1 de septiembre de 2023

Primera nota del mes

 "Se nota mucho", diría el inefable Kicillof. Está clarísimo que Milei y Massa han hecho un pacto tácito de no agresión. A ninguno de los dos les conviene confrontar entre sí. Milei está más preocupado en seducir a los seguidores de JXC e ir erosionando su base electoral. Por otro lado, el candidato oficialista sabe que puede capitalizar las voluntades de quienes se muestran espantados ante un posible gobierno de extrema derecha, y se ha dado la paradoja de que, aquellos que antes no lo hubieran votado ni en pedo, ahora estarían dispuestos a tragarse el sapo que implica recibir una dosis de kirchnerismo versión 4.0. Bullrich y los suyos no saben cómo posicionarse aún, por más lobby mediático que tengan a su favor. El libertario puede transar llegado el caso, y no se inmuta por los videos de archivo donde expresa un discurso incendiario y desquiciado. Pero no nos vamos a escandalizar por las contradicciones de los políticos, o porque digan una cosa y terminen haciendo otra. Es parte de la farsa democrática. La democracia no es una farsa en sí, es un sistema de gobierno. Son sus actores quienes la han denigrado a ese nivel. Por eso cuando Milei habla de "la casta", llega con un mensaje puramente emocional aunque él (a futuro) pase a pertenecer a ella. Los privilegios y las prebendas de la clase política no se extinguirán. 

Pero vamos a retomar la idea inicial. Massa hizo los deberes, devaluó, y el FMI le dio unos mangos para ir tirando, pero como es obvio que no son ningunos boludos, el staff condicionó un nuevo desembolso a que se hagan ajustes y reformas más profundas. En plena campaña, al día siguiente post-PASO, el tigrense no tuvo alternativa que mover las clavijas mientras en las pizarras en dólar se iba por la estratósfera y el peso se convertía en la pantomima de la moneda de un país soberano. El pasado domingo anunció unas medidas para atenuar el impacto, que además de ser insuficientes, implican que los municipios y las provincias paguen bonos a empleados públicos. Al ser algo totalmente inconsulto, esas sumas son imposibles de afrontar para las provincias y distritos más pobres que suelen ser los que, precisamente, tienen mayor cantidad de personal en el sector público. 

Tema 2: Ya estamos en septiembre. Y es una ocasión propicia para ir analizando qué metas hemos podido conseguir hasta hora durante este 2023. La verdad es que, como les pasará también a ustedes, yo no quiero que este ciclo termine y quedarme con sabor a nada. Desde enero tenía en claro que no me plantearía proyectos importantes, para evitar la posterior desazón en caso de no verlos concretados. Pero eso no significa que me iba a quedar cruzado de brazos viendo como la vida me pasa por encima. Estoy seguro que si me pongo a hacer memoria, haciendo el esfuerzo de recapitular, veré que algo he alcanzado, y será motivo de satisfacción. No obstante, no caigamos en el error de pensar que "todavía estamos a tiempo", porque es un mero consuelo para hacer la plancha y no ver las limitaciones reales que tenemos. Lo único que puedo afirmar es que no quiero verme superado por la amarga presunción de que he perdido el tiempo. 

Todo lo que pueda suceder en materia política, no me va a quitar las ganas de seguir dándole pelea a lo que me toque afrontar. Es cierto que está todo mal, que es casi imposible llegar a fin de mes, que hay pobreza. Parece un combo que tiene ingredientes ya conocidos de debacles anteriores, sumado a lo impredecible. No queda otra alternativa que despojarnos de la comodidad (me refiero a apostar a lo seguro) y salir a la calle dispuestos a lo que nos toque, con los recursos que tengamos. No estoy hablando de recursos materiales que sin duda escasean, sino a la capacidad de cambiar nuestra mirada sobre lo que nos toque vivir. Probablemente he reiterado un razonamiento similar varias veces, pero sigue siendo válido. Se trata de naturalizarlo, con paciencia e inteligencia al mismo tiempo.

Todos tenemos rasgos de nuestra personalidad que le serruchan el piso a la dosis de optimismo que debería ser el combustible cotidiano de la experiencia de vivir. Nunca fui un tipo extremadamente optimista (o entusiasta), y cuando intenté serlo, me salió mal, porque me la jugué por determinadas causas que consideré valiosas y perdí. Hoy por hoy, no me asusta perder, porque está dentro de las posibilidades. En la vida se gana o se puede, no hay empates.

 Pero eso tiene ya suficiente agua bajo el puente. En otros casos, no comprendí que la resolución de las problemas no las iba a conseguir simplemente con pensar que iba a estar todo bien. Si aprendemos a no apresurarnos y a buscar el momento adecuado, se supone que arribaríamos a mejores decisiones. 

Un ser humano no actúa como el manual de instrucciones de una máquina. Por eso, insisto, lo que hay que domesticar a todo nivel es el factor emocional, con ser más mesurados es suficiente. Lo cortés no quita lo valiente. Nos estamos viendo pronto. Punto final. 

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