8 de septiembre de 2008

Buenos Aires, 1998


Los únicos motivos por los cuales me gustaría vivir en Buenos Aires es por la oferta cultural que tiene, y esto implica no sólo el acceso a espectáculos y charlas gratuitas sino también que si te querés comprar un disco o un libro que no es necesariamente un best-seller, sabés que en alguna "cueva" lo vas a conseguir (o quizás por Mercado Libre).
Por supuesto, y yendo a cuestiones más acuciantes, otro motivo que me haría cambiar mi lugar de residencia es una oferta laboral concreta (o que al menos parezca serlo). Vivir en Buenos Aires es caro comparado con Lobos, y lo sé por los amigos que viven allí y que deben pagar un ABL súper inflado por el Sr. Macri , un alquiler que se hace cada vez más cuesta arriba y unas expensas que van a parar a las arcas de los administradores de edificios, que no hacen nada más que poner un portero inútil y que no es capaz de resolver ni el más mínimo problema inherente a tu departamento. Lo único que es más barato que acá son las tarifas eléctricas.


Cuando yo viví en Buenos Aires, era una ciudad distinta. Hoy me lamento de no haber ido a visitar museos y sitios históricos emblemáticos, pero era muy joven y prefería boludear en Callao y Santa Fe antes que descubrir la exhuberancia del Jardín Botánico o del MALBA. Trato de no arrepentirme de esas cosas, porque a pesar de todo no puedo negar que la pasé muy bien y que completé mis estudios de Periodismo obteniendo el título habilitante a los 20 años de edad.
En aquellos tiempos (fines de los noventa) ya se notaba que la desocupación golpeaba fuerte, los pendejos drogados e intoxicados por el pegamento te pedían monedas igual que lo hacen hoy, con la diferencia de que no andaban con un 38 en la cintura dispuestos a matarte si no les dabas un cobre. Muchos vivíamos en una nube de pedos, al compás del "uno a uno" y del furor de lo importado, una linda jodita que duró diez años pero que nos costó carísimo, tan caro que las consecuencias del dúo dinámico Menem-Cavallo las estamos pagando hoy.

"No me sueltes la mano", dijeron los senadores

Viernes por la tarde en la ciudad. Estoy tranquilo, pero también somnoliento, así que procuraré escribir lo que tengo en mente. Observo que ...