17 de agosto de 2011

Recuperar los valores perdidos

A veces, es necesario tropezar no sólo una, sino infinitas veces con la misma piedra para corregir los errores y para mejorar. Vivimos en una ciudad chica, en la cual la gente se entretiene hablando mal de los demás o dánodle a hechos casi inexistentes. No sé cómo será la situación en otros pueblos chicos, pero no creo que cambie demasiado. Quienes vivimos en Lobos debemos aceptar que esto ha sido así desde siempre: Digamos que es más fácil hacer conjeturas y formarse prejuicios sobre una persona que tomarse el trabajo de conocerla. Por supuesto, esto no significa que no suceda en las grandes urbes. En Capital, si no estás atento, siempre va a haber alguien dispuesto a cagarte o a pasarte por arriba. Claro, es difícil mirarse el ombligo y hablar del lugar donde vive uno, porque hay muchos afectos involucrados, lugares en los que crecimos, personas que valoramos. Pero resultaría absurdo negar que nos vamos contagiando de los peores vicios de las grandes metrópolis en lugar de mantener una identidad propia, que implica gestos solidarios, sentirnos más libres de decir lo que pensamos, y por sobre todas las cosas, participar más. Ser participativos en comisiones, Juntas de Fomento, partidos políticos, círculos literarios, o lo que fuere. En mi caso, debo admitir que he perdido el espíritu de participación y que me cuesta mucho involucrarme con un grupo de desconocidos aunque los fines sean nobles. El hecho de que nos invada la desconfianza y el recelo, que seamos cada vez más suspicaces, es una señal de que no estamos del todo bien como ciudadanos, ¿no les parece?

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