17 de enero de 2006

LOS SERES PROHIBIDOS (COLABORACION)





¿Por qué la gente se muda? Es tal vez una pregunta muy difícil de responder dado la gran variabilidad de causas que motivan los desplazamientos humanos. Sin embargo los movimientos masivos de almas que se observa en la actualidad y que van del norte al sur tienen causas que se pueden contar con los dedos de la mano. Tal vez pueda llegar a necesitarse nomás tres dedos.
Todos los años cientos de cubanos se aventuran a las aguas del Golfo de México donde la corriente alcanza su mayor velocidad: unos 5 km/día y está infestada de tiburones. Aventura que en la mayoría de los casos no son mas que balsas improvisadas; excepcionales son los diseños estrafalarios, autos modificados a botes que son de las delicias de noticieros y propagandistas del imperio.
En Europa la situación es análoga. Los españoles tienen una empalizada natural en la Ceuta africana, que limita la entrada de los pobres del norte del Sahara a Europa, especialmente negros, impidiéndoles ya la aventura marítima frente a los pilares de Hércules (Peñón de Gibraltar). Todos los días es noticias las masivas deportaciones de inmigrantes ilegales por parte de Italia y Francia.
Una antigua modalidad resurge en estos lastimeros días mundiales: El Muro. Ya cansados de los palestinos, que legítimamente reclaman ante el mundo su derecho a la Tierra. Los israelíes sionistas les tapan las caras para no ver sus desesperados pedidos. En nuestro continente, también está la separación. El vecino maximus norteño pretextando “un mayor control fronterizo” está estableciendo una pared que lo separe de los desagradables latinos habitantes de su patio trasero. A pesar de las insistentes réplicas de los diputados mexicanos.
Se leen y escucha reflexiones acerca de este grave problema mundial: LOS DESAMPARADOS Y MENESTEROSOS VAN A BUSCAR LO QUE NO LE DAN EN SUS PAISES NATALES LOS QUE LOS PAISES DEL NORTE LES QUITARON OPORTUNAMENTE. La mayoría de todos los comentarios son tergiversados de acuerdo en qué lado del muro u orilla uno pare la oreja. Por un lado los gobernantes de los países ricos del norte, aceptan de buen modo a los inmigrantes recién llegados, cuyo destino fatal es el ejercer profesiones que no son de gusto de los nativos (barrenderos, mozos, limpiacasas), pero quieren orden a la hora de que ellos ingresen a sus territorios, presumiblemente para evitar el tráfico de personas y el desarrollo de actividades delictivas. Este orden siempre es en perjuicio de los inmigrantes, anegados por impedimentos legales y burocráticos, finalmente optan por la vía ilegal como única salida para lograr su propósito: Una vida digna. Aunque la más de las veces sucumben ante las balas de los guardias fronterizos, como es el caso de México.
Por otro lado, están los países expulsores de población que en general gobernados por elites decadentes, aristocracias o autocracias con afán de mantener su poder, permiten la emigración de mano de obra calificada a cambio de las remesas que los emigrados remiten hacia sus países de origen, tal es el caso cubano, que permiten el sostén de sus economías de miseria, corrupción e inmoralidad.
Lo más patético de toda esta situación es que en ambos bandos ( explotadores y explotados) hay países están actualmente “dirigidos” por personas elegidas democráticamente que se jactan de tener como premisa fundamental la observancia de los DERECHOS HUMANOS.
Mientras todo esto pasa, un pobre guatemalteco descendiente de los mayas, observadores de cielos, se acurruca en el fondo de un camión, junto a un costal de arroz que deja escapar abundantes granos cuando el camión se topa con algún bache que el “Coyote” abrumado en la codicia no vio, se le viene a la memoria algo de aquella canción:

Mi vida la dejé entre Ceuta y Gibraltar
Soy una raya en el mar
Fantasma en la ciudad….

Pablo Martín

Biólogo




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