Sábado en la
ciudad. Emprendo la actualización del blog, ya con una idea más clara de lo que
pretendo expresar. La verdad es que me siento con energías para afrontar lo que
venga. No ha habido noticias relevantes en la ciudad, excepto algo de
actualidad política con la presentación de las listas para las elecciones del 7
de septiembre. Como mencioné alguna vez, a los medios de prensa nos resulta
redituable la campaña electoral, si bien es cierto que insume un esfuerzo
considerable y hay que estar en todos lados. Esta semana, un partido ya me
pidió presupuesto, los demás no han esbozado ninguna intención aún, pero estimo
que en los próximos días se contactarán conmigo como ha sido siempre.
Con el paso del
tiempo, va cambiando nuestra percepción de las cosas. Lo que antes nos parecía
un hecho gravísimo, hoy es una mera anécdota. Esto tiene que ver con el
discurso de Milei en la inauguración de la Expo de la Rural de Palermo. Una
oratoria genuflexa y llena de lisonjas para ganarse el favor de la burguesía
terrateniente argentina. Sin embargo, hay que decir que las palabras del
Presidente de la entidad, Nicolás Pino, fueron música para los oídos del líder
libertario. Dicho de otro modo, ambos discursos iban en el mismo sentido:
Buscar la adhesión del otro y su respaldo incondicional apelando a lugares
comunes que apuntan a deponer posturas personales en pos de un fin superior. Así
fue como uno y otro aludieron a la mala relación entre los dos sectores durante
otros gobiernos para reforzar (y celebrar) el nacimiento de una nueva alianza.
Una alianza que está forjada por la conveniencia recíproca y la necesidad de
posicionar al país hacia un modelo más agroexportador que nunca. Esto significa
renunciar al desarrollo tecnológico y a la producción de bienes de consumo para
vivir de la renta que generan granos y carnes como era en el siglo XIX. La
Argentina ya no se sostiene en sí misma, es un país condenado a un eterno deja
vu, a implementar políticas que fracasaron desde hace años. Es una búsqueda
desesperada por encontrar un ADN propio la que nos lleva a posar nuestra mirada
en la Expo Rural. Todo bien argentino, bien nuestro, como la Pampa inmensa,
como el campo que se extiende en la infinidad de la llanura. La figura del
gaucho malandra y desertor que se convierte en un próspero hacendado con las
botas llenas de bosta de los mejores ejemplares de la ganadería. Porque el
gaucho, convengamos, nunca fue bien visto por los patrones: Era una criatura
errante y vagabunda, no le gustaba el trabajo, vivía en un mal ambiente.
Sarmiento lo denostaba públicamente y muchos otros próceres siguieron su
legado.
Lo que nos
interpela, en este caso, es la figura de un antihéroe que nació de las cenizas
del pasado colonial para hacerse dueño de la Pampa montado en un caballo. Es
confuso explicar los orígenes de la narrativa que exalta al gaucho, y quizás
merezca un análisis aparte. Pero volviendo a los dichos de Milei, el Presidente
tiró toda la carne al asador para que un sector esquivo le sonriera por segunda
vez en el mismo escenario. Inclusive, los capos de la Rural aplaudieron el
anuncio del veto a las leyes que otorgaban un aumento a los jubilados. Está
claro que los jubilados no le interesan a nadie en este país, excepto a sus propios
contemporáneos que padecen el hecho de cobrar una suma bajísima que no alcanza
a cubrir la canasta básica. Fue todo muy burdo, una infame puesta en escena, de
principio a fin. Además, a la Vice Villarruel la ningunearon enfáticamente para
que no fuera a compartir el acto. La verdad es que no habla muy bien de las
instituciones que ello haya ocurrido, pero acá no ha pasado nada, a nadie le
importará en el futuro si estuvo o no, porque tampoco ha hecho nada
trascendente como para ser recordada. No se entiende bien en qué momento el
Peluca decidió sumarla a la fórmula que triunfó en diciembre de 2023. Bueno,
tampoco se entiende cómo es que ganó el balotaje, cómo es que el desprecio y la
crueldad se convierten en los nuevos aliados de una forma nefasta de hacer
política. Desprecio hacia los estudiantes, los viejos, las minorías sexuales,
los extranjeros, y todo grupo vulnerable que haya conquistado derechos en el
pasado.
Los nuevos ricos
son quienes compran dólares con el globo de ensayo del fin del cepo y que se
creen que las épocas de vacas gordas durarán para siempre. Esos nuevos ricos
son los que viajan al exterior con la billetera generosa y que se dan todos los
gustos en el Free Shop del aeropuerto, porque van enfundados en una moneda que
los respalda. Del otro lado están aquellos que nunca en la vida han lucrado con
los dólares, que miran de reojo esta nueva matriz de realidad sin atreverse a
reaccionar porque todo está atado con alambre. Es muy berreta la construcción
que unos y otros han pergeñado a lo largo de los años. En el país existen
grupos sociales diversos, que no llegan a llamarse clases, pero que sí son
dueños de una singularidad que los distingue. Los obreros no piensan muy
diferente que los jerarcas de megaempresas. En realidad, todos buscan hacer
guita fácil, o lucrar con una toma de ganancias. Lo peor de todo es que nos
creemos vivos por tener esa forma de pensar, sin advertir que es una maniobra
autodestructiva. La viveza criolla sólo sirve para crear imbéciles, la
personalidad del “vivo” es tan limitada que el sujeto no se da cuenta de su
condición de piojo resucitado. A mí me gustaría saber quiénes son los que hacen
Patria todos los días, los que construyen la Nación desde sus cimientos, los que
apelan a un nuevo pacto social. En ellos reside la confianza depositada en el
futuro, y en ninguno más. Nos queda toda una vida para tratar de entenderlo.
Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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