11 de marzo de 2012

Imagen positiva: nadie es inocente en este juego


Desde hace un tiempo, la política nacional se maneja en base a encuestas, sobre todo en épocas de campaña. Parece un indicador fundamental y totalmente confiable saber "cuánto mide" un candidato, y el porcentaje de "imagen positiva" que tiene dentro del heterogéneo electorado. Las modalidades de estas encuestas han ido mutando con el paso de los años: desde reclutar un ejército de ineptos para que salgan a la calle a preguntar con una planilla y una birome, a otras formas más sofisticadas como llamar por teléfono "al voleo" o establecer consignas tendenciosas para que los lectores opinen en los portales de Internet. Supuestamente, la Presidenta ha visto disminuir drásticamente su imagen positiva como consecuencia de la tragedia ferroviaria de Once y sus desafortunados conceptos dedicados a los docentes durante la apertura de sesiones en el Congreso. Yo no voy a ponerme a defender a CFK, porque para eso ya existe una corte de aplaudidores y alcahuetes oficialistas, pero debo decir que hay medios que ejercen un interés manifiesto en que todo se vaya al carajo. Ya estamos en una situación preocupante como para que la prensa le eche más leña al fuego. Por supuesto, ello no implica dejar de informar los hechos tal como son, pero partamos de la premisa de que la objetividad plena no existe, sobre todo cuando leemos una columna de análisis político. Ni siquiera una noticia escueta de un accidente de tránsito es tan "inocente" como parece.

Detrás de cada información que se publica, ya sea en medios "amigos" del Gobierno como así también en los opositores, hay una intencionalidad. Ante esta realidad, el oficio del lector no debe ser otro que el de aprender a leer entre líneas. Si yo miro "678", sé que me voy a encontrar con un programa de televisión que defiende al Gobierno. Y no estaría mal, si no fuera porque se emite por la TV pública y es sustentado con el dinero de todos los contribuyentes. Como hemos dicho aquí alguna vez, se sigue confundiendo al Estado con el Gobierno. Canal 7 es un canal del Estado, cuya misión debe ser la de brindar una programación diversa y que brinde una oferta cultural que no abunda en el resto de los canales de aire. Pero no es un canal del Gobierno. No es para hacer propaganda de una determinada gestión, o para hostigar a la gestión de Macri y a sus funcionarios. Si un grupo de empresarios oficialistas decidieran instalar un canal de cable dentro de la grilla y hacer propaganda en favor de Cristina y su gobierno, no habría problema: simplemente hago zapping y listo. Pero debemos preservar a Canal 7, al menos para que mantenga el prestigio que supo tener durante tantos años, sobre todo en las décadas del '60 y '70. De vez en cuando la emisora estatal tiene algunos aciertos, como lo fueron las ficciones "Ciega a citas" o "Perfidia". Lo lamentable es que sean la excepción, y no la regla. Punto final.

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