13 de marzo de 2025

La libertad de decidir

 

Hoy me siento tranquilo. Grabé un nuevo programa para la tele, hubo buena química con el entrevistado, y me quedé satisfecho con el resultado conseguido. En realidad, con el susodicho invitado somos amigos, pero obviamente no íbamos a andar tirándonos flores durante el desarrollo del ciclo. En este caso, como se trata de un músico amateur, hablamos de eso, de su arte, de las dificultades para trascender, y la charla fluyó naturalmente, sin sobresaltos. No daba lugar para polemizar, sino para difundir su quehacer. A mí siempre me ha parecido importante brindar un lugar en los medios a los artistas, visibilizar historias de vecinos que quizás no han tenido la oportunidad de estar frente a una cámara, o de poner en conocimiento de la audiencia lo que ellos hacen. Sería muy mezquino que el conductor de un programa buscara ganar protagonismo, siendo que -a mi modo de ver- el protagonista debe ser el invitado.

 

Por supuesto que uno no se queda callado, porque se trata de una charla de la cual ambos participan. No es lo mismo entrevistar a un político que a un vecino que es instructor de Yoga, por dar un ejemplo. Los políticos tienen una responsabilidad institucional mayor, deben rendir cuentas ante la sociedad sobre su accionar. Sea como fuere, el programa tiene que ser ameno, ágil, para no aburrir al público. Ahora estoy subiendo a YouTube ciclos de temporadas anteriores y la verdad es que me brinda satisfacción que muchos hagan un redescubrimiento del invitado que quizás estuvo dos o tres años atrás, porque eso pone en valor lo que significó el hecho de convocarlos.

 

Ya entrando en la sexta temporada, es inevitable no repetirse, pero yo hoy me siento más idóneo en mi tarea. Los primeros programas no son los que recuerde de la mejor manera. Como es lógico suponer, no sabía cómo comportarme frente a una cámara, qué gestos hacer, y a veces sin darme cuenta cerraba los ojos cuando iba pensando lo que iba a decir. Por suerte siempre tuve el respaldo del canal, que me bancó en esa coyuntura. Con el transcurso del tiempo fui mejorando, ya estaba más suelto al momento de grabar, pese a que hubo ocasiones en las que hubo que editar o hacer varias tomas. Cuando algo no sale como yo espero, soy mi peor crítico. No me gusta improvisar ni faltarle el respeto a la audiencia. Pienso que los abonados están pagando por un servicio de cable y se merecen lo mejor. Al actuar con profesionalismo sos vos quien te ganás el respeto y la consideración de los demás. Aunque como ustedes saben, nunca me gustó sobresalir, soy de perfil bajo, no ando por la calle sacando chapa de nada. Hago lo que me corresponde y los televidentes juzgarán el resultado final.


Tal vez sería bueno darle otro formato, buscar renovar la escenografía, pero es algo que me excede, porque si el canal no invierte en eso, yo no voy a poner plata de mi bolsillo. Además de que no me parece correcto, no estoy en condiciones de hacerlo. Voy, grabo mi programa, intento hacerlo lo mejor posible, y ahí se terminó la historia. Nos vemos la semana que viene, así funciona. Hubo veces en que entré en conflicto con algunos invitados que me querían engatusar con argumentos estúpidos, y yo no voy a aceptar que me tomen por estúpido. Es decir que también hubo momentos tensos. Uno de los roles del periodismo es esclarecer, y nunca perdí de vista esa premisa. O, como suele decirse, hay que ser esclarecedor en la polémica. Si algo no está claro o no se entiende, el periodista debe preguntar todas las veces que sea necesario para arribar a una conclusión que sea la que el público espera. La información no se puede retacear, debe brindarse completa, de lo contrario se está ocultando, y para tener credibilidad la gente no puede perderse nada de lo que constituye una noticia. La entrevista es un formato con el cual me siento cómodo, porque me permite hablar con la gente con franqueza, intercambiar ideas y opiniones, interiorizarme de la vida y obra del otro. Muchos me han elogiado mi forma de preguntar en las conferencias de prensa, pero yo lo tomo como algo natural, no como una forma de lucirme o destacarme. Si algo no me queda en claro a mí, menos lo será para los televidentes. Preguntar y repreguntar no es tan fácil como parece, pero si partimos del sentido común, de lo que debe informarse al público, es una práctica habitual en el ejercicio de la profesión.

Ya perdí la cuenta de la cantidad de vecinos y amigos que han pasado por “Café Doble” en estas seis temporadas. Y les estoy agradecido a todos aquellos que aceptaron participar, porque fueron muy pocos los que dijeron que no. En este año electoral seguramente habrá más invitados vinculados a la política, candidatos o referentes de los distintos partidos. Es un desafío interesante, porque la gente nota enseguida si vos sos condescendiente o complaciente. Y yo no me veo en ninguno de esos roles, los aborrezco. El periodismo comprometido y sin dobleces es el único que admite la posibilidad de acceder a la verdad. Lo demás es propaganda oficialista de comunicadores de grandes medios que se venden al mejor postor, y a mí eso no me va. Porque ese “sobre” que te da alguien del poder, está comprando tu conciencia. Y si hay algo que priorizo, es que nadie me arrebate la libertad de decidir. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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