3 de abril de 2023

Algo para decir sobre Malvinas

 Ayer, 2 de abril, pasé varios minutos frente al monitor tratando de escribir algo que aportara un enfoque diferente en alusión a dicha fecha, y terminé de redactar esta nota hoy, un día posterior. En principio, estuve pensando e intentando hallar respuestas ante un modo de actuar que quizás sea digno de abordar sin prejuicios. Básicamente, lo que suele llamarse "desmalvinización", y que se refiere a un período de la historia posguerra en el cual no se hablaba de Malvinas, ni tampoco existía una reivindicación de dicha causa. En primer lugar, no se puede culpar a Alfonsín (que asumió en 1983), de contribuir a un premeditado "plan de olvido". La sociedad de la época, luego de haber finalizado el horror de la dictadura, no tenía interés, o no estaba preparada, para poder discernir entre una acción bélica que procuró recuperar la soberanía, y una aventura destinada al fracaso y pergeñada por esos mismos generales que mandaron a nuestros jóvenes a la muerte. 

Cuando llegó la democracia, lo que menos quería la gente era hablar del tema, era un contexto de libertad, de afiliación masiva a los partidos políticos, de la tan mentada "primavera alfonsinista". Podría haber sido el caudillo radicial o cualquier otro, pero las elecciones se dirimen por los votos y él se hizo cargo del Gobierno. Un gobierno con muchas dificultades, que pese a haber promovido el Juicio a las Juntas que en un hito a nivel mundial, se vio opacado por las dos leyes posteriores que todos ya conocemos. Todavía los "milicos" conservaban poder e influencia en varios sectores de civiles, y desde 1987 en adelante se sucedieron una serie de insurrecciones que buscaban limitar la responsabilidad de la esfera castrense antes las denuncias que se acumulaban por torturas o desapariciones incluso después del Juicio de 1985. 

Cuando se produce el primer intento de un levantamiento militar, Alfonsín va a Campo de Mayo a entrevistarse con Aldo Rico en medio de una multitud que estaba dispuesta a todo para defender el Estado de Derecho, éste le pide a la gente desde el balcón de la Casa Rosada que lo espere y que regresará con una respuesta mientras la gente se hace el aguante. Todo termina cuando  anunciando que los rebeldes habían despuesto su actitud y la ya antológica frase "La casa está en orden". Previo a eso, en su oratoria hace una mención que no recuerdo exactamente, pero que dice más o menos así (puede verse por You Tube): "Muchos de ellos héroes de Malvinas...". En el momento que dice eso, hay una silbatina de los que le hicieron el aguante en la Plaza de Mayo, y que es imposible de ocultar, pero cabe suponer que la reacción era por los sediciosos y no por los veteranos en su conjunto.

Pero esto abona mi hipótesis de que en los '80 -más allá de que haya habido poco interés en mantener la memoria de lo sucedido cuando la herida estaba lejos de cicatrizar aún-, el gobierno radical no ocultó ni ninguneó a los veteranos. Y en todo caso, no crearon un plan para borrar lo que pasó de la memoria colectiva. Fueron los contemporáneos de los soldados quienes lo hicieron, porque se partía de la idea de que perder una guerra era humillante. Bueno, siempre lo es, pero más aún de la forma en cómo se dio, en una situación de clara desigualdad de armamento y poderío bélico. No podemos dejar pasar por alto ese factor, sumado a la falta de apoyo y solidariadad de la OTAN y EE. UU. que casi desde el comienzo de las hostilidades decidieron inclinarse por apoyar a los británicos. La única vez que creímos que se había hecho algo de justicia fue en el memorable partido del Mundial '86, con los dos goles de Maradona que doblegaron a los ingleses. Pero aunque hubiéramos ganado 6 a 0, no era más que un partido de fútbol y un desahogo ante la atrocidad que se había perpetrado 4 años antes. Todo proceso de reivindicación y de justicia demanda un tiempo. De hecho, durante la década siguiente no había cambiado demasiado ese ocultamiento hacia los combatientes. En toda guerra, salvo que se firme un armisticio, uno de los bandos cae derrotado. Y nos tocó a nosotros, a todos los argentinos, no sólo a quienes estuvieron defendiendo las islas. Siempre sostuve que si ha habido algo positivo de todo lo acontecido (a falta de una palabra mejor para describirlo), es que la derrota marcó el total desprestigio de los militares y precipitó el fin de la dictadura. No había lugar para que esos tipos siguieran sosteniéndose en el poder por la misma muchedumbre que los aclamaba o que les había dado la bienvenida alevosamente años atrás. Esa es una interpretación que me parece atinada, entre otras posibles, haciendo la salvedad de que me estoy refiriendo a una época que no viví siendo adulto, ni siquiera adolescente. Nací en el '79, por lo tanto cuando estalló la guerra, tenía apenas 3 años. Pero no dejé de interesarme y de investigar acerca de cómo los hechos se sucedieron dentro del contexto de una sociedad que se resiste a las evocaciones que juzga lacerantes y que por esa razón prefiere autoengañarse con el olvido, no sólo respecto a el tema que nos convoca sino también a otros hechos que luego fueron situados en una posición más reflexiva y necesariamente crítica. Nos estamos viendo pronto. Punto final.   

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