17 de marzo de 2025

Comienzo de semana

 

Lunes en la ciudad. Últimos días del verano. Ya tengo casi resuelto retomar el gimnasio. Me gusta ir, lo que pasa es que cada uno, como es natural, hace su rutina, y en consecuencia está concentrado en ella. Eso hace que no sea el mejor espacio para poder socializar. Me aconsejaron hacer actividad física grupal para paliar esa carencia, y estoy evaluando la posibilidad de ir a un gym distinto al que estoy yendo habitualmente. No lo tengo decidido todavía, lo que me gustaría es que pueda formar parte de un grupo donde todos tiren para el mismo lado. De todos modos, mi prioridad es salir del estancamiento en que se encuentra mi físico. Soy relativamente joven, pero eso no alcanza para suplir ciertas falencias. Estoy más cerca de los 50 que de los 40. Me refugio en el periodismo, que es mi pasión, y trato de hacer mi trabajo de la mejor forma posible. Antes de escribir cualquier pavada sin sustento, prefiero no publicar nada, porque si para mí no está bien hecho, no me inclino a ponerlo a consideración de los demás.

 

En mis ratos libres, escucho música, que es un hobby que cultivo hace años. Tengo una colección de discos (CD), y los voy rotando, un día escucho uno y a la mañana siguiente otro, además de que también uso Spotify. Hago zapping en la tele en el horario de los noticieros, que se repiten en su agenda informativa, por lo cual es lo mismo ver cualquier canal que ir saltando de un número a otro con el control remoto.

 

Trato de aprender de los grandes escritores, detenerme a analizar cómo van tejiendo una trama que atrapa al lector. Yo hago literatura como hobby, y hasta que no me convenza a mí mismo de que ese contenido es publicable, no lo haré. Vengo madurando ideas para futuros relatos, y ese es el camino inicial para desarrollar borradores e irlos puliendo. El respeto al público significa no subestimarlo ni darle cualquier porquería sin sustento, aunque pueda tener éxito comercial. En cada columna que yo redacto me guío por la misma premisa: Escribir sobre un tema interesante, en el cual sea idóneo, y entender que hay muchas ideas repetidas, por lo cual hay que redoblar los esfuerzos por escribir narrativa original. Si vamos a la literatura, hay libros que se han convertido en best sellers y son malísimos, no tienen calidad. Los escritores amateurs nos conformamos con el hecho de poder publicar y vender los ejemplares que la editorial haya impreso para la ocasión.

 

Los periodistas que más plata ganan están encorsetados en intereses espurios y reciben una generosa pauta publicitaria de parte de las empresas. Son los que dominan los grandes medios de comunicación, sobre todo los canales de noticias. En realidad, lo que menos abunda son noticias, ya que tienen columnistas sobre diferentes temas que se dedican a bajar línea constantemente. No informan, sino que buscan influir en un posicionamiento de la audiencia. Nunca me gustó que el periodismo se adjudique el rol de formador de opinión. Yo no ejerzo esa posición, lo único que hago es describir los hechos según mi mirada y dejar que el lector saque sus propias conclusiones. A lo que me refiero es a que nunca he buscado erigirme como el depositario de la verdad. Que otros lo hagan, corre por su cuenta. El público lector no es una masa amorfa que absorbe cualquiera cosa. Muy por el contrario: Es crítico de esa información que recibe, la cuestiona en caso de ser falsa o de faltar a la verdad.

 

Hay gente que destina todos sus días a pensar. Pero no a pensar cualquier boludez, sino a barajar posibles soluciones ante los problemas que afectan a la sociedad. Después viene la fase de la acción, que es la más compleja de llevar a cabo. Con planificar solamente no se llega a ningún lado. Los dirigentes y funcionarios cuentan con varios asesores que hacen todo ese trabajo de diseñar políticas públicas. Y deben aportar alternativas viables, no salidas de la ciencia ficción. Si nos detenemos a escuchar discursos grandilocuentes, no iremos a parar a ningún lado. La realidad exige que se otorgue valor a aquellas soluciones que están al alcance de las autoridades, en cuestiones tales como la seguridad, las protestas callejeras, la economía, el comercio exterior, el tipo de cambio, entre otras.

 

No sé qué les sucederá a ustedes, pero yo ya estoy cansado de palabras vacías, de discursos que apelan a la fibras íntimas y emotivas pero que no dicen nada en concreto. Me aburrí de los líderes mesiánicos que se suben al caballo como si fueran a cruzar los Andes y apenas pueden dar un trotecito por una calle polvorienta. Ya no me interesa que me digan “qué” es lo que van a hacer, sino “cómo” lo prevén hacer. La diferencia es sustancial, porque implica cambiar el eje de la discusión retórica, dejar de hurgarse el ombligo para ver las necesidades palpables y concretas que tiene la gente. Tenemos personas que no pueden esperar a que se implementen planes o proyectos, porque su vida corre peligro, o bien porque están en una situación de vulnerabilidad social. Son personas que necesitan de la asistencia del Estado, al menos durante un tiempo, porque están cayendo en la indigencia como consecuencia de las medidas económicas adoptadas por ese mismo Estado. Es un tema que daría para largo, porque implica indagar en la compleja idiosincrasia argentina, que parece repetirse en sus errores e incongruencias sin que nadie se haga cargo de ello. Nos estamos viendo pronto, ya metidos de lleno en la cuestión que nos convoca al debate. Punto final.

 

 

 

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