Algún día iba a suceder: el martes 15 tuve que comprar un celular luego de que al anterior aparato se le rompiera la pantalla, lo cual me impedía escribir o leer mensajes, entre otras cosas. Fue, sin lugar a dudas, un gasto imprevisto y pasé un mal trago porque mi intención era usar ese dinero que tenía ahorrado para otros fines. Finalmente me compré un modelo básico (lo único que tiene es radio FM), con teclado QWERTY. Me acostumbré a escribir con el QWERTY durante el año y pico que tuve mi teléfono anterior y comprobé que se puede enviar un mensaje mucho más fácil y rápido. Como ya tengo un reproductor de MP3, no me interesaba demasiado que el nuevo teléfono contara con esa función, aunque nunca está de más, por supuesto. En síntesis, durante el fin de semana largo (que se me hizo eterno por esa mezcla de bronca y resignación), me dediqué a observar los folletos o catálogos de las casas de electrodomésticos para ver qué alternativas había. No soy un obsesivo de los celulares, pero por el tipo de trabajo que hago necesito estar comunicado. Podría decirse que, pese a sus limitaciones, estoy conforme con la adquisición del aparato que elegí: no gasté tanto como yo pensaba y espero que dure lo suficiente para amortizar su costo de algún modo.
En parte, este post tardío tuvo su razón de ser por el motivo que acabo de exponer. Aunque no lleva mucho tiempo, tuve que aprender a usar el nuevo celular y a familiarizarme con sus funciones, que como dije antes no son muchas. Si alguna vez junto la guita suficiente, me gustaría comprarme un modelo más avanzado, pero por el momento esto es lo que tengo y una de las cosas que aprendí en la vida es a conformarse con lo que uno tiene, lo cual no significa de modo alguno tener que claudicar o bajar los brazos ante un proyecto. Punto final.
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