Estamos
transitando los últimos días de septiembre. El tiempo pasó muy rápido. Queda
muy poco por delante, pero lo cierto es que el
devenir cotidiano aún puede depararnos sorpresas. Como mencioné en alguna nota,
si tengo que hacer un análisis de lo acontecido hasta ahora, podría afirmar que
2025 no ha sido mi mejor año. Me
tocó atravesar por momentos complicados, y tuve que aprender a dejar pasar, a
soltar, a no quedar atrapado de recuerdos. Algo positivo de este período es que
ya no pienso en el pasado, y digo esto porque con frecuencia mi mente
deambulaba por etapas de mi vida en las que fui feliz, sin preocupaciones ni
compromisos. Comprendí que el presente quizás no sea muy auspicioso, pero es lo
único que tenemos. Antes no tenía estrés, ni ansiedad, pero también es cierto
que ahora tengo que asumir otras responsabilidades, hacerme cargo de lo que me
toca. Este año, lo que me sucedió fue que me encontré con más tiempo libre de
lo que esperaba. En principio, eso no sería problema alguno, todo lo contrario.
Pero yo creo que varía según la persona. No me gusta pasar mucho tiempo al
pedo, y por ese motivo prefiero mantenerme ocupado antes que permanecer ocioso.
En ese sentido, sí es conveniente recapitular para ver cómo era mi vida años
atrás. En 2024, por ejemplo, hice más cursos, redacté más notas, y la lista
podría seguir. Creo que este blog tiene valor porque, visto a la distancia, me
permite efectuar una relectura para ver cómo pensaba yo en otras épocas. Hay
cuestiones que ya no me preocupan, como decía al comienzo. Pero no sería
sincero si no dijera que hay tópicos que se repiten.
Mi rutina diaria
no tiene muchos matices o variaciones, casi todos los días son iguales. Pese a
todo, trato de cultivar la aceptación y no quejarme por pavadas. Disfruto de
conectarme con la naturaleza, de caminar en el Parque, es una forma de sentirme
vivo. Por lo general, cuando camino entre los árboles no pienso en nada, no
miro el reloj ni el celular, me concentro en eso. Solo sé que debo hacerlo
porque me hace sentir bien. Es una forma de ganarle a la decadencia del paso de
los años, porque después de los 40 ya todo se vuelve cuesta arriba, vamos
adoptando viejas mañas casi sin darnos cuenta. Cada mañana, si no puedo dormir,
me levanto temprano. Después de desayunar enciendo la computadora, reviso los
mails, busco información en los portales de noticias de la zona. Últimamente,
tal vez porque es más cómodo, uso más el celular para navegar por Internet y las
redes sociales. Pero me he dado cuenta de que paso mucho tiempo con el aparato,
así que por las noches lo apago hasta el día siguiente. Es una manera de saber
que mi cuerpo descansará mejor sin estar expuesto a una pantalla diminuta por
varias horas. No tengo un estilo de vida muy saludable, pero de a poco estoy
siendo más consciente de que es necesario un golpe de timón. Unos mates bien
cebados siempre vienen bien, sólo se necesita un poco de yerba y agua caliente.
Por lo que he podido averiguar, cada vez más gente hace meditación o adopta
técnicas de relajación para bajar un cambio. A veces nos cuesta concentrarnos
en un mantra o como ustedes gusten llamarlo. Debe ser porque estamos
acostumbrados a ir a mil, a la inmediatez, y somos impacientes. No nos gusta
esperar. Sin embargo, si vamos a hacer un trámite a alguna oficina pública o
tenemos que hacer un depósito en el banco, no nos queda otra que esperar,
siempre ha sido así. De hecho, en un cualquier consultorio médico hay una sala
de espera, y los pacientes aguardan su turno leyendo revistas viejas o
escuchando la música que el médico o la secretaria eligió para esos menesteres.
Lo único que sé es que de nada sirve ser nostálgico. Por supuesto, no podemos evitar el recuerdo o la añoranza de los buenos tiempos. Lo que pasa es que idealizamos hechos o sucesos que no tuvieron esa misma relevancia cuando ocurrieron. El pasado no siempre es una etapa gloriosa, nosotros lo vamos acomodando para darle una apariencia distinta a la que debería tener en términos objetivos. No sé, quizás yo esté sosteniendo esa hipótesis porque no he tenido la pérdida de un ser querido, o alguna otra situación irremediable. Probablemente, si me sucediera algo así, recordaría los días en los que contaba con la compañía y la presencia de esas personas. Pero eso no hace más que reforzar lo que vengo diciendo: Son pocos los hechos irremediables e irreversibles. El desamor, la soledad, la angustia, todo eso viene de algún lado que está vinculado a una pérdida. Y si no se hace el duelo, si esas heridas no cicatrizan, todo se vuelve más difícil, porque nos quedamos cautivos de un recuerdo. Cada uno lo va asimilando a su modo, no soy psicólogo para definirlo mejor. Todo lo que puedo decir es que no debemos dejar que la nostalgia nos arrastre por el fango. Como decía el Flaco Spinetta, tu tiempo es hoy. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario