Hoy me siento
tranquilo. Grabé un nuevo programa para la tele, hubo buena química con el
entrevistado, y me quedé satisfecho con el resultado conseguido. En realidad,
con el susodicho invitado somos amigos, pero obviamente no íbamos a andar
tirándonos flores durante el desarrollo del ciclo. En este caso, como se trata de un músico
amateur, hablamos de eso, de su arte, de las dificultades para trascender, y la charla fluyó naturalmente, sin
sobresaltos. No daba lugar para polemizar, sino para difundir su
quehacer. A mí siempre me ha parecido importante brindar un lugar en los medios
a los artistas, visibilizar historias de vecinos que quizás no han tenido la oportunidad de estar frente a una cámara, o de poner en conocimiento de la audiencia
lo que ellos hacen. Sería muy mezquino que el conductor de un programa buscara
ganar protagonismo, siendo que -a mi modo de ver- el protagonista debe ser el
invitado.
Por supuesto que uno no se queda callado, porque se trata de una charla de la cual ambos participan. No es lo mismo entrevistar a un político que a un vecino que es instructor de Yoga, por dar un ejemplo. Los políticos tienen una responsabilidad institucional mayor, deben rendir cuentas ante la sociedad sobre su accionar. Sea como fuere, el programa tiene que ser ameno, ágil, para no aburrir al público. Ahora estoy subiendo a YouTube ciclos de temporadas anteriores y la verdad es que me brinda satisfacción que muchos hagan un redescubrimiento del invitado que quizás estuvo dos o tres años atrás, porque eso pone en valor lo que significó el hecho de convocarlos.
Ya entrando en la sexta
temporada, es inevitable no repetirse, pero yo hoy me siento más idóneo en mi
tarea. Los primeros programas no son los que recuerde de la mejor manera. Como es lógico suponer, no sabía cómo comportarme frente a una cámara, qué gestos hacer, y a veces sin darme
cuenta cerraba los ojos cuando iba pensando lo que iba a decir. Por suerte
siempre tuve el respaldo del canal, que me bancó en esa coyuntura. Con el
transcurso del tiempo fui mejorando, ya estaba más suelto al momento de grabar,
pese a que hubo ocasiones en las que hubo que editar o hacer varias tomas. Cuando
algo no sale como yo espero, soy mi peor crítico. No me gusta improvisar ni
faltarle el respeto a la audiencia. Pienso que los abonados están pagando por
un servicio de cable y se merecen lo mejor. Al actuar con profesionalismo sos
vos quien te ganás el respeto y la consideración de los demás. Aunque como
ustedes saben, nunca me gustó sobresalir, soy de perfil bajo, no ando por la
calle sacando chapa de nada. Hago lo que me corresponde y los televidentes
juzgarán el resultado final.
Tal vez sería
bueno darle otro formato, buscar renovar la escenografía, pero es algo que me
excede, porque si el canal no invierte en eso, yo no voy a poner plata de mi
bolsillo. Además de que no me parece correcto, no estoy en condiciones de
hacerlo. Voy, grabo mi programa, intento hacerlo lo mejor posible, y ahí se
terminó la historia. Nos vemos la semana que viene, así funciona. Hubo veces en
que entré en conflicto con algunos invitados que me querían engatusar con
argumentos estúpidos, y yo no voy a aceptar que me tomen por estúpido. Es decir
que también hubo momentos tensos. Uno de los roles del periodismo es esclarecer,
y nunca perdí de vista esa premisa. O, como suele decirse, hay que ser
esclarecedor en la polémica. Si algo no está claro o no se entiende, el
periodista debe preguntar todas las veces que sea necesario para arribar a una
conclusión que sea la que el público espera. La información no se puede
retacear, debe brindarse completa, de lo contrario se está ocultando, y para
tener credibilidad la gente no puede perderse nada de lo que constituye una
noticia. La entrevista es un formato con el cual me siento cómodo, porque me
permite hablar con la gente con franqueza, intercambiar ideas y opiniones,
interiorizarme de la vida y obra del otro. Muchos me han elogiado mi forma de
preguntar en las conferencias de prensa, pero yo lo tomo como algo natural, no
como una forma de lucirme o destacarme. Si algo no me queda en claro a mí,
menos lo será para los televidentes. Preguntar y repreguntar no es tan fácil
como parece, pero si partimos del sentido común, de lo que debe informarse al
público, es una práctica habitual en el ejercicio de la profesión.
Ya perdí la
cuenta de la cantidad de vecinos y amigos que han pasado por “Café Doble” en
estas seis temporadas. Y les estoy agradecido a todos aquellos que aceptaron
participar, porque fueron muy pocos los que dijeron que no. En este año
electoral seguramente habrá más invitados vinculados a la política, candidatos
o referentes de los distintos partidos. Es un desafío interesante, porque la
gente nota enseguida si vos sos condescendiente o complaciente. Y yo no me veo
en ninguno de esos roles, los aborrezco. El periodismo comprometido y sin dobleces
es el único que admite la posibilidad de acceder a la verdad. Lo demás es
propaganda oficialista de comunicadores de grandes medios que se venden al
mejor postor, y a mí eso no me va. Porque ese “sobre” que te da alguien del
poder, está comprando tu conciencia. Y si hay algo que priorizo, es que nadie me arrebate la libertad de decidir. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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