4 de junio de 2008

La nostalgia viene en frasco chico

Uno de los motivos de la infelicidad y resentimiento cotidiano que abunda en el común de las personas de mediana edad es la nostalgia. Me cuesta mucho admitir esto porque en rigor de verdad yo mismo me considero una persona nostálgica, lo cual tampoco está mal, en la medida que eso no te impida valorar las cosas que tenés hoy. El paso del tiempo va deformando nuestra percepción de los hechos, desde un modesto gol que se transforma en una gesta épica con el correr de los años, hasta un film mediocre que luego es considerado "de culto" por un grupo de iluminados.
Hay momentos en que aborrezco Internet y sin embargo, es por ese medio que ha sido posible la existencia de este blog (entre tantas otras cosas). Sólo tengo la impresión de que la vida antes era más sencilla, o más simple (que no es lo mismo). Las preocupaciones de la gente hace 20 años pasaban por otro lado, los desvelos de la clase media eran otros, había menos empresas multinacionales, se trabajaba con cierta dignidad y no en condiciones de semi-esclavitud, comer un asado no era un lujo, y tener un disco o un libro era algo significativo, porque no estaban al alcance de cualquiera. No era extraño, entonces, que los escucharas o leyeras repetidas veces, con esa voracidad de quien tiene algo nuevo que costó mucho esfuerzo conseguir. Hoy todo es fácil, la música y las películas se descargan por Internet, y como nadie invierte un peso en descargar ese material, es lógico no darle valor a lo que se tiene. Esa cultura del disvalor se traslada a lo falsificado, a lo trucho, a lo ilegal, y a todo producto apócrifo que se vende imitando la apariencia o el diseño de uno legítimo.Por supuesto, y sin pretender justificar la piratería, es atendible comprender que no todos tienen acceso a un producto original, o a una membresía para escuchar música por Spotify.
El ejemplo más elocuente de la marginalidad , que pone en juego la salud mental de las próximas generaciones, es el paco, esa basura que se comercializa como un sustituto barato de la cocaína. A la TV le complace mostrar imágenes de los chicos destruidos por el paco, de hecho, hay una especie de morbo que parte de la concepción de la "televisión verdad" y que consiste en regodearse con las miserias humanas, cuando en realidad los miserables son ellos.
Hay personas que ya están resignadas a que la Argentina sea un país del Tercer Mundo "a perpetuidad", lo cual me resulta preocupante, no tanto por la actitud asumida por esa gente, sino porque le estamos quitando a nuestros sucesores un destino de grandeza, y digo esto sin ninguna solemnidad.
Deberíamos darnos cuenta de que la soberbia que nos caracterizó durante mucho tiempo dentro de América Latina, y que todavía persiste en algunos ámbitos, nos condujo no sólo a la pérdida de nuestra identidad, sino al previsible deterioro de nuestras relaciones con los países vecinos, no ya a nivel diplomático, sino con el sólo hecho de cruzar la frontera y comprobar que, contrariamente a lo que supone el argentino promedio, no somos el ombligo del mundo y a nadie le interesa lidiar con la prepotencia y la arrogancia propias. Rasgos a la cual son tan afectos nuestros compatriotas en el exterior, los mismos que tuvieron que agachar la cabeza en el 2001/2002 para ser aceptados en el exilio cuando el barco se iba a pique. 

Dame aunque sea una mísera señal!

  Martes por la noche en la ciudad. La verdad es que no estaba del todo convencido acerca de escribir algo hoy. Pero si voy a esperar a deja...