13 de julio de 2006

LA VIDA DESPUES DEL MUNDIAL

Como sucede con la Argentina, nuestra vida es una eterna promesa. La mayoría de nosotros aspira a triunfar, a trascender, a darle un sentido verdadero a nuestra existencia, a ser reconocidos por nuestras virtudes, a no ser uno más del montón. Pero conforme pasan los años, esa expectativa se derrumba por el peso de nuestra propia ineptitud para torcer un destino que se nos antoja marcado. En eso pensaba anoche mientras seguía por TV la insólita trama de una mala película del cine nacional cuyo nombre prefiero olvidar.

Realmente la situación no da para abundar en metáforas. No hace falta ser un sociólogo para advertir que el trabajo (remunerado) escasea y que lo que hay son migajas que por su propia naturaleza no contentan las ansias del espíritu inquieto y emprendedor. Desde el Gobierno nacional mienten sin ningún pudor al incluir como ocupados a aquellas personas que cobran $ 200 con los Planes Jefes y Jefas de Hogar. Esto da por resultado un índice de desempleo que no refleja de modo alguno la realidad y que permite a los tecnócratas de turno subirse al carro de la obsecuencia y la demagogia.

Ahora que se han apagado los gritos eufóricos del Mundial, ahora que las banderas, los gorritos y los cánticos triunfalistas han cesado, estamos de nuevo sumidos en una vida que se nos presenta profundamente insatisfactoria.

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