14 de diciembre de 2007

Para novedades, los clásicos


¡Al fin viernes! Creo que, para la mayoría de la población económicamente activa, el viernes tiene un sabor especial. Incluso para aquellos que por esas cosas de la precarización laboral (o por la naturaleza misma de su profesión) se ven obligados a trabajar sábado y domingo. De hecho, me atrevería a afirmar que el viernes es el día que más me gusta de la semana, superando al sábado, con su oferta de discotecas, bares y el consecuente encuentro con amigos.
Estoy empezando a ver más películas que de costumbre, razón por la cual aprovecho los fines de semana para "llenar el cuenco de mis ojos", como diría aquella canción de La Renga. Pero en este momento no me seducen los estrenos, o el cine comercial. Y quiero aclarar que no lo digo con ánimo peyorativo. No soy un snob, y el cine comercial bien hecho y que no subestime al espectador me parece muy bueno.
Aprovechando que ahora muchos quioscos ofrecen películas (legales) en DVD, sobre todo clásicos, me estoy nutriendo de un material de una riqueza invalorable. La injustamente olvidada "Tener y no tener" (1944), inspirada en una novela de Ernest Hemingway, con guión del propio Hemingway y de William Faulkner. Todo un lujo: dos premios Nobel escribiendo el guión de una película que la crítica de su momento no supo reconocer del todo, por sus similitudes con "Casablanca". En la actualidad, de 1 a 10, está calificada con un puntaje de 8,1 por la Internet Movie Database.
O qué decir de la siempre vigente "Doctor Zhivago" (1965), basada en la obra del novelista ruso Boris Pasternak, con una actuación antológica del egipcio Omar Sharif. Este film es de un valor artístico notable, pero no es apto para ansiosos como yo. Se hace demasiado largo y tedioso por momentos. Al final, como el DVD era original y necesitaba la  plata en un momento dado, lo vendí. No me arrepentí demasiado, porque sabía que no soportaría ver la película completa nuevamente.

Debo reconocer antes tenía un prejuicio con las películas en blanco y negro. Las consideraba anacrónicas, viejas, obsoletas. Y quizás, lo sean, pero en ello reside el encanto. Las dos grandes fuerzas que rigen el destino de la humanidad, el amor y el dinero, siguen siendo las mismas que hace 60 años. Por eso es que los planteos que proponen estas joyas de la edad de oro del cine nos siguen pareciendo válidos.
No soy un cinéfilo y probablemente nunca lo sea. Tampoco ayuda el hecho de que en la actualidad no haya un cine en Lobos que proyecte películas para un público maduro y adulto. Se limitan a pasar películas infantiles, lo cual no me parece mal desde el punto de vista comercial, porque los ingresos que genera en boletería son mayores. Pero lo concreto es que los que vivimos en los pueblos chicos hemos perdido el hábito de ir al cine. No es algo de lo que me lamente, por el contrario. No creo en la "magia" del cine. Puedo ver una película cómodamente en mi casa, con el DVD, que ofrece una óptima calidad de imagen, sin nadie que tosa o estornude a mis espaldas, y si quiero ir al baño o suena el teléfono basta con poner el botón de "pausa" y luego puedo continuar viendo la película sin ningún problema.
El costo es menor también, dado que pueden reunirse un grupo de amigos a comer una pizza y a disfrutar de una película, que para mí es una de las cosas más lindas dentro de la sencillez que ofrecen los escasos recursos de la sociedad post-devaluación.

Crónica de una sociedad en ataque de nervios

Comenzamos la semana. Ayer saltó la térmica y media casa permaneció a oscuras mientras intentaba escribir estas líneas. Así que tuve que int...