Hace varios días que no escribía nada por acá. El verano se fue, ya es historia. Entramos en el otoño sin saber qué nos deparará, sólo pensando en el día a día. Ahora estamos en una coyuntura diferente, porque en breve comenzará la actividad política, habiendo ya transcurrido el período de vacaciones. Y como este año no hay PASO, sólo se votará en octubre. Yo creo que es necesario apoyar a una oposición responsable en el Congreso en estas elecciones de medio término. Todos, sin importar el partido, han demostrado ser impresentables, pero los libertarios en particular se comportan como kamikazes, parecen haberse escapado de un zoológico para refugiarse en los estrados del Parlamento. La verdad es que lo que hemos visto en las últimas sesiones da vergüenza ajena, son personas incapaces de debatir de un modo civilizado porque creen que haciéndose los guapos o provocando escándalo tendrán más notoriedad.
Los peronistas y la izquierda parecen más
mesurados, aunque a todos les complace hacer quilombo en las sesiones mientras
transcurren las horas y la cuestión de fondo sigue sin zanjarse. Esa
degradación de la labor legislativa no es casualidad, como tampoco lo es que
diputados y senadores negocien periódicamente un suculento aumento en sus
sueldos. Para eso sí que se ponen todos de acuerdo, a nadie le conviene sacar
los pies del plato. A mí me da la impresión de que nada de lo que hacen es
improvisado, ya antes de entrar al recinto tienen bajo la manga toda clase de
chicanas y estupideces para entretener a la manada. Y lo peor de todo es que
les da resultado desde lo simbólico. Por insultar a tu colega no vas a ser más
combativo. Sos patético, por más que esa estrategia de militar desde la
agresividad te reditúe algún voto. Los ves por televisión y parecen sujetos
encerrados en la casa de Gran Hermano. Hay mucho freak dando vueltas, eso no se
puede negar. A más de uno le faltan varios jugadores. Deberían ir a un
neuropsiquiátrico antes de recalar en el Congreso.
Toda esta
violencia institucional va a traer consecuencias por algún lado, eso dalo por
hecho. La gente está cada vez más escéptica de los políticos porque ni siquiera
ocultan su mediocridad. Es evidente que no tienen ningún prurito en exponerse
con argumentos sin sustento y una escasa capacidad intelectual. Ese trabajo de
pensar lo hacen sus asesores, no el diputado o senador que ocupa su banca. Y
cada asesor debe ganar muy bien para haberse ganado ese sitial. En cuanto a
Lobos, también hemos tenido concejales que ni saben ni hacer la “o” con un
vaso, y sin embargo están ahí, como un premio a los años de pegar carteles y de
cantar la marcha partidaria. Su desempeño es paupérrimo, casi ni se les conoce
la voz, porque lo presentan ninguna moción. Están pero no están, son como seres
virtuales. Parte de esa mediocridad tiene que ver con que son vecinos conocidos
en muchos casos y se considera que por ese solo motivo tienen la idoneidad
necesaria, pero no funciona así. El hecho de ser conocido en un pueblo ayuda a
conseguir votos, pero no es una garantía de tener a un gran concejal ejerciendo
sus funciones.
Y la escuela, ¿qué onda? Da la impresión de que hace rato que comenzó a asumir roles que la exceden, como contener a pibes violentos que impiden que los demás puedan aprender algo. Ya no se exige disciplina porque no existen las amonestaciones tal como nosotros las conocíamos: Si acumulabas 25 o más, te rajaban. Eso es impensado hoy, y viene desde hace años, cuando se empezó a pregonar la inclusión a cualquier costo, porque los chicos sí o sí debían estar en la escuela aunque no aprendieran nada. Y si no se incluye a todos, ¿con qué criterio se excluye? Eso debería quedar establecido en algún estatuto para despejar pronunciamientos difusos.
Los docentes hacen lo que pueden, pero como decía Pepe Mujica, la institución escolar no educa, sino que imparte conocimientos. La que debe educar es la familia, enseñar pautas de conducta, buenos modales, el valor de la paciencia, del esfuerzo, del ahorro, y tantos otros que se me vienen a la mente. No es relevante cómo está constituida cada familia porque es natural que eso pueda variar de un hogar a otro. Los maestros y profesores no enseñan a decir “buen día” o “por favor”, porque su función no es esa, sino que se dedican a enseñar Lengua, Matemática o Geografía. Antes, cuando no existía Internet ni mucho menos Wikipedia, los chicos tenían que buscar en las enciclopedias impresas, yendo a una biblioteca, la información que el docente les solicitaba. Hoy todo eso no va más, y no hay marcha atrás, si hasta la Inteligencia Artificial brinda respuestas rápidas (a menudo erróneas) ante cualquier duda. Los alumnos consideran que su paso por la escuela es una pérdida de tiempo, les da igual sacarse un 10 que un 6, y en el futuro se verán las consecuencias de una generación que, por estar escolarizada, se creyó que iba a erradicar la ignorancia generalizada.
Si no hay un estímulo para leer, para escribir, para
hacer de la escuela un espacio del pensamiento, a nadie le interesa perder el
tiempo allí, sólo concurren porque es obligatorio. Si más adelante quieren
ingresar a la universidad, se dan la cabeza contra una pared porque allí no se
jode, hay un examen de ingreso, o un Ciclo Básico, y pasar por ese filtro no es
apto para cualquiera. Lo mismo pasa con un instituto terciario. El bajo nivel
de aprendizaje de los años previos se paga muy caro, porque la escuela no logró
crear una conciencia en el alumno de que esos conocimientos son útiles para el
futuro. Por supuesto, sería erróneo generalizar, pero parece que a nadie le
interesa indagar en las causas del fracaso escolar, porque el hilo se corta por
lo más delgado. La educación formal, que se imparte en un establecimiento, es
insuficiente si no se cuenta con el acompañamiento de las familias de esos
pibes. Ojalá en algún momento lo podamos entender, para que cuando nuestros
hijos regresan de clase, nos tomemos la molestia de ver en el cuaderno o la
carpeta qué fue lo que hicieron al cabo de cuatro o cinco horas por día. No
estamos viendo pronto. Punto final.
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