Domingo por la mañana en la ciudad. Alrededor de las 8 hs, cuando salí a la calle, el panorama era desolador. Pero podríamos afirmar que es lógico, siendo que para muchos vecinos es el único día de descanso. Quiero creer que las cosas van a mejorar, en todo sentido, dejándome llevar un poco por la utopía. Digo esto, porque no hay indicadores económicos que nos permitan vislumbrar un futuro próspero. Pero los argentinos hemos salido de crisis peores que ésta, muchas veces remando contra la corriente, teniendo que ajustar nuestra forma de vida a una realidad que nos obligó a hacerlo. Me gustaría pensar también, que los políticos saldrán de su tozudez para darse cuenta de que la sociedad les demanda otra cosa. Hay que estar a la altura de las circunstancias, hoy más que nunca. Las crisis sólo se revierten con medidas concretas y haciendo frente al problema, de lo contrario estaremos eternamente mirándonos el ombligo y sin comprender que la sociedad está fragmentada como consecuencia de viejos dogmas que ya no tienen validez.
2020 será un año duro, gobierne quien gobierne. Habrá que comenzar paulatinamente a revertir cuatro años de endeudamiento, inflación alta, bicicleta financiera y destrucción de la industria. Habrá que adoptar medidas urgentes, porque el hambre de la gente no puede esperar y si los planes sociales son necesarios (como paliativo), volver a implementarlos pero no para comprar votos. El país se asemeja a un paciente que se hizo mierda en un accidente, se salvó de milagro y necesita rehabilitación por varios meses. La recuperación será lenta, si es que se da, y requerirá del compromiso de todos los sectores, inclusive de los empresarios. Si la gente no tiene dinero para gastar, la producción disminuye porque todo se basa en oferta y demanda. Por supuesto, de más está decir que hay quienes nunca salen perjudicados de ninguna crisis, entre ellos las clases altas y los que durante los últimos años vivieron de la especulación financiera. Si se profundiza la recesión y el desempleo, no hay manera de salir adelante, porque millones de argentinos quedarán fuera del mercado laboral y serán los más vulnerables y desprotegidos ante las políticas económicas que se lleven a cabo. Pero tenemos una carta a favor: la voluntad de torcer la historia, aunque sea por enésima vez. Punto final.
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