4 de mayo de 2021

Cosas que pasan cuando tenés que jugar "a todo o nada"

 A veces pensamos que tenemos todo resuelto, que la vida difícilmente nos va a sorprender. Creemos que tenemos la sartén por el mango, que todo está más o menos controlado. Y de repente te llega un mazazo que te sacude del letargo y te hace comprender lo obvio: estamos en un proceso de constante cambio, que sólo finalizará cuando dejemos de existir. Porque aunque no esté en tus planes cambiar, el devenir de los hechos te lleva a hacerlo. Aquel que sigue pensando igual que en 2019, no aprendió nada. No aprendió que el personal de salud es lo más valioso que tenemos. No aprendió que la pandemia continúa siendo una crisis global y que no hay rifles o misiles que la puedan frenar. No aprendió que, mientras él o ella se quejaban del confinamiento en la comodidad del hogar (ojo, yo también me quejaba), miles de personas morían, sobre todo aquellas que pertenecían a los grupos de riesgo. 

Reconstruir la forma de pensar es un ejercicio que lleva tiempo, ya que te ves avasallado por la realidad de tal manera, que no podés decodificar lo que está pasando. Pero, insisto, aun cuando la pandemia nunca hubiera sucedido, tu vida o la mía se ven trastocadas por los motivos más imprevisibles que quieras imaginar. Por ejemplo: estás haciendo la cola en el supermercado, suena el celular, alguien te avisa que un familiar tuvo un accidente y está en el Hospital. Tirás a al mierda las cosas que ibas a comprar y salís corriendo por un hecho que te sobrepasó totalmente. Te subís al auto, moto, o lo que sea, vas al Hospital, tenés que avisar que ese día no vas a poder ir a trabajar porque deberás cuidar a un ser querido que está internado... y es probable que nunca más te olvides de ese día, de la angustia, de la tristeza. 

Por supuesto que tu vida también puede cambiar para mejor, pero en tal caso sí se requiere más que vos vayas en esa dirección. Nadie te va a ofrecer un puesto de trabajo por azar, el azar está en otro lado, en la timba, y si la pegaste con la quiniela te podés "salvar" por un tiempo. Si sos un jugador compulsivo, es posible que hayas apostado infinitas veces hasta que salga sorteado el número elegido, en caso de que juegues siempre al mismo. El único juego que realmente me gustaba en su momento era el Prode, porque si eras futbolero el hecho de armar la boleta en base al resultado de los partidos tenía otro tenor, además de acertar los 13 puntos. Pero se fue extinguiendo a medida que aparecieron otras alternativas que ofrecían premios de más guita, entre otras causas. Volviendo al párrafo anterior, vos decidís las prioridades: si tu hijo, hermano, padre, madre, etc., sufrió un accidente o fue víctima de un robo, se supone que por su carácter urgente y excepcional es más importante que comprar un paquete de fideos. 

La vida de cualquier persona puede cambiar para bien, si está en la voluntad de ella hacerlo. Por citar otro caso, yo tengo sobrepeso, no me gusta cómo me veo frente al espejo, y sé que tengo que hacer más actividad física y comer alimentos sanos. Muchas veces no lo hago, entonces soy yo el único responsable de que no pueda mejorar, digamos que el famoso "autoboicot". No advertir todo el talento y el potenciar que tenés, o tratar de disimularlo, es una clara muestra de alguien que no sabe bien lo que quiere. La indecisión nos paraliza, nos provoca miedo, en particular si tenemos dos opciones y tenemos que elegir el "mal menor". Es algo parecido a cuando vamos a votar, pero aplicable a lo cotidiano. Y cuando hay que jugársela, el tiempo apremia y el reloj no espera. Es a todo o nada. Nos estamos viendo pronto. Punto final.  

  

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