9 de enero de 2010

Días de pileta y humedad

Tarde calurosa de sábado en la ciudad. Hablando de bueyes perdidos, resulta un ejercicio interesante ver cómo se comporta la gente en las piletas públicas. Lo comprobé la semana pasada, cuando decidí zambullirme un poco, agobiado por la rutina y el calor. Como es sabido, antes de ingresar al natatorio uno debe ducharse. Lo que sucede es que el agua de la ducha está mucho más fría que la del interior de la pileta. Es natural que la primera vez que la persona se dispone a nadar no tenga demasiada complicación en ducharse completamente, con el afán de preservar limpia el agua de la pileta. Ahora bien, cuando uno sale de la pileta y un rato más tarde se dispone a nadar por segunda o tercera vez, la cosa cambia. Muchos optan por mojarse apenas los pies, para quitarse el pasto o el polvo; otros evaden prolijamente la ducha y dejan que caigan unas gotitas sobre sus cabezas como para que no digan que no se ducharon. A mí me preocupa un poco la cuestión de los hongos en los pies, creo en la buena fe de la gente y supongo que quienes van a nadar a una pileta se han aplicado algun antimicótico para evitar contagiar a los demás, pero "a seguro se lo llevaron preso", como suele decirse. Una pileta pública es un espacio que uno comparte con gente desconocida, que tienen como común denominador carecer de una quinta o pileta en su domicilio. Los clubes ofrecen una buena oportunidad para refrescarse y nadar un rato, pero creo que pagar entre 10 y 15 pesos se torna excesivo, más si tenemos en cuenta que uno luego quiere comer algo en el buffet de la pileta para pasar la tarde. La pregunta, casi inmediata, es: ¿Podría haber una pileta o natatorio con tarifas más económicas sin que ello resienta la calidad del servicio que brindan?

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