuando me estoy preparando para volver a capacitarme en el
Centro de Formación Profesional, cuando la actividad política comienza a salir
de la modorra, cuando se respira otro aire que es el de una nueva realidad que
nos toca vivir. “Otro aire” es una expresión quizás demasiado presuntuosa, pero
que tiene que ver con los hábitos de consumo, con las tendencias culturales,
con los cambios que se van dando a un ritmo imperceptible pero sostenido. Es
tal cual como lo digo: Hoy no podemos notar muchos matices o diferencias, pero
dentro de dos o tres décadas se podrá analizar con mayor claridad la economía,
la irrupción de la antipolítica y de los outsiders, los nuevos liderazgos. No podemos permanecer
con la guardia baja en medio de ese contexto.
Nadie pensaba que
Milei podría llegar a ser presidente, y sin embargo ahí lo tenés al tipo,
acumulando millas en viajes a EE.UU. y a la elite del poder mundial. Es un
fenómeno nuevo, porque si se descalabra la inflación nuevamente, ya tendrá la
Espada de Damocles sobre su cabeza. Es lo único que lo sostiene, porque la
negociación con los adversarios no es su fuerte. Tiene un discurso violento,
vulgar y disruptivo. Carece de la estatura de un presidente que se ha
consolidado en el ejercicio de la función pública. El problema es que “la
casta” a la cual tanto denostaba es el sector al cual pertenece hoy. La
burocracia de los pasillos de la administración pública. Las ínfulas de
desregulación y privatización. Los pasos en falso que parecen, para ser francos,
pasos de comedia. La pobreza que sigue creciendo entre los sectores excluidos
no parece hacerle mella por ahora, y la oposición todavía no logró reaccionar
como debería hacerlo ejerciendo ese rol que le fue conferido. Los radicales
cometen muchos errores e imprecisiones, los del PRO se pasan a las filas del
Gobierno, los kirchneristas se contentan con conservar una porción de ese
electorado que les sigue siendo favorable en las urnas. ¿Cómo es posible que
alguien salido del panel de un programa mediocre como Intratables hoy sea
Presidente? ¿Por qué se votó esto? Una posible respuesta puede ser que haya
sido como reacción ante la dirigencia tradicional que ha hecho desastres en
este país desde hace casi un siglo.
2024 fue un año
flojo en el plano personal, y en lo que va de este 2025 no registro todavía
algún momento memorable. Pero lo que sí puedo afirmar es que desde el día uno, encaré este ciclo
con mayor esperanza. No podemos hacer de cada instancia un gran acontecimiento,
porque no sería un análisis real. Si cada día esperamos que nos pase algo
extraordinario, vamos camino a la frustración. Hay que trabajar para concretar
esos logros que anhelamos a mediano plazo.
Sin darme cuenta,
cambié de tema, venía hablando de la política nacional, pero no lo hice de un
modo antojadizo. Lo hice porque para mí las decisiones que vienen desde la
política también ejercen una influencia en el comportamiento de la gente. No
importa que tengamos un gobierno proteccionista o de corte liberal, lo más
relevante es comprender que todos somos responsables de forjar un futuro. Si
delegamos en nuestros representantes es porque la democracia es representativa,
no por otra razón. Pero eso no nos exime de la responsabilidad de ciudadanos.
Por eso, voy y vengo con la misma idea. Para que un determinado período sea de
prosperidad, es necesario hacer algo. Las cosas no vienen solas. Yo acepto que
2024 no fue un gran año a nivel personal, pero eso no quita que este 2025 no
pueda serlo. Las expectativas se van acomodando en función de lo que nos toca
afrontar. Si estamos ante un escenario de crisis e hiperinflación, habrá que
aceptar que nos encontramos ante una situación incómoda para poder despegar y
progresar. Lo mismo cabe si se nos presenta una recesión, como está sucediendo
ahora. De todos modos, lo más fácil sería buscar excusas en el “afuera”. Que el
país no esté en su mejor momento no debe ser un limitante, lo único que es útil
en esos casos, como dije antes, es adaptar las expectativas, lo cual no
significa renunciar a ellas. Es posible que hoy no sea el contexto más
adecuado, pero eso no significa claudicar en nuestros sueños. La mayoría de la
gente sueña con un futuro mejor para sí misma y para sus familias. Nadie juega
para que le vaya mal o para seguir hundiéndose en el pantano.
Yo diría que tenemos
mucho de autoboicot en nuestro ADN, eso es cierto. Somos nosotros quienes
saboteamos nuestro real potencial y le vamos bajando el precio a nuestras
capacidades porque no encontramos incentivos en el exterior. Es una
autolimitación que nos imponemos casi sin advertirlo. Cada uno conoce sus
puntos débiles y sus fortalezas, y yo antes no le daba bola a todo lo que estoy
diciendo, hasta que llegué a una determinada edad en la cual busco otros
intereses. Lo que a mí me atrae como desafío no es lo mismo de hace 10 años.
Cuando sos adolescente, vivís sin responsabilidades, no tenés que trabajar, tus
viejos te bancan los gastos, todo parece fácil… Y de repente te encontrás con
que tenés que pagar un montón de cuentas, sostener tu economía, generar
ingresos, administrar la plata que ganás. La transición de la adolescencia a la
adultez nunca es sencilla. Al principio cuesta mucho entender esos cambios, que
van cayendo como las fichas de un dominó. Ya cuando pasás los 40, seguramente
tenés un hijo a cargo o formaste una pareja, y las responsabilidades son otras.
La vida misma te lleva por esos caminos, te va interpelando, haciéndote
preguntas. Aparecen las dudas, los miedos… Otros miedos, no los que te
aquejaban cuando tenías 18. El miedo a perder el laburo, a no llegar a fin de
mes, a no poder superarte porque sentís que ya llegaste a un “techo”… Y
hablando de techo, el mayor desafío pasa por tener una vivienda propia, o aunque
más no sea un terreno, un tema que ya hemos abordado en este blog. Para aquel
que percibe una suma promedio, se hace muy cuesta arriba alcanzar esa meta. Y
destinar una porción de tu sueldo todos los meses para pagar un alquiler
tampoco es una situación grata. Algunos lo verán de otra forma, yo no soy el
dueño de la verdad, simplemente expreso lo que para mí debería ser una
prioridad y que se vuelve tan engorroso como complejo. Además, hay que pagar
impuestos, servicios, tasas municipales… Todo eso te empuja a decirle adiós a
la adolescencia. Te das cuenta de que esa etapa terminó, no porque lo diga tu
edad, sino porque lo que te toca vivir es distinto. Antes no era tan difícil,
si hasta con el Secundario completo alcanzaba para acceder a un buen trabajo, y
hoy es un requisito mínimo e imprescindible en cualquier currículum que vayas a
presentar. Pero no les doy más lata. Es una próxima nota voy a hablar un poco
de eso, de la educación formal, de cómo cambió y qué contenidos que hoy se
enseñan, no existían hasta hace unos pocos años. Punto final.
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