13 de octubre de 2021

Sobredosis de TV

 Llegamos a mitad de semana, lentamente la ciudad va recuperando la rutina y el ritmo que se mantuvo a media máquina por el extenso feriado. Ayer (martes), todavía se notaba cierta "pereza" en las calles,  y conforme avanzaba la tarde se reanudó la actividad propia de un día hábil cualquiera. Grabé el programa de tele, siento que salió bien y lo digo sabiendo que soy muy crítico conmigo mismo. 

Cuando voy al estudio, no siempre puedo dar lo mejor, porque como el común de la gente, tengo preocupaciones que me aquejan y que -si te ponés a pensar- terminan no siendo tales, lo cual ocurre cuando te quemaron la cabeza con algo que en rigor de verdad no revestía mayor importancia.

 Pero como la prioridad es el respeto al público, salgo al ruedo con mi mejor versión posible y si al invitado no lo conozco demasiado voy tanteando el terreno, mientras la charla fluye soy consciente de qué conviene preguntar o qué no. Si la otra persona se siente cómoda, el desarrollo del programa transcurre de un modo descontracturado, y eso te permite abordar temas tanto triviales como serios. Con los políticos es distinto. Voy a fondo, porque muchos de ellos integran el Ejecutivo y reformulo las preguntas todas las veces que sean necesarias para obtener una respuesta esclarecedora. Son expertos en llenar su oratoria de gansadas al mejor estilo Aníbal Fernández (bueno, no es el mejor ejemplo hoy por hoy). 

Yo no indago al entrevistado sólo por mí, sino por el televidente que quiere sacarse las dudas que de otra manera no podría. Ojo, no me creo el "fiscal del pueblo" ni mucho menos. Soy uno más del montón. No busco confrontar al pedo ni nada parecido. Hasta ahora (toco madera), nunca he tenido una discusión en el aire, y si en algún momento eso ocurre no aceptaría que ese programa se difundiera.

 La audiencia no quiere ver a dos tipos peleándose, para eso están los canales que todos conocemos. Claro que si vos me chicaneás desviando el tema que te estoy planteando, no esperes una actitud pasiva de mi parte. El invitado puede decir previamente que no quiere hablar o hacer declaraciones al respecto, y eso es diferente, porque en lugar de hacerte perder el tiempo te está diciendo abiertamente que sobre ese tema no va a hablar. Y es respetable. Llevo tres temporadas haciendo televisión, un mundo que era desconocido para mí, pero de a poco me voy acomodando y adaptando. Ha habido programas que me parecían interminables, porque percibía que no iban a ninguna dirección, y los terminé liquidando en 35 minutos. Simplemente consideraba que no daban para más. Y otros, que resultaron ser mucho más provechosos, y se prolongaron por más de una hora. Encontrar el momento preciso para hacer el cierre también es un detalle no menor. No se puede agobiar al televidente dando vueltas siempre sobre lo mismo. 

Lo que les puedo garantizar, es que si un día cualquiera me levanto y lo veo como una obligación o como algo que me pesa hacer, será la última vez que aparezca por el estudio. Si no estoy convencido de un producto periodístico del cual yo soy parte, no continuaría.

Para no hablar demasiado de mí, quiero agradecer a todos quienes han pasado por el ciclo durante estos tres años, ha sido un placer entrevistar a la mayoría de ellos, y la lista de los invitados que han estado cada semana no la tengo en mente, pero debe haber más de 150 vecinos, de hecho algunos estuvieron más de una vez. Hoy más que nunca, hay que jerarquizar la profesión y redoblar el compromiso. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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