29 de octubre de 2009

Cuando la verdad es demasiado abrumadora para ser ignorada

Hay verdades absurdas y mentiras solapadas. Abundan, también, los susurros estridentes y los pájaros inquietos que brotan de la boca de los mercaderes. Todo se ha vuelto demasiado difuso como para esbozar una conclusión, o arribar a una certeza, porque nos invaden las dudas. Creemos que tenemos la sartén por el mango pero estamos envueltos en la neblina. Así vivimos en la Argentina, donde para lograr colocar un producto comercial que se compra y vende al mejor postor, abundan las bases de datos, algunas escuchas telefónicas ilegales, casillas de mail hackeadas y un complejo entramado de teorías conspirativas que se alimentan en función a ese microclima. Porque, a decir verdad, la información a determinado nivel también pasó a ser un bien comercial. El caso más simple es el de aquel que necesita pagar para ver si una deuda no lo dejó escrachado en el Veraz, con lo cual se hace imposible solicitar un crédito o un préstamo por ínfimo que sea el monto.

Todo el mundo desconfía hasta de su sombra. De esta manera, vamos mostrando nuestra incapacidad de ser creíbles. Vamos perdiendo terreno frente a los que se manejan bajo el pragmatismo puro y no se permiten analizar. Prefieren la acción efectista al necesario ejercicio de causas y consecuencias. Todo esto, por supuesto, no es nuevo. La sociedad sobrevive porque hay un puñado de leyes que la contienen. De lo contrario, esto sería un caos, y estaríamos regidos por la "ley del más fuerte". Las personas talentosas, que han demostrado sus virtudes en las artes y en la ciencia, van muriendo como consecuencia inexorable del ciclo biológico y no se vislumbra en las nuevas generaciones alguien que vaya ocupando esos espacios que quedaron vacantes. 

No hablemos de "reemplazo": cada persona es única e irrepetible. No habrá otro Michael Jackson, otra Mercedes Sosa, otro César Milstein, otra Tita Merello, Julio Sosa, Goyeneche... y podría seguir enumerando. Hablemos de capacidades. De desarrollo cognitivo. De madurez para afrontar situaciones adversas, para elevarse por encima de la mediocridad general y ser como una brújula para la manada desorientada que vive el "día a día".

Las canciones infantiles van perfeccionándose año tras año en el arte de subestimar a los niños. Que no por niños, son estúpidos, y se ven obligados a repetir a coro una melodía con letras repetitivas y que difícilmente puedan contribuir a enseñar algo. ¿Por qué algunas especies de tortugas viven más que los humanos? ¿Qué comen los elefantes? ¿Por qué está "mal" cazar animales salvajes? Nada de esas preguntan que nacen de la mente de cualquier chico encuentran respuesta a su curiosidad en un sistema educativo que no es responsabilidad única de los docentes, pues éstos se limitan a cumplir con un programa que establece determinados contenidos. Hay muchos alumnos que, sin llegar a ser superdotados, cuentan con una capacidad superior al promedio, y es natural que se sientan frustrados. 

Si vos a los pibes les planteás (como docente) que deban hacer un trabajo práctico sobre Discovery o History Channel, lo más probable es que la recepeción que obtengas sea mejor, que consigan acceder al conocimiento dentro de un programa que no dura más que 40 o 45 minutos y que se puede encontrar en DVD, en You Tube, o en cualquier plataforma. Hablemos de capacidades. De desarrollo cognitivo. De madurez para afrontar situaciones adversas, para elevarse por encima de la mediocridad general y posicionarse de otra forma ante la manada desorientada que vive el "día a día". 

Los adultos del futuro deberán abrirse camino ante eso. La escuela debe facilitar el acceso a la realidad, no es un mero edificio (o artificio) con bancos, pizarrón, y afiches de colores. A determinada edad, los estudiantes deben saber que lamentablemente existen la maldad, la hipocresía y el engaño. De lo contrario, se darán la cabeza contra una pared, en el supuesto de que sus padres tampoco tengan interés en explicarles lo que les deparará la sociedad.

Sin embargo, hay que ser justos y hacer la salvedad de que los maestros no pueden hacer lo que quieren: Deben respetarse los contenidos, un plan que se llama "diseño curricular". Y cada alumno debe aprenderlos durante el transcurso del Ciclo Lectivo.

Es difícil pensar en una sociedad mejor cuando la educación formal se encuentra en crisis desde hace por lo menos dos décadas y se hacen cambios cosméticos que no van de lleno a la raíz del problema, que no proponen una solución de fondo. Así las cosas, cada vez que veamos a un chico de 16 ó 17 años debemos pensar que cómo se insertará este adolescente en el mundo de los adultos, y qué tendrá para aportar durante los años venideros para hacer de nuestra "aldea", un lugar con menos violencia y agresión, que merezca ser vivido. Punto final.


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