16 de agosto de 2019

Las cartas están echadas

Hace tiempo que no volvía a escribir nada en este blog, en parte porque mis preocupaciones son otras. Algunas de ellas ya las he mencionado aquí. Me pone de pésimo humor tener que vivir de esta manera, en un estado de incertidumbre y desconcierto que atraviesa el Gobierno y castiga a toda la sociedad. Si la fiesta la pagaran ellos, no me importaría, pero esto nos está jodiendo a todos. En lo sucesivo no voy a hablar más de política, porque hasta que algún dirigente no demuestre capacidad para la función pública, es inútil hacerlo. Yo no lo voy a ver, pero tengo la esperanza de que alguna generación de argentinos, quizás dentro de 50 o 100 años, vea un país que merezca ser vivido. 

En la calle se respira ese malhumor, esa desconfianza, que emerge de lo que nos toca padecer a diario. No hay certeza de nada, ni de los precios, ni de la gobernabilidad. En momentos como éstos, hace falta racionalidad. No dejarse llevar por los impulsos. Pensar causas y consecuencias, sopesar ambas y decidir lo que resulte más conveniente. Estamos como en 2001, nos desayunamos todos los días con el dólar y el riesgo país, es un subibaja desgastante para cualquier persona que tenga la suerte de tener un trabajo y que ve cómo todo se derrumba como un castillo de naipes. No dejemos que los grandes medios nos quemen la cabeza, ni que nos den todo masticado. Hay que aprender a procesar la información en base a datos concretos que la avalen.

De tanto pensar "cómo nos ve el mundo", según el ideario macrista, se olvidaron de los propios argentinos, que no somos más que un número para votar cada dos años. Es un deja vu, el mito del eterno retorno, o llámenlo como sea, lo evidente es que cada un determinado lapso estalla una crisis y caemos todos en la volteada. Si las condiciones fueran previsibles, la gente no estaría obsesionada por el dólar, lo hace como un modo de resguardar sus ahorros en una moneda fuerte. Desde luego, también están los especuladores de siempre que nunca en su vida laburaron y que subsisten gracias a la bicicleta financiera, alentados por un gobierno que propicia esa forma de crear parásitos sociales. Son los mismos tipos que ves todos los días en una mesa de café y te preguntás: "¿Y estos de qué viven?". De la especulación, del agio, de la usura. Por otra parte, ¿quién en su sano juicio solicitaría un préstamo al banco con una tasa del 75 %? Termino estas líneas pensando que lo mejor para concluir el día es tomar unos mates y empezar a preparar el trabajo para el fin de semana, porque no voy a claudicar. Punto final. 

Las Olimpíadas que no veremos

  Parece ser que este año, el Municipio tampoco realizará las Olimpíadas de la Cuenca del Salado. Ningún funcionario se molestó siquiera en ...