8 de agosto de 2023

Triunfadores y derrotados por la vida misma

 Para mí, lo que realmente importa al momento de emprender una nueva actividad, es la convicción que tengas. Existe la posibilidad de que el éxito te sea esquivo, pero si ya de antemano no estás comprometido en lo que vas a hacer, mejor ni siquiera comenzar. Por supuesto que con el entusiasmo no alcanza, sobre todo si para lograr ese objetivo tenés que desembolsar guita. Y ese concepto varía según el resultado. Si te fue bien, se considera una inversión. Caso contrario, fue una pérdida inútil de dinero. Si hablamos de un comercio, yo valoro como cliente que me brinden una atención personalizada, que no me quieran cagar cobrándome de más, que no me vendan una prenda de vestir que tras el primer lavado queda reducida a la mitad de su tamaño. Pagar menos por algo no justifica una atención totalmente a desgano, y sin respeto hacia el potencial comprador. En Lobos hay lugares a los que dejé de ir por ese motivo, y por varias razones más. Hago la excepción en el caso de que sea el único negocio del ramo, y uno lamentablemente no tiene alternativa. 

Lo que yo veo, además, es que cuando alguien la pega con una idea y le va bien, aparecen tres o cuatro que hacen exactamente lo mismo. La competencia se da en todos los niveles. Pero si hay una o dos canchas de paddle, ¿para qué seguir con lo mismo? Estamos hablando de un deporte que fue furor en los '90, y que sin que haya motivos concretos, comenzó a recuperarse de la nada en los últimos 5 o 6 años. La gente volvió a jugar al paddle, y las pocas canchas que aún quedaban en pie no daban abasto. Ese tipo de negocios reviste características similares a lo que supo ser un videoclub: Hasta el mismo inversor debería saber que es apenas una tendencia del momento, más allá de que le sea rentable. No es algo concebido para durar mucho tiempo, a menos que puedas reconvertirlo en otra cosa. Un predio de cemento con una red en el medio y rodeado de alambrados perimetrales, no es algo como para pensar seriamente  en una aceptable permanencia.

Seguramente nunca está de más conocer nociones básicas de marketing o de publicidad, inclusive en emprendimientos de pequeña escala. Podés lanzar promociones que sean atractivas y que incentiven tus ventas. Como responsable de un diario digital, mis anunciantes saben lo que significa la publicidad. No me interesa que me den un aviso porque me conocen o por apostar a mi proyecto (aunque nunca viene mal), ya que en esos casos a la larga esa persona desistirá de seguir y entonces no me sirven ese tipo de clientes. Si amortizás costos enseguida, tenés una ganancia; si eso no sucede, no tiene sentido conseguir un aviso para que te lo den de baja al mes siguiente. 

Creo que si fuera Gerente de una empresa y tuviera personal a mi cargo, no me bancaría la presión, o situaciones desagradables como tener que despedir a un tipo que estuvo muchos años dejando la vida y vos lo estás echando a la la calle. Claro que, lamentablente, siempre alguien tiene que comunicar esas noticias poco gratas al laburante cesanteado.

 Por un lado, los sindicatos suelen ser reservorios de corrupción. Pero por otra parte, estoy en contra de cualquier intento de "flexibilización laboral" que implique despedir gente más rápido y a menos costo. Eso es precarización, por más eufemismos que le endilguen, por no hablar de los contratos basura.

Creo, además, que somos demasiado propensos a juzgar con liviandad a los demás. La experiencia me dice que podemos aprender algo hasta del más mediocre de los mortales, que a veces adoptan una pose cuando en realidad resultar ser más inteligentes de lo que parecen. Como de costumbre, me estoy yendo para el camino de la filosofía barata, pero díganme si no les pasó nunca, que un tipo que transitaba por la vida sin el menor sentido común nos da una verdadera lección de cómo se deben hacer las cosas. Un día cualquiera, se le ocurre una idea y la defiende con tanto entusiasmo y persuasión que logra que la gente adhiera a su pensamiento, sumar seguidores. Se convierte en político, lo votan, y gana.  Y así, uno va descubriendo que el pragmatismo y la capacidad de accionar a tiempo termina superando cierta estrechez intelectual que predomina en la clase política, sobran ejemplos en la historia reciente. Que, por supuesto, reúne extensos capítulos de traiciones y deslealtades.

Por eso, cuando uno se baja del carro y se toma una pausa para reflexionar, está bueno lograr descubrir placer en las pequeñas cosas, y capturar esos momentos, saborearlos, al tener conciencia de que esos instantes de plenitud van a terminar sepultados por su misma fugacidad. Y mientras camino por las calles de Lobos, me voy reconociendo en cada esquina, en aquella fachada de un edificio de la calle Buenos Aires que ya no es la de aquel boliche de mi adolescencia, sino una casa de electrodomésticos. La transformación es veloz, más vertiginosa de lo que suponemos. Pero quizás lo más irónico, es que siempre terminamos volviendo al punto de partida. Nos estaremos viendo pronto. Punto final. 


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