23 de octubre de 2009

El periodismo y sus infinitas vertientes


Es viernes por la tarde, y diluvia en la ciudad. Este fin de semana tengo varias actividades para cubrir, incluso el horario de muchas de ellas de superpone. La vida del periodista exige estar en todos los lugares y darle difusión hasta al evento más intrascendente, aburrido y tedioso. A menudo, uno debe elegir qué tipo de enfoque darle a un hecho determinado. No se pueden escribir cinco páginas sobre una exposición de medallas, por ejemplo. La visita de un ministro, si es que tiene algo interesante para decir, es probable que amerite cinco páginas. Generalmente la tarea de desgrabar, de rescatar los conceptos más relevantes en medio del palabrerío, suele ser ardua y agotadora, porque hay que seleccionar, pulir, y darle forma de un texto que tenga "gancho", es decir, que resulte atractivo para el lector. Aunque hay que reconocer que uno muchas veces participa de conferencias soporíferas, de las cuales es muy difícil rescatar aunque sea un párrafo que valga la pena. Un momento, en medio de la hojarasca, en el cual la persona diga algo concreto, y de interés público. Uno de los rasgos que definen a un buen periodista es la capacidad de rescatar de una conferencia o una entrevista aquello que puede resultar de interés para la gente, por encima del ego profesional. Muchas veces hacemos una pregunta que nos parece aguda e incisiva, y el entrevistado la liquida con dos monosílabos. Del mismo modo, he presenciado casos de preguntas pelotudas que dan como resultado una respuesta sorprendente y maravillosa. En fin, la entrevista periodística constituye un género apasionante del cual se han escrito muchos libros, con "tips" o "secretos" para lograr una entrevista jugosa y enriquecedora. De más está decir que, por más onda que uno le ponga, hay ciertos entrevistados que son insufribles, por su apatía y su dificultad para articular dos palabras coherentes.

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