Llegamos al
domingo. Un día que históricamente está asociado al descanso, pero que hoy por
hoy no todos tienen la posibilidad de otorgarle esa impronta. Me levanto
temprano, como el resto de la semana. La casa está en silencio. Afuera también
se percibe esa falta de actividad. La calle está desierta: No pasa ni un auto, ni siquiera un peatón.
Recuerdo cuando salía al boliche siendo adolescente. Podría ponerme nostálgico
y decir “qué buenas épocas”, pero no estoy seguro de que hayan sido tan buenas
como me parece hoy. En parte sí: No tenía que asumir responsabilidades, no
tenía que trabajar, era mucho más flaco que lo que soy en la actualidad. Tenía
plata para salir los fines de semana, y mis preocupaciones –en retrospectiva-
eran ínfimas. Todo eso quedó atrás, son recuerdos que permanecen flotando en la
memoria cuando aparece alguna foto por ahí. No me canso de repetir que la vida
ha sido demasiado generosa conmigo, y quisiera reforzar esa idea diciendo que
me siento profundamente agradecido a mis padres, a mis amigos, a los que me
acompañaron desde el primer momento, como así también a aquellos que se sumaron
en la mitad del camino. Al final de cuentas, siempre hice lo que quise, y no
puedo culpar a nadie de mis decisiones, hayan sido equivocadas o no.
Hoy los desafíos
son otros: Mejorar la calidad de la comunicación como propietario de un portal
de noticias. Darle volumen y contenido a lo que pretendo expresar. Establecer
lazos de confianza y cercanía con los lectores. Brindar un producto
periodístico que sea fuente de información confiable y segura. Revalidar en el
día a día la formación que recibí cuando estudiaba periodismo, para que el
ejercicio de la profesión sea más riguroso y preciso. Es un contexto muy
particular, porque desde las más altas esferas del poder político se está
cuestionando con dureza al periodismo independiente. Y ejercer la independencia
de criterio es un factor que fortalece a los que no comulgamos con un juicio de
valor único y hegemónico. Las voces críticas deben estar siempre, y los
insultos que el Presidente y sus funcionarios dedican a diario a los
trabajadores de prensa deberían ser dignos de un amplio repudio. Son ataques
autoritarios y llenos de megalomanía, contaminados de esa pasión malsana que tienen algunos por imponer una verdad por encima del sentido común. Llevamos casi 40 años de democracia,
suficientes como para reforzar la tolerancia y el disenso, dos valores que
creíamos haber conquistado con esfuerzo y que hoy se ven desvirtuados por
aquellos que se han propuesto dudar de todo, poner en tela de juicio derechos
adquiridos, dinamitar el acervo de las instituciones, cuestionar aquello que no
merece ninguna objeción porque está sustentado en bases sólidas que se pretende
socavar. Es triste llegar a la conclusión de que hemos retrocedido en materia
del respeto a los derechos humanos, a la diversidad de género, y el problema
está en que se las ve como banderas del progresismo o de la centroizquierda, y
en realidad se trata de conquistas populares a las que costó mucho arribar.
El rol del
periodismo en la sociedad permanece sólido, pero algunos fundamentalistas de
Twitter que no saben hacer la “o” con un vaso se proponen rediscutirlo,
restarle valor. Así aparecen calificativos como “ensobrados” para todo aquel
que no comulgue con el discurso oficialista, y también surgen seudoperiodistas
que aceptan ser cómplices del poder político para tener acceso a entrevistas,
como los talibanes de LN+ o de TN. Los Majul, los Jonatan Viale, que hacen
equilibrio entre el patetismo y la demagogia para saciar sus ansias de
protagonismo. Acá en Lobos también hay medios oficialistas, pero yo no los voy
a mencionar. Será el lector quien saque sus propias conclusiones. No hay nada
más abyecto que subestimar al público y poner en duda su capacidad de entender
la realidad. Llegará un punto en el cual se buscará que todos los medios digan
lo mismo para quitarles fuerzas e influencia en los espacios de debate o de
pensamiento. La vida pueblerina transita crisis de inseguridad y falta de obra
pública, y a consecuencia de ello vemos como se producen cada vez más delitos
en medio de la pasividad del Estado para hacer frente a las demandas de la
sociedad. Es la misma sociedad que votó mayoritariamente al Intendente para un
nuevo mandato en 2023, y que ahora no puede creer cómo estaba avalando una
continuidad de una gestión que hace agua por todos lados. Falta de viviendas,
de mantenimiento de los espacios públicos, tercerización de servicios, cámaras
de fotomultas que funcionan mal y multan a vecinos que circulaban correctamente…
Todo esto que estoy mencionando termina siendo un cóctel que está detonando la
paciencia de la gente, tanto de los que votaron como de los que no al actual
mandatario. Y ahora que se viene una alianza entre LLA y el PRO, lo que nos
queda por ver es la repartija que harán entre las candidaturas a concejales y
consejeros escolares en los comicios de este año. Será una batalla dura entre
ambas fuerzas en pugna por ganarse un lugar privilegiado en las listas rumbo a
las elecciones. Esto recién comienza, y yo dudo que este acuerdo electoral prospere
en todos los distritos. En Lobos será un test, que pondrá a prueba la capacidad
de la dirigencia local para encolumnarse detrás de un objetivo que no está del
todo claro. Sólo persiguen como meta la propia supervivencia. Nos estamos
viendo pronto, porque como dije antes, no será una negociación que dejará conforme
a todo el mundo. Ya habrá mayores novedades para este boletín. Punto final.
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