24 de enero de 2023

El desafío de seguir adelante como se pueda

Martes 24. No recordaba la última vez que había escrito una nota en el blog, este sencillo rinconcito, despojado de toda solemnidad. Pero sí puedo precisar por qué no lo hice antes: Porque no encontraba temas interesantes para abordar, y antes de postear estupideces, prefiero llamarme a silencio. 

Ayer estaba “trabado” con un cuento al que no terminaba de darle forma, pero pasó algo durante ese día que me motivó a escribir casi tres páginas de Word, o poco más. De todas maneras, por ahora no deja de ser un borrador, escribí lo que me salió y no pasó por el filtro de la corrección, de eliminar adjetivos innecesarios, y de que el relato en su totalidad vaya discurriendo de un modo natural. Introducir personajes o situaciones forzadas, creo que es lo que desorienta al lector. Sobre todo si aparecen de la nada, aunque hay una corriente de autores que cultivan ese estilo. 

Hace no mucho tiempo leí un libro de César Aira, un escritor reconocido que se dice que puede aspirar al Premio Nobel, pero no me convenció. No podría afirmar de un modo tajante que escribe mal, pero no es lo mío, no está dentro de los autores que yo elegiría. Aira es un autor talentoso, en el sentido de que él logra narrar de un modo diferente a otros, los basamentos de cualquier obra. Pero nada más tengo para decir, esa es la verdad. No sé, hay gente que detesta a Paul Auster porque se hace farragoso y supuestamente aburrido por intercalar anécdotas o nimiedades, pero lo que él hace es de un modo deliberado y consciente. Y es entretenido, al menos para mí, leer a Auster, pese a que no todo su catálogo es realmente bueno. Tiene libros “flojos”, pero no se le puede pedir a nadie que publique una obra superlativa constantemente. Creo que lo dije varias veces, pero hay notas del blog, de los primeros años, que hoy por hoy no publicaría, me parecen intrascendentes. Uno debe reversionarse.

Podés cansarte de trabajar en un determinado contexto, pero también del ocio, de estar al pedo. Me pasa con frecuencia que no consigo distenderme fácilmente y hasta las cosas que me suelen provocar placer me aburren. Siempre que redacto algo para el blog, lo hago con una idea en la mente, que luego voy desarrollando y a veces lo que termina saliendo es totalmente distinto al texto que imaginé en el principio, cuando me senté frente a la pantalla a empecé a atar cabos, a relacionar un hecho con otro.

Es que aquí, en Lobos, si un día cualquiera de la semana querés salir de las cuatro paredes de tu casa y hacer algo que te cambie el humor, es difícil. Los fines de semana siempre surge algún plan, ya sea porque acordás con alguien salir a tomar algo o porque aprovechás para ver una película por You Tube. Se rompió el control remoto del aparato de DVD y no tengo Netflix, de manera que esas son las alternativas que tengo a mano, además de enganchar algún estreno que haya sido pirateado por Cuevana.

 Pero el resto de los días las opciones son pocas. Esta percepción es compartida con varias personas de mi edad con las que tuve oportunidad de hablar. No abundan los lugares interesantes para personas sin hijos del segmento "+40", digamos.

Muchas veces me he planteado la inutilidad de las conferencias de prensa. No todas, sino las que son una suerte de anuncio de algo que ya todos conocen. Uno ya sabe con qué se va a encontrar: las preguntas obvias, agradecimientos que no le importan a nadie excepto al propio orador, y un cúmulo de errores en lo discursivo que hacen aún más tediosa la tarea de transmitir el mensaje, por ínfimo que sea, al formato de los medios gráficos o digitales.

Me gusta compartir de un encuentro que me permita aprender de gente que hace lo mismo que yo, porque mi intención es redactar lo mejor posible y siempre surgen ideas muy interesantes que salen de lo convencional. Pero debo decir que he tenido ocasión de conversar con periodistas consagrados, que laburan en medios grandes, y me ha decepcionado un poco. Varios de ellos no son nada del otro mundo, simplemente supieron aprovechar la oportunidad. Mi trabajo no es insalubre, pero sí puede volverse excesivamente agotador, por eso llega un punto en que uno hace las cosas de un modo casi automático, y en un momento dado ya no tiene ningún sentido discernir la intencionalidad que se esconde detrás de un elogio hipócrita y de la falsa moral. Uno conoce a las personas y se forma una opinión de ellas no por lo que son, sino por lo que hacen o dejaron de hacer. 

Pero es entonces cuando me pongo a pensar: es lo que elegí. Me manejo a este ritmo porque es lo que elegí, porque soy periodista y en consecuencia si a un grupo de boludos se le ocurre hacer una conferencia de prensa un domingo a las tres de la tarde, hay que estar. Y escuchar, preguntar (de ser necesario), desgrabar y redactar. A veces con dos párrafos alcanza, no da para más. Día, horario, lugar, es lo que importa si quieren promocionar algo. Si el motivo es importante, se puede complementar con un video, hoy las plataformas de redes sociales brindan esa posibilidad que antes requería de una cámara o filmadora bastante sofisticada.

Sin lugar a dudas, es la profesión que más satisfacciones me ha brindado dentro de todas las actividades laborales que hice previamente o que ejercí en forma paralela. A todos nos resulta frustrante comprobar que otro día más se me acaba de escapar como arena entre los dedos. Como dije antes, está bueno tener acceso a los hechos, a la información, y buscar un modo adecuado para transmitirla a la opinión pública. Y a eso hay que saberlo "venderlo" desde los recursos que uno aprendió, por la formación académica y la experiencia posterior. 

Por supuesto, hay gente que se cree con derecho a todo por estar en una posición de privilegio, y los periodistas solemos ser víctimas del maltrato o de que nos descalifiquen cuando a una autoridad de cualquier índole, no solo política, le decimos algo que lo pone en una posición incómoda. Le rompiste el speech, por eso reaccionan así. Pero, quizás, la secretaria de una oficina de seguros, de un estudio jurídico, o de lo que carajo sea, padezca lo mismo, no lo sé.

Pero si hay algo que tengo claro es que lo mejor de la vida no son los halagos, los aplausos y los premios. Sino el simple hecho de que vos mismo sepas que estás haciendo las cosas bien, sin importar el camino que hayas tomado laboralmente, y que uno mismo tenga esa convicción. Nos estamos viendo pronto. Punto final. 


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