6 de agosto de 2010

El dinero, y todo lo demás

Ayer compré un ejemplar del diario "Tiempo Argentino", abiertamente oficialista, con el mero propósito de curiosear hasta qué punto el medio marcaba tendencia a favor del Gobierno. En realidad, no se trata de algo tan alevoso como uno podría suponer, al extremo que resulte imposible de leer. En el desarrollo de las noticias, se trata de fundamentar las acciones de los K de distintas maneras, y en algunos casos los redactores logran su cometido. Serán oficialistas, pero no boludos: las notas, en líneas generales, buscan dan la sensación de cierta neutralidad en el tratamiento de la información, que obviamente no están. El diario tiene pocas páginas, pero casi todas ellas son informativas. Es decir, no abunda la publicidad, con excepción de la pauta oficial. Más allá de esto, la lectura se hace aburrida y previsible, y uno tardíamente percibe que ha tirado 3 pesos a la basura. Como experiencia para leer algo diferente no está mal, pero no volvería a comprar ese diario ni remotamente.
En realidad, si vamos a sincerarnos, cuando tengo plata compro muchas boludeces superfluas de las cuales luego me arrepiento, una vez que el gasto ya ha sido hecho. No voy a abundar en detalles, pero creo que nos pasa a todos. Esta sociedad te incita a gastar, a consumir, y todo resulta tan efímero que aquel objeto que tenía interés cuando lo compraste rápidamente pasa al olvido.
Antes de comprar algo para "satisfacer mi ego", trato de pensar en el esfuerzo que me costó ganar esa guita, las horas que tuve que pasar laburando para juntarla, y entonces ese ejercicio mental me ayuda a evitar gastos totalmente estúpidos. Desde comestibles hasta indumentaria, todo suma cuando se trata de hacer números. Y muchas veces hay que cuidar el bolsillo ante cualquier inponderable, porque te enfermás y se te van 50 pesos en antibióticos. Y Dios no permita que comiences a perder la vista prematuramente, porque un par de buenos lentes te sale un h... y la mitad de otro.

Definitivamente, el dinero es un problema, y cuando veo a los imbéciles que se regodean con sus millones, realmente siento que los pobres son ellos, no yo. No van a poder dormir tranquilos nunca, por la codicia que tienen y por el temor a que los secuestren para sacarles su fortuna. Nunca van a poder caminar por la calle como un tipo común, ni tomar un colectivo, ni mucho menos fumarse un pucho en el banco de una plaza en una mañana de sábado. Si algún señor adinerado lee estas modestas líneas, le diría... andá a cagar con tu fortuna, no te la envidio para nada!!!

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