13 de noviembre de 2010

El precio de la carne

Si hay algo que genera preocupación es el aumento en el precio de los alimentos. Pero en particular, la atención se ha centrado en el precio de la carne, que supera holgadamente los 20 pesos el kilo en los cortes más modestos. Inclusive, un carnicero "vip" de la Recoleta obtuvo varios minutos de fama en Crónica TV por el dudoso mérito tener en su comercio el kilo de lomo a 95 pesos. Como suelo decir ante este tipo de situaciones: estamos en problemas.

La carne vacuna es el alimento por excelencia de los argentinos. Podemos alternar con otras carnes, como el pollo o el cerdo, pero no se puede quitar de la mesa familiar a un producto que ha permanecido por más de un siglo. Bifes, churrascos, milanesas, el asado de los domingos, o unas humildes hamburguesas caseras que resultan más sabrosas y genuinas que las de Mc Donald's parecen ser parte del pasado.

Y dado que no se puede prescindir de la comida, uno se ve obligado a recortar gastos. Y nos damos cuenta, con dolorosa certeza, de que nuestra capacidad de ahorro va reduciéndose cada vez más. El dinero que antes podíamos separar de nuestros gastos corrientes, y que guardábamos en el Banco o en algún cajón secreto de la casa, pasa a ser una suma que se incorpora a la economía doméstica y se aleja lentamente de la posibilidad de ser ahorrada para un fin determinado.

A todos nos gusta comprar un libro de vez en cuando, un disco, o disfrutar de una noche con amigos en un bar. Pero vemos cómo aquellas cosas que nos servían de refugio de la rutina y del tedio que padecemos diariamente, también se nos vuelven inaccesibles. Porque o nos ajustamos el cinturón y seguimos firmes en nuestra intención de ahorrar, o debemos echar mano a la plata que juntábamos ante cualquier eventualidad. Basta con revisar el ticket del supermercado o la factura de cualquier servicio para comprobar que los gastos que se han incrementado notablemente y que exceden cualquier previsión que podamos hacer. Parece ser que la inflación es un mal endémico de los argentinos, y que las decenas de Ministros de Economía que pasaron por el país con sus posgrados en Harvard bajo el brazo no hay podido resolver. La escalada de los precios resulta cada vez más evidente y el Gobierno, por más que intente negar o minizar el problema dibujando cifras irreales, no podrá revertir el ánimo popular, que viene bastante caldeado, porque la gente tolera la corrupción y los negocios espurios, pero si hay algo que no se banca es que le metan la mano en el bolsillo.

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