3 de noviembre de 2010

El peligroso recurso de mantener una doctrina

Segundo post del día. Un miércoles con lluvias intermitentes y mucho calor, y un país donde todavía no está claro el escenario post-K. Si la intención del Gobierno es seguir adelante con el "modelo" como si nada hubiera sucedido, o acaso como un gesto de lealtad al líder fallecido, estamos en problemas. La mayoría piensa que un hecho tan lamentable como la muerte de K brindaría la oportunidad para que la Presidenta pueda ejercer su poder plenamente, asumir un espíritu componedor, mediar entre las partes, buscar el consenso. Pero quizás, tardíamente, nos estemos dando cuenta de que en realidad Cristina siempre fue tan confrontativa como Néstor, y que si bien ella no era la ideóloga de los enfrentamientos que propiciaba su marido, tampoco le disgustaba demasiado esa situación. Además, no sería extraño que se presente nuevamente como candidata en 2011 y que gane la elección por amplio margen. Todo es posible, al menos en esta parte del mundo.

No pasará mucho tiempo para que la Presidenta asuma el duelo, y así empezar a gobernar, delineando un perfil propio de gestión, que es lo que todos queremos. No me importa que se equivoque, que tenga desaciertos, pero que en todo caso éstas sean exclusiva responsabilidad de ella, y no de un tercero que tras bambalinas toma las decisiones yle va diciendo qué tiene que hacer. En estos momentos nadie sabe bien qué va a pasar, y lo más paradójico es que probablemente no ocurra nada trascendente y todo siga igual, de manera que se continuaría con una serie de políticas que promueven el verticalismo y la obediencia ciega a una figura central, el acatamiento irrestricto a los caprichos de quien detenta el poder, y la consolidación del clientelismo como forma de sumar votos. Por supuesto, esto no ha sido privativo del kirchnerismo. Porque para cualquier gobierno, los habitantes del país no son personas, sino votos. Boletas electorales dentro de un sobre que cada dos años se esconden en las fauces de una urna de cartón.

Tenía razón Roger Waters, cuando decía que no somos más que otro ladrillo en la pared. Lo peor es que la pared en cualquier momento parece derrumbarse, y el albañil ha resuelto tomarse vacaciones en Venezuela.

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