19 de noviembre de 2008

Crónicas deportivas y raros peinados nuevos


Acabo de ver el partido de la Selección frente a Escocia, en lo que se ha dado en llamar "la era Maradona", por tratarse del primer match que dirigía el Diez. Hacía tiempo que no había tanta expectativa por un partido no oficial, y debo confesar que yo también esperaba con ansiedad ver a los jugadores en la cancha, más allá de que estoy lejos de considerarme un fanático del fútbol. Sin perjuicio del resultado (0-1 en favor de Argentina), el partido me dejó conforme. Nótese que la mayoría de los periodistas deportivos mediocres que por fruto del azar tienen espacio en la radio y la TV daban a Escocia como la "cenicienta", como un equipo débil y de segundo orden, y sin embargo se mostró aguerrido e incluso tuvo alguna chance de empatar. Fue un partido parejo, con una superioridad argentina que se dio no sólo en el marcador, sino en el juego, pero que no fue suficiente para hablar de "un equipazo". Pero, al menos, una alegría, un triunfo, le ganamos a alguien, no dimos lástima como contra Chile, y si Maradona no cae en un desiquilibrio emocional puede que la cosa funcione bien. Por primera vez en mucho tiempo vi a los jugadores argentinos disputar un partido con ganas, más allá de las limitaciones propias de cada uno, pero -para ser más precisos- con huevos, sabiendo que todo el país estaba pendiente de ellos, cuyas piernas valen millones de euros y gozan de todo tipo de privilegios en los clubes donde juegan. No suelo redactar "crónicas deportivas", pero siempre hay una excepción a la regla, y ahora la expectativa está puesta en el tenis, más precisamente en la Copa Davis, evento que provoca una inevitable ansiedad en el espectador porque toda la semana estuvieron los corresponsales en Mar del Plata hablando boludeces (lo que se conoce como "la previa") o haciendo notas con los jugadores, bajando línea acerca de la supuesta inferioridad de España (veremos cuando llegue el momento si es tan así) y haciendo uso de una arenga nacionalista sin ningún sentido. Ojalá que ganemos la Copa, y que si nos toca perder, sea con dignidad, pero sepan los señores periodistas que la vida continúa y que la inseguridad, la inflación y el desempleo tienen mucha más relevancia en nuestras vidas que tres días en una cancha de tenis.

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