15 de enero de 2021

Segunda quincena, entre el agotamiento y la decepción colectiva

Se terminó la primera quincena de enero, que pasó sin pena ni gloria. Sabemos que en los meses de verano suele haber pocas novedades en el ámbito político, por citar un caso, pero lo que no sabíamos es que iba a producirse un nuevo rebrote de COVID. Estaba dentro de las posibilidades, pero el entusiasmo que todos teníamos por haber dejado atrás el infame 2020 hizo que no lo tuviéramos demasiado en cuenta.

Mientras redacto estas líneas, me pregunto qué nos deparará esta segunda quincena. Por la experiencia de años anteriores, me da la sensación de que no ocurrirá nada importante, pero uno nunca sabe cómo es el devenir de los acontecimientos. Eso es lo lindo del periodismo, lo imprevisible: sería un tedio escribir notas sobre lo mismo en cada nuevo ciclo. Hay cosas que se repiten porque están instituidas para cierto sector de la población, como las fiestas religiosas. Pero es evidente que la Iglesia Católica ya no tiene la influencia de hace 50 o 60 años, y ese lugar ha sido ocupado por otros cultos.

 Creo que cada uno va buscando la espiritualidad a su manera, y me parece perfecto que así sea. Queremos sentirnos bien con aquello que tenemos a nuestro alcance, y ese bienestar que podés alcanzar te otorga más confianza en lo que vas haciendo. Siempre lo he sentido así. Si no das pasos firmes, el camino se vuelve más difícil, el polvo te nubla la vista, no estás seguro de si vas en la dirección correcta. En realidad, nadie lo está hasta que se ven los resultados. Aquel viejo refrán, "el que no arriesga no gana", es un arma de doble filo. No siempre podés arriesgar porque comprometés tu futuro y el de tu familia en algo que, a priori, representa una posibilidad remota, como los juegos de azar. Arriesgar en un país como Argentina también eleva la incertidumbre a la máxima potencia, porque la gente no confía ni en los bancos, ni en el Gobierno, ni en los medios masivos. Emprender un nuevo proyecto me parece que es la definición más adecuada de asumir riesgos. 

Hasta que te vas adaptando y "acomodando", estos son días de transición. Claro que, ya comenzando la segunda mitad de enero, el abordaje que uno hace de los hechos es distinto. Otro refrán sin sentido es aquel que afirma: "Al que madruga, Dios lo ayuda". No creo que Dios esté preocupando por concederles una gracia especial a aquellos que se levantan a las 5 de la mañana. Por supuesto, no tengo ni idea de cómo surgió ese dicho que se incorporó al habla popular.  Cuando uno madruga porque tiene que laburar es una cosa, ahora si te quedaste desvelado y debido a ello te levantaste temprano, no tiene nada que ver con el supuesto sentido de la frase.

Por eso, a veces es bueno "desensillar hasta que aclare", como dicen en el campo. Hacer una pausa para ver dónde estamos parados y hacia dónde vamos, porque de lo contrario los días se apilan unos tras otros y uno termina viviendo casi por inercia. 

La forma en que nos expresamos va mutando constantemente, por eso no es extraño que no comprendamos determinadas expresiones de nuestros abuelos que fueron habituales cuando ellos eran jóvenes.  

En Lobos debe fomentarse el desarrollo industrial, que no solamente implica la posibilidad de empleo para los operarios de una fábrica sino también puestos administrativos que son indispensables para las tareas de toda empresa. Desde hace años se viene hablando de la creación de polos productivos, pero hasta ahora no ha sido más que una expresión de deseos. Y si es inviable porque no hay terrenos disponibles ni espacio físico suficiente, algunos candidatos nos estuvieron mintiendo todo este tiempo. Lo que hay en nuestra ciudad son en su mayoría industrias metalúrgicas o fundiciones, que ofrecen sus productos de hierro forjado a todo el país. Pero oportunamente la UOM denunció que muchos de los trabajadores eran contratados en negro y con salarios miserables, muy por debajo del mínimo. Como suele suceder, el tema cada tanto que sale a la superficie y genera comentarios en contra de los que se supone es una explotación de obreros, pero luego pasa prontamente al olvido sin que nadie investigue si efectivamente hay trabajadores no registrados o en condición irregular.

 A quienes caminan poco la calle habría que recordarles que Lobos es mucho más que las diez cuadras del centro, donde todo parece “prolijito” y los comercios y las calles lucen sus mejores galas. Cuando se empieza a recorrer los barrios periféricos, nos damos cuenta del verdadero rostro de la ciudad. Es cierto que pavimentar calles (que no son gratis para los frentistas) o remodelar escuelas implica un avance importante, pero no es suficiente. Hay que lograr que el empleo deje de ser algo excepcional para pasar a convertirse en la única forma digna en la cual una persona puede subsistir. Los planes sociales son un paliativo. No reniego de ellos porque ante situaciones de pobreza o falta de ingresos en el núcleo familiar son necesarios. Hace años que tenemos un asentamiento precario en Empalme, y no me vengan con que es potestad de la Provincia o de la Nación, hagan algo. Esa gente no está ahí porque les gusta la marginalidad, sino porque no tiene otro lugar donde vivir. Pero esto último daría para un análisis más profundo, que seguramente intentaré hace en otra nota. Nos estamos viendo pronto. Punto final.


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Nos estaremos viendo pronto

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