3 de septiembre de 2022

Que digan lo que quieran

 Los periodistas tenemos una responsabilidad a la hora de comunicar en un medio de prensa, pero que también se hace extensiva a nuestras apreciaciones u opiniones personales. Sea cual fuere mi pensamiento respecto a lo que pasó con CFK, me van a hacer pedazos (tampoco me considero tan importante). Y a esta altura de mi vida, no me interesa. No me importa si me acusan de fomentar el odio, o bien si creen que yo estoy avalando un hecho que para algunos fue ficticio. Quedate tranquilo que pasaremos varios días hablando de esto. Exprimirán la noticia durante una semana o más, hasta que aparezca otro suceso que sea más prioritario y que desplace al anterior de la agenda mediática. 

Si vos hacés pública alguna objeción respecto a la "versión oficial" de lo que pasó, o te permitís dudar, automáticamente tu opinión es descalificada con el argumento de que vos promovés un discurso del odio, como si fueras un negacionista del Holocausto. A la inversa, si vos repudiás lo que considerás que ocurrió, tampoco vas a salir mejor parado, porque te van a tildar de otros calificativos denigrantes. De manera que no tiene sentido, para mí, tomar partido o asumir una posición respecto a lo que todos conocemos, o creemos conocer. El feriado del viernes no fue correcto, fue innecesario. Si lo tomás como un llamado a la reflexión o lo que sea, nadie va a cambiar su parecer que sostuvo desde el vamos. Pero que te censuren diciéndote que promovés un discurso del odio por pensar distinto, y que por lo tanto el hecho de manifestarte ni siquiera está alcanzado por la libertad de expresión, es vergonzoso. Es lo contrario a la democracia, es un intento de disciplinar las opiniones a fuerza de mordaza. 

Lejos estoy del fanatismo o de la polarización, pero esto sólo lo saben quienes me conocen, no quienes me pueden leer, extraer una frase al voleo, y condenarme por eso. Sólo pongo las manos en el fuego por mi familia, y por algunos de mis amigos, porque cualquier imputación que se haga contra ellos, la voy a salir a refutar públicamente y me ch... un h... lo que piensen los demás. Si hay gente que duda de la versión oficial que nos pretenden imponer, no hay motivo para confrontar a nadie. Yo puedo aceptar tus opiniones o tus ideas, pero no estar de acuerdo con ellas. Eso se llama tolerancia. Los primeros en ser relevados de su puesto deberían ser los custodios, llegado el caso, que demostraron ser unos completos inútiles. 

Teniendo en cuenta lo radicalizada que está la sociedad, parece ser que es casi una exigencia que te definas, o que hagas un pronunciamiento, lo cual es bastante sorprendente porque yo no soy más que una observador sin ninguna ideología política, y no voy a aceptar que pretendan marcarme la cancha dentro de un pensamiento binario. No cuenten conmigo. No lo haré en esta instancia ni lo pienso hacer en el futuro. Si algún día logramos ser más tolerantes, tal vez yo pueda expresarme, como muchos otros, sin ese planteo absurdo de promover el odio. En principio porque yo no odio a nadie al punto de desearle la muerte. Ni mis enemigos son merecedores de ese oscuro y macabro deseo, porque en definitiva morirán cuando se cumpla su ciclo biológico, o cuando una enfermedad los vaya limitando. No me levanto todos los días pensando en los hijos de puta que estos sujetos fueron conmigo, y en consecuencia deseándoles lo peor. Cada uno cosecha lo que siembra, y el castigo vendrá (quizás) sin que yo haga nada para consumarlo.

Como dije antes, si hagas lo que hagas (o digas lo que digas) igual te van a criticar o a destrozar, mejor no decir ni hacer nada al respecto, y guardar silencio. El silencio no es tiempo perdido, dice una conocida canción.  

No hay nada nuevo en los intentos de asesinato a funcionarios o jefes de Estado. A Ronald Reagan lo quisieron matar dos veces, una de ellas siendo Presidente (en 1981), en Washington, y otra vez en 1992 en la Florida, cuando estaba dando un discurso o una conferencia. Se acercó un tipo en actitud sospechosa y con un arma, pero el personal de seguridad logró reducirlo enseguida. En el '81, no fue así: No sólo hubo 6 disparos de arma de fuego que efectivamente se concretaron, sino que uno de ellos alcanzó a herirlo. Estuvo un tiempo internado, se recuperó, y su popularidad cuando retomó las funciones escaló por las nubes. 

A Alfonsín también intentaron asesinarlo, en dos o tres ocasiones, siendo Presidente y también después, cuando ya había terminado su mandato anticipadamente. Casi no recordaba ese hecho, hasta que ayer Clarín e Infobae publicaron notas que seguramente habrán encontrado por ahí rastreando el archivo. En 1991, en San Nicolás, el ex Presidente estaba en un acto político, un loco apareció de la nada en medio de la multitud con una pistola, se puso en  posición de disparo, y los custodios lograron tirar al piso a Alfonsín, mientras otros que rodeaban al tirador lo neutralizaron. Al final, el sujeto fue declarado inimputable y se suicidó dos años después. La bala nunca salió, lo cual lo desconcertó. No hubo disparos, quedó en evidencia al no poder consumar su propósito, y ese tiempo permitió que lo retiraran del acto. 

Hay muchos casos más donde los homicidas o psicópatas eligen como blanco a Presidentes o ex presidentes, lo pueden googlear. Rara vez lo hacen con los vice, porque tienen un perfil muy bajo, sus mandatos trascurren sin pena ni gloria y no son objetivos codiciados para los dementes. Claro que sería una ingenuidad suponer que CFK es una Vice más. Tiene más poder e influencia que el propio Alberto F., a quien ella misma puso en su lugar. 

Qué bueno sería, respetarnos un poco más, y que algún día cada uno aprenda a ejercer el pensamiento crítico. Para eso, precisamente, uno de los fundamentos es permitirse analizar los hechos de un modo distinto. Pero atención: Ello no significa caer en las teorías conspirativas que no tienen ningún sustento.

No voy a escribir más sobre el tema, ha sido suficiente lo que intenté explicar, y además los memes en las redes sociales (a favor o en contra de algo), demuestran la imbecilidad de los que se divierten mientras otros están conmocionados. Por eso, se me ocurre pensar que lo más provechoso sería crear una Comisión "ad-hoc", para que los diputados y senadores de todos los partidos, que están bastante al pedo, se aboquen a investigar lo sucedido.

Todos somos argentinos. Punto final. 

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