24 de marzo de 2019

Desprejuiciados son los que vendrán...

Siempre trato de no quejarme, pero la monotonía de los domingos se vuelve inevitable en una ciudad que no tiene mucho para ofrecer, excepto a los ojos del turista. Me rompe las bolas que haya una murga todos los días ensayando quién sabe qué, meta bombo, y dale que va. Muchachos, ya pasaron los feriados del carnaval, los corsos... si viven de eso, busquen no joder al prójimo. 

 Me fastidia que no haya lugares de esparcimiento, a precio módico, para personas de más de 30/35 años como yo. Hay cierta burguesía (si es que dicho término no cayó en desuso), en Lobos, desde hace años, y hasta que no venga una generación nueva a poner las cosas en su lugar, seguirán estando, ocupando posiciones que ellos creen que le otorgan algo de privilegio, en comisiones de distinta índole, en instituciones públicas, en oscuros despachos. Quiero pensar en una ciudad en la cual los jóvenes no tengan que irse por la falta de oportunidades, que el tiempo invertido en sus estudios se vea recompensado con un empleo que les brinde satisfacción. Esa es la clave. Hace falta gente que ame lo que hace, y no que lo haga porque no le queda otra opción. 

No es posible sólo que 40 o 50 personas pongan la cara para reclamar por el desmedido aumento del peaje, cuando todo Lobos y Cañuelas, junto con sus autoridades, deberían haberse puesto al frente de este robo descarado. Si elegimos la comodidad, no vamos a ningún lado. Si esperamos que otros hagan las cosas por nosotros, tampoco. 

Así ha sido siempre, desde que tengo uso de razón. Nos ganan la apatía y la abulia, y preferimos quedarnos en casa viendo pelotudeces por televisión o por Netflix. Ningún país, provincia, o ciudad, progresa de ese modo. Somos el pueblo, los ciudadanos, pero a veces pareciera que no asumimos esa condición. Me acuerdo que en 2000/2001, cuando veníamos cuesta abajo, la gente seguía estupidizada con Gran Hermano, el furor del momento. Claro, cuando apretaron las clavijas y empezó el corralito, ahí salimos todos a protestar. Somos hijos del rigor. 

Yo conocí otra ciudad, otro Lobos, que hoy solamente vive en las fotos y en los recuerdos de mi juventud, y quizás hablo como si fuera un anciano de 80 años cuando aún no llegué a los 40. Pero es así, no nos animamos a despegar, a ser creativos, a buscarle la vuelta, y me hago cargo de la parte que me toca como vecino. Nos falta mucho para salir de la mediocridad, sobre todo en tiempos complicados como los que nos toca vivir. Pero insisto, si nos quedamos en la "zona de confort", en lo seguro, y no vamos tras los pasos de nuevos horizontes, nos convertiremos en fósiles, tarde o temprano. Porque seguiremos delegando cada vez más lo que nos toca hacer en personas que no nos representan y que defienden sus propios intereses. Punto final. 

Nos estaremos viendo pronto

  Dentro de las virtudes que -según mi visión- el periodismo debe tener, están la mesura y el equilibrio. Los periodistas tenemos una respon...