Cada mes trae consigo expectativas, en mayor o menor medida. Y si se trata del último del año, las sensaciones se acrecientan aunque a la postre no termine pasando nada que sea digno de mención. Es inevitable pensar que “ya estamos en diciembre”, inclusive de un modo inconsciente, porque es una frase que flota en alguna parte de nuestra memoria y nos remite a otros fines de año, al cotillón navideño, y semblanzas por el estilo.
Como es sabido, las anécdotas van sumando ingredientes conforme pasa el tiempo: Surgen de un hecho real, que puede haber sido gracioso o divertido, pero para recrearlo, involuntariamente se añaden detalles que no tienen nada que ver con la versión original. Sería como los cuentos de Landriscina, que duran 20 minutos. Entonces esa anécdota se estira, se alarga, se distorsiona, para que sea funcional a comer un asado en un quincho, ponele. Las apostillas de la vida de cualquier persona son breves, causan gracia o sorpresa cuando suceden, y luego desaparecen. Hasta que le encontramos la vuelta para hacer de ello algo interesante de contar. Y bueno, qué decir, no está mal, es así. A mí me aburren un poco los artilugios barrocos de una conversación que aparecen cuando alguien te cuenta sobre un viaje que hizo, por ejemplo. Y no es envidia, descarten esa posibilidad. Solamente que se incluyen pinceladas innecesarias, como si se tratase de un cuadro hecho por un principiante.
Párrafo aparte,
estaba pensando que los cambios de conducta de un sujeto se producen por varios
motivos: Quizás quiera ser aceptado y tener sentido de pertenencia hacia un
grupo que considera selecto o prestigioso, o simplemente comprende que necesita cambiar el chip para
afrontar una etapa que se promete ser más exigente.
A mí me cuesta levantarme temprano, no es algo que me agrade. Pero eso no me suma ni me resta, ya que nunca descuido lo que representa mi trabajo. Aprendí que el hecho de madrugar constituye la mejor manera de sacarle provecho al día. Te brinda la posibilidad de pensar mejor, de no tener que hacer todo apresuradamente... claro, eso no significa que esa jornada vaya a ser memorable en sí misma. Será un día más del montón, y esto tiene que ver con lo dicho en los primeros párrafos: Dentro de lo cotidiano, de vez en cuando se cuela algún suceso sorprendente. Y es así, por la sencilla razón de que no te lo esperabas. Desde el reencuentro con un viejo amigo, hasta salir en bicicleta y llegar empapado por una lluvia torrencial. Sentir que un día se ha vivido plenamente puede sonar exagerado. Sin embargo, si arrancás desde las 7 AM hasta el anochecer, vas a ser más perceptivo y por ende habrá menos cosas que pases por alto. En un pueblo chico como Lobos, todos los días ocurren situaciones insólitas que damos como habituales (o normales) porque no nos detenemos a pensar. Un turista o un visitante las notaría enseguida, como de hecho ocurre.
Con respecto al descanso, tengamos en cuenta que 8 de las 24 horas del día las dedicamos a dormir (en promedio), sin mencionar el tiempo que nos demanda higienizarnos y ponernos en condiciones para afrontar lo que nos toca vivir a diario. Ahora bien, la siesta veraniega se nota muchísimo acá. Un día de enero a las tres de la tarde, por citar un ejemplo: las calles están desiertas en pleno centro, parece un campo asfaltado. Recién se reanuda el movimiento cerca de las 18 o 19 hs. Siempre ha sido así, y dudo que vaya a cambiar. Pero si en tu laburo no hacés horario corrido, lo positivo que sí caés en medio de la siesta a un supermercado, podrás comprar lo que necesites sin tener que esperar.
Si tenés buena salud, un trabajo que te alcanza para cubrir tus gastos, y podés comer todos los días, en la Argentina de hoy podés considerarte un afortunado, sin que ello implique ser conformista. Es necesario tener una cuota de ambición, porque eso te motiva a ir por más. Claro que, si te pasás de rosca, vas a estar todo el tiempo pensando en lo que no pudiste lograr, nada de lo que alcances te será suficiente, y puedo asegurar que yo he visto mucha gente así a lo largo de mi vida. Lo mirás desde afuera y en apariencia lo tienen todo, pero cada vez quieren más, y no se dan la oportunidad para disfrutar de lo que sí consiguieron. Si tienen guita, buscan poder, y viceversa.
Esto daría para hablar bastante, de manera que lo retomaré en
otra ocasión. Pero antes de despedirme, diría que lo más importante es ponerle un freno a toda la mierda que nos toca afrontar para que no termine socavando nuestra confianza interior. Nos
estamos viendo pronto. Punto final.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario