1 de febrero de 2008

Pequeñas desventuras del país jardín de infantes


No deja de sorprenderme ver cómo se regodean los medios de comunicación de alcance nacional ante el ascenso y caída del RR PP "Gaby" Alvarez. Evidentamente, a varios redactores de los medios no les caía en gracia su persona, y el lamentable accidente ocurrido en Punta del Este fue la oportunidad perfecta para destrozar su reputación y hacerlo parecer como un dandy superficial, amante de la tecnología y de la buena vida que se jactaba de sus conctactos con los famosos. No está en mi ánimo salir en defensa de Gaby Alvarez, de cuya existencia en este mundo me enteré a raíz del accidente, dado que antes de la tragedia era un nombre completamente ajeno a mi mapa mental.
No hace falta ser muy suspicaz para darse cuenta de que el tipo está viviendo su tragedia personal, y que a ciertos sectores les complace verlo en esas condiciones, por esos pases de factura que se dan en la altas esferas del poder, a las cuales el susodicho "Gaby" parecía tener acceso.
Pero me parece una canallada regodearse porque al tipo nadie (o casi nadie) lo va a visitar a la cárcel. ¿Qué esperaban? Era previsible que eso iba a ocurrir. Si cualquiera de nosotros cae preso, por el delito que fuere, lo más probable es que recibamos la visita de nuestros familiares más cercanos, si es que tenemos suerte. Y eso será los primeros días posteriores a nuestra prisión, luego, la soledad. El resto de lo que supo ser nuestro entorno (amigos, conocidos, compañeros de trabajo) no dará señales de vida, y esto es así ya sea Gaby Alvarez o Juan Pérez.
Pensemos en esto: si a duras penas se acuerdan de visitarlo a uno cuando está internado en un sanatorio o clínica, ¿quién se va a someter a los vejámenes inherentes al régimen de visitas para hacerle compañía a un recluso?
Las comparaciones son odiosas, y el señor Alvarez se vio rápidamente expuesto a una suerte de River-Boca con otro RR PP devenido en empresario hotelero, Alan Faena, mucho más astuto que Alvarez por tratarse de un relacionista público de la vieja escuela con un innegable sentido de la oportunidad, cosa que al malogrado "Gaby" le faltó. Creyó que su estrella sería eterna y que gozaría de los favores de la exposición mediática, pero no contaba con que la prensa se tomaría revancha de sus caprichos para ensuciarlo con artículos amarillistas y de la peor calaña.
Lo peor del caso es que de las dos víctimas fatales, que iban a bordo de una moto alquilada, nadie se acuerda, con excepción de sus familiares.
Mientras tanto, medio país vive pendiente si el Sr. Alvarez se siente cómodo con la comida que le sirven en la cárcel, o si está deprimido.
La proliferación del periodismo basura y carroñero que indaga en esos detalles no me resulta extraño. De algún modo, al argentino promedio le agrada ver que una persona pública calificada de arrogante haya recibido alguna suerte de castigo, que no está derivado de esa supuesta arrogancia, sino de un doble homicidio. En Uruguay las penas son severas y las leyes se respetan, y no es extraño suponer que si el accidente hubiera ocurrido en Pinamar o en Cariló el histriónico Alvarez estaría hoy en libertad.
La otra mitad del país debate acerca de si estuvo correcto que Maradona pidiera perdón a los ingleses por su célebre gol con la mano convertido en el Mundial de México '86. La nostalgia es la peor enfermedad de los argentinos.... ¡estamos hablando de un gol (vale decir, de una circunstancia de carácter deportivo) ocurrido hace más de 20 años!
Patético. Si la Argentina tiene remedio, que alguien me diga dónde queda la farmacia.

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