20 de octubre de 2008

Crónica de un fin de semana zen (o quizás no tanto)


Luego de un largo tiempo sin frecuentar ese sitio, fui al Bar de La Porteña el sábado pasado, que a mi criterio es el mejor de Lobos. La música, excelente, la barra, muy bien provista, la atención, aceptable. Para beber opté por algo tranquilo, una Corona con limón, cerveza que para quien aún no la ha probado se la recomiendo enfáticamente, porque tiene un blend y un sabor exquisito como sólo en México saben hacerlo (no te ofendas, Quilmes, también guardo un grato recuerdo tuyo). Así las cosas, en compañía de amigos y de bellas señoritas hiperkinéticas, fue transcurriendo la noche, que coincidió con el cambio de huso horario y nos entretuvimos unos minutos discutiendo acerca de la conveniencia de tal medida. Además, a esa altura, nadie sabía a ciencia cierta si había que adelantar o atrasar el reloj. Finalmente con algo de sentido común, de mala gana aceptamos ajustar nuestra hora a los caprichos de CFK. Una linda noche, sin excesos, rodeado de gente a la cual uno aprecia por distintos motivos, y también una excusa para saludar a muchos amigos a quienes no veo durante la semana y sé que me los encuentro tarde o temprano en el citado reducto. La noche siguió "de rotation", dando vueltas por el Centro y haciendo filosofía barata, para luego desembarcar en La Porteña (el boliche), discoteca que hacía años que no pisaba y que me hizo sentir el sudor frío de la nostalgia. Las cosas han cambiado, y ya hemos desarrollado esta cuestión en sucesivos textos de este blog, pero a pesar de ello siempre sigue siendo un sitio familiar. Algo queda de "La Porteña" que yo supe conocer y disfrutar siendo adolescente. Hubo un recambio generacional que se tradujo en un lógico cambio de usos y costumbres, tanto en la forma de vestir como en las bebidas que se expenden en la barra. Pero no me puedo quejar, la pasé realmente bien más allá de los intentos fallidos con señoritas apetecibles que traté de seducir. Me divierte la situación, el ser rechazado con un simple mohín y que luego ese efímero objeto de deseo desaparezca entre el humo y las luces estroboscópicas.
El domingo la pasé genial, pese a que no pude ducharme del modo que yo quería por la ausencia total de agua caliente de las canillas, pero esta vez traté de no dejarme ganar por la indignación y acepté que era simplemente un mal comienzo, no iba a dejar que una boludez semejante me tenga de mal humor por el resto del día.
Ignoré sistemáticamente el partido Boca- River, si bien el domingo a la noche me interesé por ver el compacto del partido con las mejores jugadas y el gol que le dio el triunfo al equipo de mis amores (ups! frase cursi!).
Fui al parque con mis amigos y encontré tranquilidad, paz, espacio para conversar de los acontecimientos de la noche anterior y de otros vinculados a ella, para hacer filosofía barata y reflexionar sobre el sentido de la vida como hago todos los domingos cuando el sol empieza a caer.
A veces, la vida parece más sencilla de lo que es, y no está mal aprovechar ese espejismo (nótese que dije espejismo, NO ESCAPISMO) hasta que llegue el lunes y la rueda vuelva a girar.
Estamos en contacto, amigos, y gracias por soportar los incovenientes que tiene este blog.
Un abrazo, y hasta el próximo post.

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